La incoherencia del progreso: amar a los toros, odiar al feto
Hay una contradicción que se pasea por nuestras plazas morales con la misma elegancia hipócrita con la que algunos posan sus convicciones en redes sociales. Se llama doble moral, y se nota especialmente en quienes defienden con pasión el derecho al aborto mientras condenan con furia la tauromaquia.
Los mismos que gritan “¡asesino!” a un torero, aplauden al unísono cuando una ley permite terminar con la vida de un ser humano en gestación. ¿Qué lógica sostiene esta diferencia? ¿Qué hace que un toro de 500 kilos merezca más compasión que un feto de 20 gramos?
No se trata aquí de defender la tauromaquia per se, ni de atacar los derechos reproductivos. Se trata de coherencia moral, de aplicar el mismo rasero ético al sufrimiento y al valor de la vida. Si el argumento es el dolor, habría que recordar que un feto desarrolla sistema nervioso antes de los plazos en los que muchos abortos se practican. Si el argumento es la libertad, ¿por qué no se reconoce también la libertad de quienes eligen mantener su tradición cultural, aunque no nos guste?
En el fondo, la causa animalista y el feminismo radical chocan en su propia base ética: ambos apelan a la compasión, pero la aplican selectivamente. Se llora por el toro en la plaza, pero se celebra el aborto como una victoria social. Se exige empatía hacia un animal, pero se niega humanidad a un embrión.
Quizá el problema no sea el toro ni el feto, sino la necesidad moderna de sentirnos moralmente superiores, de tener una causa limpia y fotogénica para exhibir en redes. La coherencia, sin embargo, no es tan viral.
Y mientras tanto, seguimos en la contradicción: se llora por el toro muerto en la arena mientras se brinda por el feto muerto en el vientre.
La coherencia moral, parece, no da “likes”.












Es la aparente incoherencia del mal, arbitrario, inconsistente, discordante, que banaliza lo que en su propósito es un objetivo a destruir en un relativismo infernal.
Es el odio esencial al ser humano creado por Dios a Su Imagen y Semejanza que intenta convertir en un ciborg a su servicio capaz de las mayores aberraciones ..Como ésta.
Nunca habrán argumentos, para destruir la vida de un nonato. Solo los egoismos , los miedos al qué dirán o las vergüenzas inconfesables, serán excusas para cometer un asesinato. que en todos los casos, devengará impune. Quizá ese ser, al que se le priva de vivir, si prosperara vivo, a lo mejor, quizá fuera una lumbrera de salvación para mucha gente….nunca se sabe. El Humano, en su ceguera, es miope, cavando sus propias tumbas
Visto así, como Vd. expone al referirse al ser humano que podría haber sido, y que ya no será, es mucho más grave : es ir contra la Voluntad de Dios, que es la es la que mueve el mundo, y con ellol la vida. Esa vida que no podrá gozar de Su Presencia, que es para lo que, en Su infinito Amor, había creado. .