Abascal y el error de mirar por encima del hombro
Santiago Abascal ha decidido no reunirse con Luis “Alvise” Pérez. El líder de Vox, siempre celoso de su autoridad política, ha cerrado la puerta a una cita que el creador de Se Acabó La Fiesta le había solicitado para “construir un frente común” contra el Gobierno. No habrá encuentro, ni siquiera conversación. Y en esa negativa se esconde algo más que una simple diferencia de agenda: se revela una miopía política preocupante.
El gesto de Abascal puede parecer, a primera vista, una muestra de firmeza o de coherencia ideológica. Pero en realidad es un movimiento defensivo y torpe. Vox, que nació precisamente como la alternativa a un sistema que no escuchaba, ahora se comporta como parte del sistema que rehúye escuchar a quienes lo cuestionan. En la era del populismo digital, donde la influencia no se mide en escaños sino en pantallas, negarse al diálogo equivale a ceder el terreno simbólico al adversario.
Alvise Pérez no es un actor menor: su proyecto puede carecer de estructura, pero posee lo que a Vox empieza a faltarle —efervescencia y narrativa—. Al rechazar siquiera un café político, Abascal ha regalado a Alvise la mejor munición posible: la del desprecio de las élites. “No me quieren ni escuchar”, podrá decir el agitador digital, y millones de ojos escépticos con los partidos asentirán en silencio.
El liderazgo no se demuestra solo levantando la voz en el Congreso, sino midiendo el pulso de la calle digital y los sentimientos del electorado flotante. Ahí, Vox ha perdido reflejos. Su negativa no fortalece su marca; la encierra en un marco de rigidez y orgullo. En lugar de mostrarse como el referente de una derecha capaz de integrar distintas sensibilidades, Abascal proyecta una imagen de aislamiento, de quien prefiere la pureza ideológica al riesgo del diálogo.
Tal vez en la dirección de Vox crean que reunirse con Alvise sería rebajarse. Pero en política, el desdén suele ser el primer paso hacia la irrelevancia. Negarse a hablar no protege el liderazgo: lo congela.












Estamos en un momento político crucial, y por ende, cualquier ayuda para auparse en el poder, debe ser considerada. Haciendo ascos a un posible compañero de lucha, es un tremendo error. Ese presunto compañero será, desde ahora un rival. ¿Acaso está todo calculado para que asi sea?. Esto da mala espina, o lo parece.