AD. Barcelona vivió este 12 de octubre una jornada de profunda emoción patriótica y religiosa con motivo del Día de la Hispanidad. En un gesto de afirmación cultural y espiritual, diversas asociaciones cívico-militares protagonizaron una procesión por las calles del centro de la ciudad, portando la imagen de la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad.

La marcha fue encabezada por un abanderado de uniforme que portaba con solemnidad la enseña nacional, seguido por un piquete de honores compuesto por veteranos de los Ejércitos de España: Paracaidistas, Regulares y miembros de la Legión Española. Su presencia, marcial y respetuosa, evocaba el compromiso histórico de las Fuerzas Armadas con la defensa de la fe y la patria.

La imagen de la Virgen, ricamente adornada con un manto de flores, era llevada por veteranos que, con paso firme y recogido, la escoltaban por las arterias de la ciudad. A ambos lados, dos jóvenes bolivianas vestidas con trajes típicos de su país portaban las banderas de Bolivia, simbolizando el hermanamiento entre pueblos hispánicos unidos por la fe y la historia.

Sin duda uno de los protagonistas de la jornada fue el sacerdote Custodio Ballester, juzgado recientemente en Málaga por alertar sobre el yihadismo radical, que recibió el cariño y la admiración de los congregados por su compromiso ético con España y la Cristiandad.

Entre gritos de “valiente, valiente” y “Padre, amigo, España está contigo”, el Padre Custodio recibió abrazos y compartió decenas de selfies.

Elogiamos hoy la valentía del cura que, sin armas ni escudos, enfrenta cada día las batallas por la identidad cristiana de España.

Su fuerza nace de la fe y su coraje del servicio. En cada gesto de entrega, se revela la nobleza de un corazón que no se rinde.

Ser cura valiente es creer cuando todo parece oscuro, amar sin límites y servir sin esperar recompensa.

A ese valor sereno y humilde, hoy Barcelona ha rendido su más profundo reconocimiento.

El padre Custodio Ballester impartió una solemne bendición a la imagen antes de acompañar la comitiva hasta la emblemática plaza de Cataluña. A lo largo del recorrido, los vítores a Bolivia y a España se sucedían entre los asistentes, que respondían con aplausos y cánticos al paso de la santa imagen.

La procesión no solo fue un acto de devoción mariana, sino también una afirmación de los lazos espirituales y culturales que unen a las naciones hispánicas. En tiempos de confusión y corrupción independentista, Barcelona volvió a ser testigo de una manifestación de fe, tradición y unidad hispánica que no se resigna a desaparecer.