Ángel Víctor Torres, entre los fantasmas del pasado y los sumarios del presente
Mayte Alcaraz.- Ángel Víctor Torres (Arucas, Las Palmas, 58 años) quiere volver a su tierra, Canarias. Y a poder ser impoluto, no imputado, y habiendo hecho todo lo que su jefe le ha pedido, cosa que es como querer atar a las moscas por el rabo. Lo último, atizarle con la Ley de Memoria Democrática a la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid desde que un socialista, Joaquín Leguina, lo decidió allá por 1985. Él también dice ser socialista, pero realmente es sanchista, muy sanchista. Tanto que aceptó el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, uno de los más sectarios del Ejecutivo, como premio de consolación por no haber podido obtener mayoría para reeditar su Gobierno en Canarias. Ahora no hace otra cosa que intentar colocarle una placa a ese edificio singular, que tiene casi tres siglos, para hacerle pagar no que durante unos años fuera la Dirección General de Seguridad, sino que albergue el despacho de la gran enemiga de Moncloa: Isabel Díaz Ayuso.
En la legislatura del cupo fiscal catalán, de las concesiones socialistas a los separatistas y de la insolidaridad alentada por el Gobierno en favor de los partidos nacionalistas que le sostienen, el ministro que debería dedicar las 24 horas del día a acordar un sistema justo de financiación autonómica que lleva caducado 16 años, desde tiempos de Zapatero, resulta que gasta todas sus energías en esquivar una suerte de espada de Damocles en forma de denuncias de su tocayo Víctor de Aldama, el comisionista del caso Koldo, que asegura que el ministro al que los compinches de la trama llamaban Rudolph, le reclamó cuando era barón canario, a través del chófer de Ábalos, una comisión de 50.000 euros por la adjudicación de material sanitario a la empresa Soluciones de Gestión durante la pandemia, a la sazón, epicentro de las mordidas. En las conversaciones de Aldama y Koldo, volcadas por la UCO, el primero le dice al hombre para todo de Ábalos que Torres «es muy importante y nos debe una grandísima».
El intermediario se refiere a las gestiones que habría realizado con anterioridad facilitando pisos para encuentros de diversa naturaleza en los que participaba Torres junto a otras personas, al más puro estilo Ábalos. Citas que se desarrollaban recurrentemente en un piso de la calle Atocha, según Aldama. El aludido lo ha negado por activa y por pasiva, dentro y fuera de sede parlamentaria. Sobre todo, ha aducido que en los días señalados por Aldama estaba en Canarias. Los medios que han analizado su agenda han comprobado que en esos días estaba en un acto político en Fuenlabrada, lo cual no tiene por qué prejuzgar nada, pero la duda sigue pesando sobre él. Otra más.
Cuando asegura que pasa mucho tiempo en su tierra, no le falta razón. De hecho, más de sesenta días de lo que va de año los ha pasado en las islas, haciendo coincidir sus fines de semana con actos políticos, que no institucionales, en su adorada Gran Canaria. Este jueves coincidió con Baltasar Garzón para vocear en un acto «el valor de la memoria». Depende de cuál, claro. Lo cierto es que suele tener una nutrida agenda autonómica los jueves, viernes y lunes, lo que le permite pernoctar los fines de semana largos en su casa. Allí tiene a su mujer, psicóloga de profesión y con cargo en el Ayuntamiento de Arucas, donde se conoció la pareja, y a su único hijo.
Este licenciado en Filología Hispánica y profesor de instituto hasta que con 33 años entró en política como concejal de su pueblo grancanario y alcalde después, acaba de pasar un momento personal difícil, tras ser diagnosticado de un tumor, del que ha sido operado con éxito y del que se recupera felizmente. No obstante, sigue sin estar tranquilo políticamente ante el inminente informe de la UCO, que podría estar a punto de ser entregado al juez Leopoldo Puente. Cuando la red corrupta intentó ampliar su radio de acción lo hizo en aquellos territorios donde el presidente autonómico era fiel militante sanchista. Cuando a Torres le preguntaron en la comisión del Congreso sobre sus contratos de mascarillas con Koldo dijo que no recordaba relaciones con los empresarios salpicados. Luego tuvo que desdecirse en el Senado; no había hablado con el guardaespaldas de Ábalos de mascarillas, pero sí de los test sanitarios de PCR. De hecho, bajo su mandato el servicio canario de Salud pagó 6,8 millones por mascarillas y la mayoría no cumplió con los requisitos sanitarios.
Torres, que jugó en el equipo de futbol del Arucas, lo ha sido todo en la política canaria. Concejal, alcalde, jefe de la oposición, vicepresidente primero y presidente en 2019 hasta que, en las elecciones de 2023, un acuerdo entre la Coalición Canaria de Fernando Clavijo y el PP le desalojaron del poder, tras haber ganado las autonómicas. Cuando perdió la presidencia, Sánchez quiso recompensarlo incluyéndolo en las listas nacionales del 23 de julio, pero Torres prefirió quedarse unos meses en la oposición canaria y desde allí rindió servicios cruciales a su jefe. Él fue el que negoció y consiguió el voto del diputado de CC en la investidura de Sánchez y el apoyo en el Congreso de este partido a todas sus leyes, excepto a la peor, la de amnistía. Así que, en la conformación del nuevo Ejecutivo, el presidente no dudó en nombrarlo ministro. Sin embargo, Torres no oculta que quiere volver a ser jefe insular después de los comicios de 2027.
La fama de buen gestor que le reconocen sus compañeros se debe a que le tocó decidir sobre un terrible incendio forestal en su Gran Canaria, la quiebra de uno de los touroperadores más importantes para el archipiélago, Thomas Cook, además de la pandemia y la erupción del volcán de La Palma. Sin embargo, en su debe está que las ayudas prometidas en las reiteradas y propagandísticas visitas del líder de Ferraz a esa devastada isla, no han llegado a la gente y su última contribución al sanchismo, que no a España, fue desentenderse del problema de los menores no acompañados que llegan a las islas. Aún hoy los canarios se lo reprochan.
Ahora Pedro Sánchez le emplea en perseguir fantasmas de nuestro pasado. Y, a ser posible, en esquivar sumarios de nuestro presente.











