La ruina que nos está labrando Napoleonchu
Ramón Pérez-Maura.- Un elemento básico de toda política exterior es tener palancas de fuerza con terceros países. Y si esos países son vecinos, es doblemente importante tener esos valimientos. Un gobierno que renuncia a las palancas que tiene, en la práctica perpetra una traición. Y eso lo estamos viendo con las políticas de Sánchez que ejecuta Napoleonchu.
España ya no tiene un instrumento de fuerza fundamental en su relación con Marruecos. La baza del estatuto del Sahara se ha perdido por decisión unilateral del presidente del Gobierno que no fue consultada con el Congreso de los Diputados. Y no lo hizo porque sabía que no hubiera salido adelante la rendición de nuestra posición de fuerza. Y todavía no sabemos las razones por las que le entró tanta prisa para cambiar la línea histórica de España.
El cambio en Marruecos nos deja en una posición de mayor debilidad a la hora de defender la soberanía española en Ceuta y Melilla y los islotes y peñones adyacentes. Ya comprendo que si Marruecos tuviera hoy la iniciativa de ocupar las Islas Chafarinas la posibilidad de que el Ejército español hiciera una operación como la de Peregil es inimaginable con este Gobierno. Por eso la única fuerza que teníamos residía en no someter el Sahara a Marruecos.
El Sahara además nos daba fuerza para negociar. Por ejemplo, se podría haber acordado lo que finalmente se ha hecho, pero con un tratado que reconociese a perpetuidad la españolidad de todos nuestros territorios norteafricanos. Pues nada. Se lo dimos gratis. Y el siguiente paso será desalojarnos de las ciudades españolas del otro lado del estrecho.
Después está lo de Gibraltar. En un caso único en la historia de las relaciones internacionales, hemos firmado un acuerdo con los británicos y los gibraltareños que se mantiene secreto. Pero lo increíble es que los negociadores españoles han sido condecorados por el Gobierno. Inverosímil.
Quienes pueden tener conocimiento dicen que se trata de promover la «prosperidad compartida» y que con Gibraltar se haya establecido una Unión Aduanera y que se vaya a suprimir el puesto aduanero y fronterizo la traerá. Será, supuestamente, algo parecido a lo que ocurre con Andorra. Mónaco, San Marino o Liechtenstein con sus diferencias también son ejemplos parecidos a lo que dicen que se va a conseguir. Explican que se calcula que cada año los andorranos dejan o invierten en España mil millones de euros. Tienen casas en la Costa Brava –como los gibraltareños en Sotogrande– y envían a sus hijos a estudiar a la Universidad en Barcelona. La prosperidad de Andorra vuelve de ese modo en parte a España lo que desde el entorno del Gobierno dicen que también será el caso de Gibraltar cuando se integre en la Unión Aduanera y se faciliten los tránsitos.
Todo eso suena muy bien, pero a mí me sigue pareciendo una vergüenza, como casi todo lo que promueve Napoleonchu. Me parece inaceptable que se haga ese planteamiento porque es una forma de reconocer que España nunca tendrá la soberanía que nos han arrebatado los británicos para dársela a los llanitos en un movimiento que puso en marcha Moratinos. Y supongo que por eso mantienen en secreto los términos del acuerdo. No hay otra explicación.
Así que también hemos rendido la palanca gibraltareña en la que teníamos todo el poder. Cuando se votó el Brexit la UE puso en manos de España la decisión de lo que pasaría con Gibraltar. A la vista está. Napoleonchu no ha podido hacerlo peor.
Y esta semana le hemos puesto la guinda al pavo al rendirse el mismísimo Napoleonchu ante la presidente de México, la judía lituano-búlgara Claudia Sheinbaum a la que le ha comprado todo su relato antiespañol y proindigenista. La defensa de los aztecas que practicaban la antropofagia. Una vez más dejando al Rey en el abandono más absoluto. De nuestras relaciones con Estados Unidos o Israel creo que no hace falta hablar mucho porque es bien conocida nuestra apuesta por la ruptura y el alineamiento con China y Venezuela. Napoleonchu y Sánchez van a dejar a España en el basurero de la historia. Ya no somos nadie en la escena occidental. Aunque para estar donde nos quieren poner es casi mejor no serlo. A ver si pasamos desapercibidos. Pero tampoco.











