¿Se han enriquecido también los Sánchez-Gómez?

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, con su mujer, Begoña Gómez, en Benalmádena
Antonio Naranjo.- María Chivite le debe la Presidencia de Navarra a Santos Cerdán y a Batasuna, en ese orden o en el contrario, pero no a los navarros: está ahí a pesar de ellos y gracias a dos padrinos que, a cambio, en la mejor tradición sanchista, le pusieron un alto precio al cambalache siciliano: el segundo, el Ayuntamiento de Pamplona y convertir poco a poco uno de los reinos germinales de España, clave en su historia, en una sucursal paulatina del universo abertzale.
Y el otro, mano derecha de Sánchez, «arquitecto del Gobierno» en su propia definición por sus andanzas con Puigdemont y Bildu sin las cuáles el líder socialista estaría ahora en la flotilla a Gaza con Ada Colau y no en La Moncloa, le sacó una millonaria adjudicación de obra pública para una empresa de la que él mismo formaba parte, según contrato privado con su socio para esconder del registro mercantil la tropelía. Entre pitos y flautas, así les dieron 91 millones de euros.
Ésos son los hechos, rematados la decisión de la Oficina de Anticorrupción que considera irregular todo el proceso y califica de «nulo» el resultado: es decir, Chivite no debería haberle dado a su padrino una millonada, a través de una firma en la que no aparecía pero era suya, a escondidas, y empleaba a su propia hermana.
En cualquier país serio esta secuencia, que coincide con el ingreso en prisión de Cerdán, provocaría la inmediata dimisión del presidente autonómico de turno. Aquí, los mismos que convierten las relaciones comerciales de la Comunidad de Madrid con Quirón (por importe quince veces inferior a las del Gobierno del PSOE) en un beneficio personal para Ayuso por la circunstancia de que su pareja trabaja con esa compañía; silencian o auxilian a la Ayuso navarra, por ser socialista y socia de Bildu, a pesar de estar tan claro el negocio.
Y le aceptan una explicación que nos suena: ha venido a decir que son cositas administrativas y que no han dañado a las arcas forales porque, en síntesis, esa obra se hizo y costaba lo que costaba. Acabáramos: darle contratos a un amigo, utilizando tus poderes institucionales y ayudando al beneficiario a que engrase los suyos, no tiene importancia si se atiene a los parámetros que cualquier otro aspirante al premio hubiera tenido.
Así se puede ser catedrática si la cátedra fuera la misma para Begoña Gómez que para Carmen Iglesias, o director sinfónico en Badajoz si la batuta le saliera al erario por el mismo pico con David Sánchez que con Daniel Barenboim o secretaria meretriz en una empresa pública si el puesto en cuestión tiene el mismo coste con la novia de alquiler que con una aspirante sin padrinos y, a ser posible, enciende el ordenador una vez al año.
Este es ya el nivel de degradación moral del sanchismo, según el cual no pasa nada si el clientelismo, el dedazo, el enriquecimiento y la competencia desleal no alteran demasiado el esquema teórico en que se mueven para cualquier aspirante a cualquier cosa.
Es el perfeccionamiento del método ya ensayado para devaluar el delito de malversación y transformar a Griñán y a Chaves en santos porque le hicieron un roto a Andalucía y doparon el granero electoral socialista durante lustros, pero al parecer no se llevaron un euro a su bolsillo. O para los golpistas de «procés», que dieron un golpe con dinero de la Generalidad, pero no se compraron un Porsche.
La cuestión final es descubrir la simbiosis entre el negocio político y el económico, que van de la mano y no está claro en qué orden: ¿Le dieron una obra a Cerdán para que Bildu y el PSOE pactaran en Madrid y en Pamplona o pactaron el PSOE y Bildu en Madrid y Pamplona para poder repartirse el botín?
En todo caso, algo está claro: nos ha escandalizado mucho el truhán por su disposición a vender lo que fuera para compensar el desprecio de las urnas, pero toda esa trama no se entiende del todo sin la búsqueda paralela de dividendos: cada uno a su altura, por su rango y con su dimensión. Falta saber si los Sánchez-Gómez también estaban en ese reparto.











