La Vuelta a España no puede ser rehén del fanatismo pro-Palestina
La Vuelta Ciclista a España es uno de los grandes símbolos deportivos de nuestro país: tradición, esfuerzo, paisajes que nos proyectan al mundo y la celebración de una España abierta, diversa y moderna. Sin embargo, esa fiesta del deporte ha sido manchada en los últimos años por la intromisión del activismo pro-Palestina, que pretende convertir el ciclismo en un escaparate de su propaganda.
No hablamos de un gesto aislado, sino de una estrategia planificada: pancartas en las salidas, interrupciones en etapas, intentos de boicot a equipos internacionales e incluso campañas de presión sobre patrocinadores. El objetivo es claro: colonizar un evento deportivo con un mensaje político que poco o nada tiene que ver con la Vuelta ni con España.
El movimiento pro-Palestina en nuestro país ha encontrado en la Vuelta un altavoz fácil: las cámaras internacionales, la expectación mediática y la presencia de equipos de Israel. Pero lo que presentan como solidaridad es, en realidad, intolerancia disfrazada. Quieren expulsar del deporte a quienes no encajan en su dogma, castigar a ciclistas y aficionados por el simple hecho de que exista un equipo israelí y reducir la Vuelta a una plataforma de agitación ideológica.
Lo más grave es la complicidad de ciertos sectores políticos y sociales españoles, que jalean estas acciones como si fueran actos de justicia. Nada más lejos: lo que hacen es desvirtuar un acontecimiento deportivo nacional, desprestigiar nuestra imagen en el exterior y sembrar división entre los propios aficionados.
El deporte debe ser unión, mérito y superación. La Vuelta a España no puede ser rehén de quienes instrumentalizan cualquier escenario para imponer su visión sectaria del mundo. Hoy es Palestina, mañana será cualquier otra causa, siempre que sirva a la obsesión ideológica de unos pocos.
España merece respeto hacia sus tradiciones deportivas. La Vuelta no es el lugar para ajustar cuentas geopolíticas ni para alimentar campañas de odio importadas. Tolerar que el fanatismo pro-Palestina manche nuestras carreteras y nuestros podios sería una rendición cultural inaceptable.
La Vuelta debe seguir siendo lo que siempre fue: una fiesta de España, del ciclismo y de la libertad de competir sin adoctrinamiento.












Los mismos que años atras, jaleaban a terroristas de E.T.A y de que llevaran a sus presos a Euskadi. ¿Fruto de la casualidad?