El sanchismo planea eternizarse y el Tribunal Constitucional evitará que gobierne la derecha (Video de Joaquín Abad)
El Tribunal Constitucional, esa institución que debería ser el último dique de contención frente al abuso de poder, ha decidido quitarse la toga de la imparcialidad para vestir la camiseta del Gobierno. Lo que antes era un órgano de garantía hoy parece una sucursal ideológica de Moncloa, dispuesto a blindar cada movimiento del sanchismo, por discutible que sea, con el barniz de la “legalidad” constitucional.
Las últimas resoluciones no dejan lugar a dudas: el Constitucional ya no arbitra, milita. Allí donde el Ejecutivo tropieza con la ley, aparece el tribunal para despejarle el camino. Y lo hace con un descaro que avergonzaría a cualquiera que aún crea en la separación de poderes. No se trata de un mero cambio interpretativo ni de un debate jurídico legítimo: es una colonización institucional en toda regla. La toga se ha convertido en un escudo político.
La composición del tribunal explica buena parte del problema. La mayoría progresista no es fruto del azar, sino del cálculo político. Sánchez entendió muy pronto que controlar el Constitucional era tanto o más importante que controlar el Congreso. Una vez asegurada esa mayoría dócil, cualquier tropelía podía ser “constitucional” por arte de magia. La reforma exprés para renovar magistrados afines fue el paso decisivo en una estrategia de captura institucional que se disfraza de normalidad democrática.
El resultado es devastador. La ciudadanía percibe, con razón, que la justicia constitucional ya no protege los derechos, sino los intereses del Gobierno. Cuando las sentencias empiezan a oler a consigna, la legitimidad se evapora. Y sin legitimidad, el Constitucional deja de ser el guardián de la Carta Magna para convertirse en el notario complaciente del poder político.
No se trata de atacar a la justicia, sino de defenderla. Porque la verdadera amenaza a la independencia judicial no viene de la crítica pública, sino de la manipulación partidista que se ejerce desde dentro. Cada vez que el tribunal actúa como correa de transmisión del Ejecutivo, erosiona un poco más la confianza ciudadana en las instituciones y en el propio Estado de Derecho.
España necesita un Constitucional que sirva a la Constitución, no a un presidente. Que tema traicionar la letra y el espíritu de las leyes más que disgustar al Gobierno de turno. De lo contrario, lo que hoy se celebra como una victoria política será mañana una derrota institucional irreparable.
El tribunal puede seguir firmando resoluciones al dictado de la Moncloa, pero que no espere respeto. Porque cuando la toga se mancha de ideología, ya no viste a un juez: viste a un militante.,












Son revolucionarios chavistas, están al servicio de la revolución neocomunista sorosiana de 1978.
La sacrosanta prostitución de 1978 es un tumor canceroso, no hay que modificarla, hay que demolerla.
El otro día lo dijo un juez en la televisión: el Tribunal Constitucional no es poder judicial.
Entendido el panorama, ahora solo queda encontrar la solución a lo que parece ser ya una anomalía. El respetable está amansado, y sólo se atreve a votar, y sin crear problemas, aunque salga lo que salga, calla y otorga. Si no hay un Lider honrado y fiable, no hacemos nada.
Como si fuera nuevo todo esto…..Como si Catilina fuera sólo un mal recuerdo del pasado, cuando ahí está, redivivo…sin un nuevo Cicerón quele cante las cuatro, qué digo cuatro, las cuarenta catilinarias.
O tempora, o mores…
Como si fuera nuevo todo esto…..Como si Catilina fuera sólo un mal recuerdo del pasado, cuando ahí está, redivivo…sin un nuevo Cicerón que
le cante las cuatro, qué digo cuatro, las cuarenta catilinarias.
O tempora, o mores…
Al ocupa de La Moncloa no se despega ni con salfuman
Mientras que los invasores entren y campen libremente los ocupas tengan total libertad mientras a base de ayudas y subvenciones tenga contento al personal y mientras miles de parados mantenidos y sin ganas de trabajar ese ocupa esquizofrenico seguira en La Moncloa
Zp eliminó el delito de traición, Pedrete indultó a los “golpistas” catalanes y eliminó la “prevaricación” que hicieron con el dinero de los españoles que España les enrobaba y el único delito aplicable a todo es el del “oidio” para todo aquel que no “piense como yo”. Y aún dicen que Franco fue un dictador, después de casi mil checas que tuvieron entre Madrid y Barcelona.