Héroe nacional, Gigantes y Ciudad Imperial (II)
Consuegra es un municipio de la provincia de Toledo de los más antiguos de la región, testigo del paso de distintas civilizaciones. Asentamiento de los primeros pueblos carpetanos formando un poblado celtíbero sobre el cerro Calderico, dedicado principalmente a la ganadería y comercio de los productos derivados de la misma. Más tarde llegarían los romanos y con ello el abandono del cerro, constituyendo en la llanura la base de la ciudad de Consabura. Tras la caída del Imperio Romano, pasarían por estas tierras el pueblo germano visogodo y, posteriormente, el musulmán. Pero de estas épocas parece haber escasas evidencias ya que Consuegra perdió mucha población durante estos periodos en favor de otros territorios. Y no fue hasta los tiempos de la Reconquista en que de nuevo resurge como zona estratégica en episodios bélicos a finales del siglo XI.
Sobre aquel pequeño terreno de historia nos plantamos con la intención de ver sus famosos molinos, símbolos de Consuegra y de La Mancha, coronando el cerro donde se asentaran sus primeros pobladores conocidos. Aquellos gigantes blancos de largos brazos se elevaban antes nuestras miradas – siento mientras grafío este encuentro que el libro que tengo ante mí se contorsiona con tensión, como si se preparara a desenvainar su acero. Tal vez me esté contagiando de la locura de su hidalgo protagonista. – Se trata de uno de los conjuntos de gigantes, perdón, de molinos más grandes y mejor conservados de España. Se erigen en elevado con el fin de aprovechar mejor las corrientes de aire, teniendo alguno de ellos una antigüedad de unos cinco siglos.
En aquel enclave nos encontramos con una edificación aún más antigua, pero igualmente con apariencia de haber salido de un libro de caballería y, por tanto, no menos atractiva a los ojos de cualquier soñador. Se trata del Castillo de Consuegra, con unos nada despreciables 800 años largos, esta fortaleza se remonta a la época musulmana del siglo X, aunque el aspecto que luce ante sus visitantes es resultado de la obra de arquitectura militar de los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén.
Desafortunadamente esta era más una visita de paso que otra cosa. No debido a falta de interés sino de tiempo, pues el resto de delegaciones de Héroes de Cavite nos esperaban en la capital de la provincia y, muy a nuestro pesar, el tiempo apremiaba. Así que tuvimos que despertar de nuestros sueños de relucientes armaduras, castillos inexpugnables y gigantescas figuras y proseguir el camino marcado.
Tras salir de nuestras ensoñaciones, pronto percibimos que no estamos solos. A nuestra derecha surgía la fluvial muralla que parecía seguir cautelosa los pasos de los nuevos forasteros llegados desde el sur. Y a la izquierda, no menos vigilante, se alzaba el Alcázar. En nosotros nacía una emoción contenida, estábamos en Toledo.
Minutos después nos encontrábamos con diversas delegaciones de Héroes de Cavite de distintos puntos de España, un grupo de aficionados y apasionados de la historia, dependiendo del nivel de fervor, que aquella noche nos adentraríamos en una pequeña y artificial ciudad medieval Con nuestras viandas en mano, para cenar antes del espectáculo al que asistiríamos, pusimos rumbo a tan sonado parque temático.
Tras una pequeña confusión con los asientos, contemplábamos atónitos el tamaño del escenario en el que, bordeado por lo que sería la representación del Tajo, se nos presentaría un resumen de la historia de la ciudad de Toledo. Llevados por el fluir de las aguas del río estuvimos en el Toledo visigodo, el Tulaytulah de la invasión árabe y el Toledo de la Reconquista cristiana. Un espectáculo tremendamente visual, lleno de luces, fuego, música, bailes y artificios. Un gran trabajo sin duda, con un gran mérito y mucho dinero detrás, qué duda cabe… Pero, a mi parecer, un espectáculo de masas, en definitiva. Y con esa idea en mi cabeza volvimos a nuestro alojamiento. La mañana siguiente prometía más ostentosas exhibiciones.
El propio cansancio, las experiencias del día, la expectación y posterior desencanto, no me permitieron tener un encuentro profundo y reparador con Hipnos. A la mañana siguiente nos esperaba una continuación de la noche previa, pero bajo la indiscreta luz del día. O debiera decir, bajo el cálido y asfixiante abrazo del sol.
El día comenzó con un buen desayuno, con unas tostadas con tomate, y continuo con el despiste de quien es joven y está pensando más en el amor que en encuentros de locos por la historia. Seguro recordaran quienes componíamos el grupo. Cuando ya íbamos de camino a los eventos diurnos del parque temático, tuvimos que dar la vuelta por un olvido de entradas… Con prisas y corriendo, yo estaba ya casi sin aliento – nota mental: hay que ponerse en forma – entramos a la primera sala. Puesta en escena impecable, todo muy grandioso, con un Lope de Vega, además de escritor, acróbata y un baile final que me resultó chocante, la verdad. La fórmula de la danza se repitió en más de un escenario y ya no sabía si estaba dentro de una película del archiconocido estudio de animación anglosajón. No digo que no fuera bonito y desempeñado con mucho arte, que sí, pero por momentos esperaba que salieran a escena animales parlante. Así recorrimos el recinto en busca de las distintas representaciones que no son, ni más ni menos, si no una escenificación de parte de la historia española y de personajes ilustres de la misma. El momento más crítico para mí. La exhibición de aves rapaces. ¡Ay! Con lo que me gusta a mí ver pájaros en vuelo y lo poco que lo pude disfrutar. A pleno sol, sin una pizca de techado en el que resguardarse, la vasodilatación y mi escasa adaptación a la consecuente bajada de tensión arterial hizo de las suyas. A partir de aquí pasé de esperar danzar junto a animales a un camino de tormento. El momento que recuerdo con menos indiferencia, hasta con algo de ilusión, la atracción en que por unos instantes nos sumergimos en las entrañas de un barco y fuimos parte de la tripulación.
En definitiva, no quiero dar a entender que tal lugar no merece ser visitado. Al contrario, creo que tiene mucho mérito lo que allí se hace. Y se lleva a cabo con gran profesionalidad. Sin duda un pequeño espacio (pequeño es totalmente irónico) para la historia, con mucha carga de divertimento y tal vez, poca de profundidad o al menos, no tanta como me hubiera preferido. Muy enfocado al disfrute familiar. Sin embargo, me gustó mucho la espectacularidad en general de la que uno es testigo, pero lo hubiera disfrutado más con un enfoque más épico y adulto. Pero es lo que es y está pesado para lo que es. En cualquier caso, es de gran mérito y de agradecer que una persona extranjera, pues el parque pertenece a manos foráneas, haya puesto la historia de España al alcance de vulgo y de una manera amena, pues es, sin duda, una forma de despertar la curiosidad de la gente. Una pena que ningún español haya tenido la iniciativa, ni el dinero claro, para hacer algo así.
Al final de la tarde volvimos a nuestro alojamiento. Por la noche teníamos una visita a la Catedral mostrada con una suerte de juego de luces en su interior. Pero mi mente y mi cuerpo habían sido suficientemente deslumbrados y hay que saber cuando te piden hacer una pausa. Así que cedí la entrada a otra compañera y me metí en el sobre esperando el día siguiente. Día en el que nos aguardaba la visita por la auténtica Toledo, esa que se eleva orgullosa y altiva.











