TVE al servicio del sanchismo: la deriva ideológica que mina su credibilidad
Desde hace tiempo, la televisora pública, TVE, exhibe síntomas inequívocos de pérdida de independencia informativa. Lo que hasta hace poco se consideraba un medio del Estado al servicio del interés general, se está transformando en una herramienta al servicio de un proyecto político: el del Pedro Sánchez-ismo. Esa deriva —que podríamos calificar como “sanchista” en lo comunicativo— exige un urgente análisis y reacción.
El propio Consejo de Informativos de TVE ha advertido en diversas ocasiones de la politización de los informativos. Por ejemplo, en un comunicado que denunciaba que la “deriva progubernamental” de los telediarios había alcanzado “niveles de manipulación y censura propios de etapas no democráticas”.
La televisión pública que pagamos todos se ha convertido en un altavoz del Gobierno, cuando su función debiera ser controlar al poder y pluralizar la información.
Sesgo ideológico evidente
La crítica no viene únicamente de la derecha o de la oposición: analizadores serios del sector advierten que la parrilla de TVE —presentadores, tertulias, coberturas políticas— favorece un discurso plenamente alineado con el Partido Socialista Obrero Español y sus alianzas. Tal circunstancia vulnera el mandato básico de servicio público: pluralidad, independencia, veracidad.
Un ejemplo reciente: la presentadora Silvia Intxaurrondo ha sido señalada públicamente por su cercanía al PSOE, lo que mina la percepción de objetividad del canal.
Programas que degradan la función pública
No sólo en informativos se aprecia el problema: formatos de entretenimiento, magacines y telediarios parecen servir de vehículo para normalizar un relato oficial sin el suficiente contrapeso. Más de 130 profesionales de la corporación firmaron un escrito contra lo que consideraron “deriva de la televisión pública” y que no “cumple con los principios exigibles”.
Cuando un canal público desplaza la calidad, el rigor y la autonomía hacia la propaganda y el entretenimiento político, el resultado es una televisión que ya no representa al ciudadano sino al partido.
El daño no es sólo reputacional. Cuando un medio público legitima al poder que lo controla, deja de cumplir su función democrática. La pérdida de credibilidad, la fuga de audiencia y el descrédito institucional son consecuencia directa. En última instancia, la corporación pública se convierte en un apéndice del gobierno de turno en lugar de en un pilar de la transparencia y la pluralidad.
Como advierte el Consejo de Informativos, estos efectos repercuten en toda la ciudadanía, que demanda un medio que no esté al servicio de un bando, sino de todos los.
La televisión pública de España se halla ante un momento límite. Si no se revierte la deriva hacia la “televisión del gobierno”, el resultado será un medio sin autoridad moral, sin capacidad de supervisión del poder y sin conexión real con los ciudadanos.
Exigir que TVE deje de ser órgano de la propaganda “sanchista” y recupere su papel de pilar del servicio público es no solo legítimo: es imprescindible para la salud democrática de la sociedad española.











