Hamás y su brutal persecución de los homosexuales: un crimen silenciado
En pleno siglo XXI, mientras gran parte del mundo avanza hacia sociedades más abiertas, Hamás mantiene en Gaza un régimen de represión que hunde a miles de personas en el miedo. Entre los grupos más brutalmente perseguidos están los homosexuales, convertidos en blanco de un odio sistemático que combina fanatismo religioso con control político.
Bajo el dominio de Hamás, la homosexualidad no solo es tabú: es considerada un crimen. Jóvenes acusados de ser gays son detenidos, torturados y en muchos casos ejecutados. No se trata de incidentes aislados, sino de una política de persecución. La mera sospecha basta para que una vida quede arruinada: familias expulsan a sus hijos, las turbas los hostigan, y las fuerzas de seguridad de Hamás los cazan como si fuesen enemigos del pueblo.
Los testimonios filtrados desde Gaza son aterradores: violaciones “correctivas”, chantajes, desapariciones forzadas. Quienes logran escapar a Israel o a otros países cuentan historias que helarían la sangre a cualquiera que se atreva a escucharlas. El silencio, sin embargo, reina en gran parte de la comunidad internacional, que prefiere ignorar estas atrocidades en nombre de una falsa “neutralidad”.
Hamás se presenta como un movimiento de resistencia, pero en realidad es una maquinaria de opresión. No solo impone a millones de gazatíes un régimen autoritario y fanático, sino que convierte a las personas homosexuales en enemigos internos que deben ser “purificados” a través de la violencia. Esta política no es accidental, sino parte central de su ideología totalitaria: controlar hasta la intimidad, dictar con quién se ama y castigar con la muerte a quien se atreva a desafiar sus dogmas.
La persecución de los homosexuales bajo Hamás es un crimen contra la humanidad. Y callarlo, relativizarlo o esconderlo detrás de discursos ambiguos es ser cómplice. No se puede hablar de derechos humanos en Gaza sin señalar con el dedo al verdugo que convierte a los gays en blancos de exterminio.
El mundo debe elegir: o mirar hacia otro lado, dejando a miles de seres humanos atrapados en un infierno medieval, o denunciar con firmeza la barbarie de Hamás. Porque la verdadera resistencia no consiste en aplaudir dictaduras disfrazadas de causa justa, sino en defender a quienes son perseguidos por el simple hecho de existir.











