El PSOE no es solo un partido político; es un símbolo de cómo la corrupción puede enquistarse en el poder durante décadas. Desde Felipe González hasta los dirigentes actuales, la formación socialista ha demostrado una y otra vez que, bajo su discurso progresista y de justicia social, se esconde un patrón persistente de abuso, clientelismo y saqueo del erario público.

Felipe González y los GAL: terrorismo de Estado financiado con dinero público

En los años 80, el PSOE no dudó en convertir al Estado en su instrumento de guerra sucia. Los GAL, grupos paramilitares financiados con fondos públicos, secuestraban y asesinaban a presuntos miembros de ETA, violando la ley de manera flagrante. Este episodio no es un error aislado: es un ejemplo de cómo la ambición de poder llevó al PSOE a criminalizar la política y a legitimar la violencia para mantenerse en el poder.

Andalucía, los ERE y la impunidad

Décadas después, el PSOE volvió a demostrar que la corrupción estaba en su ADN. Los ERE en Andalucía no fueron simples irregularidades: fueron un saqueo sistemático de cientos de millones de euros destinados a desempleados, convertidos en una máquina para mantener a políticos y sindicatos leales. Esta trama evidencia un partido que no duda en convertir la pobreza y la necesidad de la gente en su coto privado de poder y lucro.

Filesa, los cursos de formación y el clientelismo

La financiación ilegal de campañas a través de Filesa, así como los escandalosos cursos de formación, muestran un PSOE que ha entendido la política como una caja registradora: dinero negro, contratos opacos, y favores cruzados. Todo esto bajo la mirada cómplice de una justicia que ha tardado años en actuar, mientras los responsables continuaban acumulando cargos y privilegios.

Consecuencias devastadoras

El resultado de décadas de corrupción socialista no se mide solo en dinero robado, sino en instituciones debilitadas, confianza ciudadana erosionada y democracia comprometida. El PSOE ha normalizado la impunidad, ha tratado a los ciudadanos como simples espectadores de su juego de poder y ha hecho de la política una herramienta para el enriquecimiento y la consolidación de élites.

Un partido que se protege a sí mismo, no a la ciudadanía

El PSOE ha demostrado históricamente que su prioridad no es España ni sus ciudadanos, sino mantenerse en el poder a cualquier costo. La corrupción no es un accidente ni un escándalo pasajero: es su forma de gobernar. Mientras no exista una limpieza profunda, una rendición de cuentas real y una regeneración ética total, el PSOE seguirá siendo un lastre para la democracia española y un ejemplo de cómo la política puede convertirse en un negocio para unos pocos.