Ada Colau y la hipocresía militante: del “No a los militares” al apoyo a provocaciones navales ideologizadas
Álvaro Galán. +- Ada Colau, esa figura que durante años ha vendido una imagen de “pacifista comprometida” y de “referente moral de la nueva política”, lleva tiempo cultivando una hipocresía política tan grosera que ya cuesta ignorarla. Su última exhibición de incoherencia —o cinismo, según se mire— es su apoyo público a la llamada Flotilla de la Libertad, un espectáculo político disfrazado de misión humanitaria que, en la práctica, sirve para provocar una respuesta militar de Israel y alimentar la narrativa victimista que tanto gusta a ciertos sectores de la izquierda radical.
Mientras en casa Colau se lleva las manos a la cabeza por la presencia del Ejército español en un salón de educación —como si los uniformes fuesen una amenaza para los jóvenes—, en el escenario internacional aplaude con entusiasmo a un grupo de activistas que, sin ningún mandato democrático ni respaldo institucional, se lanza a aguas bloqueadas para forzar un enfrentamiento con una marina armada. ¿Dónde quedó el pacifismo? ¿En qué momento defender la vida y la desmilitarización se convirtió en justificar maniobras arriesgadas con una clara intención política?
Lo cierto es que Colau no es pacifista. Es selectivamente pacifista. Su rechazo a lo militar no es ético ni universal, es puramente ideológico: si el uniforme lo lleva un soldado español o de la OTAN, es opresión; si lo lleva un miliciano pro-palestino, es resistencia. Este doble rasero, tan burdo como evidente, desnuda lo que realmente hay detrás de su discurso: postureo político, dogmatismo y una total falta de coherencia moral.
¿Y qué decir de su blanqueamiento constante de Hamás y otros actores islamistas? Bajo la bandera de la “solidaridad con Palestina”, Colau no duda en sumarse a iniciativas que, lejos de buscar la paz o una solución realista al conflicto, solo sirven para avivar el fuego, legitimar a grupos totalitarios y convertir la política exterior en una caricatura ideológica. Apoyar a la Flotilla de la Libertad no es un acto de valentía: es irresponsable, es provocador, y es profundamente hipócrita para alguien que presume de querer un mundo sin ejércitos.
Si Colau fuera coherente con sus principios, denunciaría cualquier forma de militarismo, venga de donde venga. Pero no. Prefiere condenar al ejército español —democrático, regulado y bajo control civil— mientras hace la vista gorda ante actores autoritarios, islamistas o violentos si estos encajan con su relato. Esa no es la actitud de una pacifista. Es la actitud de una propagandista.
En definitiva, Ada Colau representa ese tipo de política hueca que se esconde tras grandes palabras y causas nobles, pero que a la hora de la verdad cae en contradicciones, oportunismo y dogmatismo. Ha pasado de denunciar los desahucios a bendecir provocaciones internacionales con riesgo de conflicto armado. Todo, por supuesto, envuelto en una superioridad moral que ya no engaña a nadie —o al menos, a nadie que aún se tome la ética en serio.












Ada Colau siempre ha sido una separata que odia a nuestras fuerzas armadas,por ser españolas.y las vetó en congresos ectc. Ahora se sube a un buque de la Armada española. Qué se vaya al cuerno…Estos elementos antiespañoles nos sobran. a ver si si va y no vueleve. Que pida asilo donde le plazca, no la queremos en España, tierra que no le pertence
Menudo aborto fue a salir. Qué asco de tía.
Mas ridículo?
Otra indeseable experta en nada, mucho menos en conflictos geopolíticos internacionales. Bueno si, la “gramática parda” bien que se la tienen aprendida para trepar, medrar y colocarse, en todos los sentidos.
Esta es la que evitó poner bolardos y jardineras en las Ramblas para evitar posibles atentados. Debería saber que iba a haberlo, porque se negó rotundamente a que se pusieran en las calles de su Ayuntaymiento.