El Premio Nobel de la Paz concedido a Corina Machado pone aún más al descubierto la infamia del Gobierno de Sánchez
Álvaro Galán. – El 10 de octubre de 2025, María Corina Machado, líder opositora venezolana, recibió el Premio Nobel de la Paz “por su incansable labor para la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de una dictadura a una democracia”.
Mientras buena parte de la comunidad internacional celebra este reconocimiento como un símbolo del valor cívico y la resistencia democrática, en España se ha instalado un silencio incómodo: el del Gobierno de Pedro Sánchez. Ni el presidente ni sus ministros han felicitado oficialmente a Machado por este Nobel.
Este mutismo no es solo una omisión protocolaria: es un mensaje político cargado de implicaciones.
La falta de una felicitación pública sugiere que el Gobierno puede estar evaluando sus relaciones exteriores, en particular con Venezuela, desde una óptica pragmática más que ética. Es conocido el papel mediador y los contactos que han tenido miembros del PSOE, entre ellos José Luis Rodríguez Zapatero, con el narcorégimen de Nicolás Maduro.
Hipoteca moral
Cuando un Estado democrático elige el silencio ante un acto que celebra la democracia ajena, se juega su propia autoridad moral. España, que históricamente se ha vanagloriado de defender los derechos humanos, la libertad y la democracia, parece dudar de si esos valores deben aplicarse sin ambages cuando generan conflictos con dictaduras de izquierda.
Las reacciones críticas no se han hecho esperar:
El Partido Popular ha denunciado el silencio del Ejecutivo como “un silencio atronador” y lo ha vinculado a los “intereses económicos” de Zapatero en Venezuela.
Otros socialistas regionales, como Emiliano García-Page, han roto la línea oficial felicitando públicamente a Machado, lo que evidencia que el silencio no es unánime dentro del PSOE.-
Desde Moncloa se ha justificado el mutismo diciendo que “no siempre felicitamos a todo el mundo”.
También se recuerda que España “trabajó intensamente” para que Machado fuera liberada cuando estuvo presa.
Pero esos argumentos son deficientes:
Decir que “no siempre felicitamos” es una respuesta genérica que evita el reto político de reconocer compromisos democráticos cuando estos tienen una dimensión internacional clara.
Reconocer que se intervino para ayudar a Machado no sustituye un reconocimiento público del valor de su lucha, ni responde al mensaje que manda este silencio.
El silencio del Gobierno de Pedro Sánchez ante el Nobel de la Paz para María Corina Machado no es una neutralidad diplomática: es una elección. Y es una elección que dice mucho más de lo que aparenta. Callar en este contexto significa permitir que los principios democráticos sean postergados por consideraciones ideológicas. Esa actitud erosiona la autoridad moral de España en el mundo y desdibuja su compromiso con la libertad.
Si un país que se considera garante de la democracia rehúye pronunciarse sobre alguien que ha sido reconocido internacionalmente por defenderla, ¿a qué estamos dispuestos cuando la democracia sufra en terceros países? El silencio no es inocente: es una confesión de prioridades.













Desgraciadamente, estos nuestros gobernantes, dejan -nos dejan- a los españoles, con el culo al aire. ¡ Qué vergüenza !
No le quería soltar la mano a Trump. Digo el maquiavelo sánchez en Egipto.
Perro no come perro. Nunca !