Los cribados, el clavo ardiendo de Mónica García
Mayte Alcaraz.- A Mónica García Gómez se le pilla enseguida. Es que no lo puede evitar. Allí donde huele sangre política y alguna oportunidad de instrumentalizar un problema, por mucho que haya que hozar en el populismo más barato, allí que va de cabeza nuestra ministra de Sanidad. Con cero competencias, nulas obligaciones y terror absoluto a que su jefa Yolanda y su partido Sumar sea enterrado en las próximas elecciones y ella tenga que volver al tajo de anestesista, está a la rebatiña de cualquier clavo ardiendo al que agarrarse para salir de la inanidad y rascar algún voto despistado. Su último salto a la fama es intentar sacar partido de los errores –por lo demás injustificables– de los cribados en la detección del cáncer de mamá en Andalucía. A Mónica le gustan las empresas más obscenas: aprovecharse del sufrimiento de las mujeres a las que inexplicablemente el servicio andaluz de salud no informó de sus resultados radiológicos.
De golpe, la ministra de Sumar sufre una repentina necesidad por conocer los datos de cribados sanitarios de las comunidades autónomas que gobierna el PP. Es una lástima que nunca haya mostrado el más mínimo interés por las pruebas oncológicas, ni por los recursos con los que cuentan las comunidades, ni por la financiación sanitaria, ni por la ordenación de transferencias que ha abierto desigualdades entre comunidades difícilmente defendibles cuando hablamos de salud pública, ni haya conseguido un Estatuto marco para los médicos; solo ahora, con las elecciones andaluzas a la vuelta de la esquina, ha decidido levantar la pancarta para desacreditar a Juanma Moreno y evitar que dé a la izquierda otro revolcón electoral. Hace unos días los rifirrafes de las comunidades del PP y el Ministerio de Sanidad llevaron a los consejeros de Sanidad a abandonar el Consejo Interterritorial de Salud. Mal por las dos partes: los responsables autonómicos, por no guardar la institucionalidad a la que están obligados, pero también por García, que ha aprovechado este foro para usarlo de forma ideológica, hurtar información que está obligada a compartir con los consejeros y sacar partido para los intereses del Gobierno. Y cuando digo Gobierno, me refiero al oportunismo electoral que un caso como el de los cribados pudiera tener para PSOE y Sumar. Después de los pellets, la dana, los incendios, ahora toca la salud pública como mercancía política.
García pide a toda costa los datos de los cribados que, por ley, no puede recibir, puesto que guardan datos protegibles de las pacientes. De hecho, la custodia de estos resultados prohíbe facilitarlos con nombre y apellidos. Sin embargo, la ministra de Sanidad ha mordido ese hueso y no quiere soltarlo. Y luego el foco lo pondrá en la Comunidad de Madrid, dado que sigue supurando por la herida de creerse la némesis de Isabel Díaz Ayuso. Contra ella en la Asamblea adquirió el protagonismo que la llevó a sentarse en el Consejo de Ministros como cuota de Sumar. Ahora bien, a la titular de Sanidad se le ve el plumero y, para su desgracia, tiene la rara habilidad de que cuando habla sube el pan.
La delegada de Errejón –al que tapó– estrenó su antología de disparates en plena pandemia cuando apuntó con su mano simulando que disparaba al consejero del PP, Javier Fernández-Lasquetty. Pero lo mejor vendría después: justificó el gesto en los problemas de artrosis que padecía para luego reconocer que su feo comportamiento no se debió a su tullimiento físico, sino a su irrefrenable vehemencia. Porque lo escandaloso de Mónica suele residir no solo en lo que hace o dice sino en cómo lo justifica. Así ocurrió también el día que la Asamblea le tuvo que notificar que devolviera 13.000 euros cobrados indebidamente como diputada autonómica, mientras estaba de baja como médica por un problema en un brazo. Desde 2015, la portavoz de Más Madrid había compatibilizado su escaño parlamentario con su trabajo como anestesista en el Hospital 12 de octubre, hasta que fue pillada y pidió la excedencia como galena para dedicarse enteramente a Madrid.
El último charco en el que chapoteó, antes de los cribados, fue al tenerse que tragar sus palabras contra el vicepresidente de la Comunidad, Enrique Ossorio, por haber cobrado el bono térmico destinado por el Gobierno de Pedro Sánchez, entre otras categorías, a familias numerosas sin límite de rentas. Después de pedir su cese, El Debate publicó que ella también lo percibía como madre de dos niños y una niña. De nuevo aquí miró al empedrado, en este caso, a su marido Enrique Montañés al que responsabilizó de la economía doméstica. Su disculpa fue que ella no sabía que lo ingresaban en su cuenta común, donde tenía ahorrados 117.580 euros, según la declaración de bienes.
Ahora la izquierda ha tocado a rebato en Andalucía. Y Mónica García es su brazo armado, ya que puede utilizar toda la maquinaria administrativa de su Ministerio. La proximidad del temido momento de tenerse que bajar del coche oficial y de la nómina de ministra la tiene muy desazonada. No la salud de las andaluzas, no la denuncia razonada de una praxis lamentable en los análisis oncológicos. No. En breve, guardará la pancarta sanitaria, como ha escondido en el armario la pañoleta palestina. Y hasta la próxima.













Ná…..menudencias. Por la pasta, hay que agarrarse a un clavo ardiendo y hasta tragar sapos