La “pinza PSOE-Vox” en Extremadura y un objetivo táctico: obstaculizar al Gobierno autonómico y escalar en visibilidad a cualquier precio
Ignacio Andrade.- En la comunidad extremeña se está gestando un juego político peligroso: la aparente connivencia entre el PSOE y Vox, que podríamos denominar “pinza PSOE-Vox”, no sólo debilita a sus propios bandos sino que deja en entredicho la responsabilidad de la izquierda y del partido verde frente a los ciudadanos. Desde luego, no se trata de dos fuerzas que actúen por convicción conjunta hacia el bien común —al menos eso no parece— sino de dos formaciones que comparten un objetivo táctico: obstaculizar al Gobierno autonómico y escalar en visibilidad a cualquier precio.
La estrategia del bloqueo
Varios hechos recientes ponen de manifiesto esta dinámica. En la negociación de los presupuestos de 2025 de la región, el PSOE y Vox aparecen unidos, aunque de facto, para tumbar o botar la iniciativa del gobierno de la María Guardiola. Se señala que el PSOE habría negociado enmiendas con ambos lados del hemiciclo —el Gobierno y Vox— con la única finalidad de evitar mayorías claras y generar caos político.
Resulta llamativo que, en una comunidad que necesita estabilidad y concreción, las dos fuerzas principales de oposición prefieran el teatro de la polarización que el acto de legislar.
La consejera de Hacienda acusó al PSOE de exigir la retirada de enmiendas para impedir que se formase una mayoría de Gobierno frente a Vox, aludiendo a la amenaza de una “pinza”.
En otras palabras, el PSOE admite que negocia no para gobernar, sino para obstaculizar. Esto, lejos de ser una estrategia honesta de oposición responsable, demuestra una actitud que prioriza la confrontación por encima de las políticas públicas.
¿Por qué colabora Vox?
Desde el lado de Vox, el partido se erige en víctima de una supuesta maniobra del PSOE. Al mismo tiempo, sin embargo, abraza esa alianza de facto con la idea de tumbar presupuestos y construir un espacio de confrontación. Por ejemplo, Vox cargó contra el PSOE por las “irregularidades contables” heredadas y criticó al Gobierno por haber negociado con los socialistas.
Lo paradójico es que si el PSOE y Vox estuvieran en posiciones radicalmente opuestas ideológicamente —como se proclama— su interés conjunto, en este caso cerrar el paso al Gobierno regional, hace que sus líneas reales de actuación converjan. Y eso demuestra que lo que les mueve no es tanto la coherencia ideológica como el juego de sillas electorales.
La gran pregunta es: ¿qué ganan los extremeños con esta supuesta “pinza”? La respuesta resulta cruda: muy poco.
De un lado, se paraliza la capacidad de legislar: con presupuestos prorrogados, con enmiendas sin acuerdo, extrema fragilidad para aprobar reformas.
Por otra parte, se alimenta la desconfianza: si los partidos de oposición se dedican a pactar entre bambalinas o a boicotear al Gobierno por puro interés partidista, la ciudadanía percibe que la política deja de ser servicio público para convertirse en espectáculo.
Por si fuera poco, se abandona el interés general. Cuando la prioridad es bloquear en lugar de construir, la inversión, la sanidad, la educación y las infraestructuras quedan en segundo plano frente al arma electoral.
Sin embargo, los hechos muestran que mientras lanza ese mensaje, actúa como si fuera un aliado táctico de Vox para alcanzar sus propósitos partidistas. Esta doble cara le resta toda credibilidad. Si un partido se define como progresista, debe mantener una coherencia que vaya más allá del etiquetado: o bien gobernar o bien ejercer una oposición responsable, pero no plegarse a maniobras que benefician a quienes precisamente representan lo contrario de sus valores declarados.
Crítica a Vox: la trampa del conflicto constante
Por su parte, Vox se beneficia del caos: cada conflicto parlamentario, cada veto presupuestario, cada moción de censura frustrada se convierte en una victoria comunicativa. Pero esa victoria vacía es peligrosa: convierte la política en un juego de destrucción en vez de construcción. Cuando un partido prefiere la crispación al diálogo, cuando se jacta de ser la solución porque es “contraria a todo lo que hacen los demás”, está renunciando a la responsabilidad que la democracia exige.
Extremadura necesita liderazgo, no obstrucción. Necesita que los partidos tomen decisiones profundas, no exhibiciones superficiales. Si el PSOE y Vox siguen con esta “pinza”, ambos se disparan el pie y arrastran consigo a una comunidad que ya ha sufrido demasiado por la falta de estabilidad y por las promesas incumplidas.
Si tenemos que elegir entre discursos y miradas al calendario electoral, o entre políticas que funcionen y gobierno que opere, la decisión debería estar clara: optar por lo segundo. Pero mientras los partidos juegan, los ciudadanos se quedan esperando. Y en política, esperar significa perder.












