El Padre Custodio sucumbe al brillo mediático y se olvida del Evangelio
José Luís Blasco. – En tiempos en que la fe parece necesitar más testimonio que espectáculo, resulta inevitable observar con preocupación la creciente figura mediática del Padre Custodio. Su nombre se repite en tertulias, titulares y vídeos virales, no tanto por la profundidad de su mensaje evangélico, sino por la manera en que convierte cada aparición pública en un escenario donde él mismo ocupa el centro, olvidando al medio que lo sacó del ostracismo pastoral y a los dos compañeros (sacerdote y periodista) que compartieron su misma experiencia procesal. ¿Ingratitud? Algo peor aún.
No se trata de negar el derecho de un sacerdote a expresarse ni de censurar su presencia en los medios. La Iglesia, como cualquier institución con vocación pública, necesita voces que sepan dialogar con el mundo contemporáneo. Pero una cosa es predicar, y otra muy distinta actuar. Cuando el discurso religioso se confunde con el personaje, cuando un sacerdote sucumbe a la vanidad del brillo mediático y el púlpito en plató, el mensaje se diluye en el reflejo de la propia imagen. En el premio que recientemente le otorgó OK Diario, su director le prohibió cualquier alusión a Alerta Digital, y él se atuvo disciplinariamente a ello. La coherencia pastoral por una insignificante estatuilla.
La vanidad clerical no es un pecado menor: es una traición silenciosa al ejemplo que se predica. El Evangelio llama a la humildad, al servicio, al anonimato del bien hecho sin esperar recompensa. Pero en el caso del Padre Custodio, la exposición mediática parece responder más a la lógica del influencer que a la del pastor. En lugar de tender puentes, levanta escenarios; en lugar de buscar la conversión del alma, persigue la atención del público.
El problema no es solo suyo —es institucional. Una parte de la Iglesia se ha acostumbrado a confundir la notoriedad con la relevancia. El sacerdote que más ruido hace es el que más seguidores consigue, el que más clics genera, el que más divide opiniones. Pero el cristianismo no se mide en “likes”. Su fuerza está en la coherencia, en la austeridad del ejemplo, en el silencio fecundo de quien sirve sin cámaras.
El Padre Custodio podría ser una voz útil para su comunidad, un referente espiritual en tiempos de confusión. Pero su personaje mediático corre el riesgo de devorar al sacerdote que alguna vez fue. Cuando la cruz se convierte en accesorio escénico y la palabra de Dios en eslogan, la fe se degrada en espectáculo.
Quizá ha llegado el momento de que el Padre Custodio —y con él tantos otros— recuerde que el Evangelio no necesita micrófonos, sino coherencia. Y lealtad a quienes fueron sus amigos, extramuros de estos minutitos de gloria de los que ahora disfruta.
La humildad no hace ruido, pero transforma. Y cuando un pastor se mira demasiado al espejo, deja de ver al rebaño. Y al amigo.
*Ex capellán













Recuerdo el artículo de AD sobre el trato que recibió de “OK diario”, concretamente, de su director Eduardo Inda, en el “caso” del padre Custodio Ballester por el que se le reprochaba a ese señor su falta de altura a la hora de calificarlo, ya que si no fuera por la claridad y coherencia en su trayectoria periodística , el padre Ballester seguiría clamando en el desierto… Ý en aquel momento comenté que quien demostró valor, fue este digital haciendo posible que la voz de quien argumentaba sobre un tema muy difícil, pudiera ser escuchada, con lo cual se arriesgaba… Leer más »