Hacia un entendimiento de PP y Vox
Francisco J. Contreras.- El discurso de Feijóo en Murcia el fin de semana pasado puede haber supuesto un punto de inflexión en la política española. Durante mucho tiempo pudo decirse que «el PP es el PSOE con diez años de retraso»; ahora, por primera vez, «el PP es Vox con diez años de retraso». Pues, en efecto, las propuestas de Murcia se parecen mucho a las del Vox de hace unos años: derecho de toda nación a regular su inmigración («decidir quién entra, cómo y para qué»); prioridad a la de origen hispánico; devolución de los menas a sus familias y países de origen…
El PP es un partido tecnocrático (lo suyo es la gestión) e ideológicamente tenue; de ahí su tendencia a orientarse hacia el viento cultural dominante. Durante décadas ese viento vino de la izquierda, lo cual explica que Rajoy no derogase una sola de las leyes ideológicas de Zapatero y que el PP hiciese suya una versión apenas descafeinada del vademécum woke sobre género, «emergencia climática», etc.
Que la brújula pepera haya cambiado de dirección significa que algo importante está cambiando en España y Europa. La izquierda está a la defensiva; la derecha tiene el momentum y progresa sobre todo entre los más jóvenes. Esta inflexión histórica parece relacionada con el malestar que suscita la inmigración masiva, pero también con los excesos de una izquierda que ha llevado el ‘wokismo’ hasta la «locura de las masas» (Douglas Murray), la guerra de sexos, la criminalización de la masculinidad y la negación de realidades biológicas elementales (los hombres no pueden quedarse embarazados: hace unos años me suspendieron la cuenta de Twitter por decir esto).
El daño que ha hecho la izquierda sólo podrá ser revertido por una gran derecha que aplique por primera vez una política migratoria y energética razonable, restablezca el pleno Estado de derecho (devolviendo el CGPJ a los jueces, por ejemplo), reduzca burocracia e impuestos y redimensione las pensiones y el Estado del bienestar. También es esencial plantar cara al suicidio demográfico, el elefante en la habitación, cosa que no podrá hacerse sin una fuerte pedagogía estatal pro-matrimonio y pro-natalidad, ni sin el desmontaje del feminismo radical como doctrina de Estado. Y esa gran derecha sólo puede consistir en una coalición –postelectoral, desde luego– entre el PP y Vox. Lo dicen los números demoscópicos: ninguno de los dos alcanzará la mayoría absoluta.
El entendimiento debería llegar de manera natural si PP y Vox anteponen el interés nacional al de partido. No está garantizado que vaya a ocurrir. En el PP persistirá el tropismo centrista, la tentación del gobierno monocolor, aunque sea en minoría, o incluso la del pacto con el PSOE. También parece persistir la visión del electorado de Vox como hijo descarriado que tarde o temprano tendrá que regresar al PP (es infundada: Vox está aquí para quedarse).
Y en Vox puede darse la tentación antisistema: postularse como la única alternativa al «régimen bipartidista» (también llamado últimamente «régimen del 78»: a saber, la Constitución), negándose de hecho a pactar con el PP y empujando a este a algún tipo de acuerdo con el PSOE.
Pero España necesita una política liberal-conservadora razonable ya, no dentro de diez años, cuando haya «muerto el bipartidismo». Dentro de diez años será tarde para todo. Un PP realmente convencido del cambio epocal y un Vox retornado a su inspiración liberal-conservadora de los comienzos podrían resultar eficazmente complementarios: la obligación de cooperar podría curar al PP de su histórico complejo de inferioridad moral frente a la izquierda, y a Vox del peligro de radicalización (actitudes antisistema, demonización de la UE y esbozo de un ”wokismo’ de derechas’ que en vez de enfrentar a los sexos o las razas enemiste «al pueblo con las élites», a los jóvenes con los boomers o a los nativos con los inmigrantes).
Los partidos no son un fin en sí mismo, sino instrumentos para servir al país. Se acerca el momento en que haya que demostrar que no se trata sólo de un eslogan.
*Francisco J. Contreras es catedrático de Filosofía del Derecho y diputado de Vox por Sevilla












Necesario no. OBLIGATORIO.