El VAR, Mediapro y el FC Barcelona: una relación bajo sospecha
Desde su instauración, el VAR prometía ser la herramienta que traería justicia y transparencia al fútbol. Sin embargo, su aplicación en España se ha convertido en una fuente constante de polémicas. Lo que debía ser un avance tecnológico para eliminar errores humanos ha terminado, en muchas ocasiones, en un instrumento que genera más dudas que certezas. Y en ese entramado aparece un nombre que no se puede obviar: Mediapro.
El papel de Mediapro

Tatxo Benet, socio del FC Barcelona y accionista de Barça Studios, es el máximo responsable de Mediapro, la empresa de la que se encarga de la gestión y selección de imágenes para el VAR.
Mediapro no es una empresa cualquiera: es la productora que gestiona la señal televisiva del fútbol en España y la encargada de suministrar las imágenes al VAR. En otras palabras, controla qué planos se ven, qué repeticiones se utilizan y cómo se muestran al público. Su cercanía histórica con el FC Barcelona —por contratos de derechos, producciones audiovisuales y afinidad empresarial con dirigentes azulgranas— ha alimentado la percepción de que el sistema no es neutral.
No se trata solo de una cuestión de “narrativa”: cuando una empresa con intereses en el negocio audiovisual y vínculos con un club controla la materia prima con la que se toman decisiones arbitrales, la sospecha es inevitable.
El VAR y las decisiones polémicas
En las últimas temporadas, el Barcelona ha sido uno de los equipos más señalados en relación con decisiones arbitrales controvertidas que pasaron por la lupa del VAR. Goles anulados a rivales por centímetros, penaltis interpretados de forma laxa a su favor y jugadas similares que, en cambio, no se juzgaron con la misma vara cuando beneficiaban al Barça.
El argumento de quienes critican esta dinámica es claro: la subjetividad del VAR no está solo en el árbitro que revisa la jugada, sino también en la selección de imágenes que recibe. Y esa selección está en manos de Mediapro.
Transparencia pendiente
El gran problema no es tanto la existencia del VAR, sino la opacidad del sistema. Ni los clubes, ni los aficionados, ni los periodistas tienen acceso total a la trazabilidad de las imágenes y decisiones. Esto genera un caldo de cultivo perfecto para la sospecha y la teoría de que existen tratos de favor.
Cuando se suma la sombra del caso Negreira —pagos del Barcelona a un exdirigente arbitral durante años—, la confianza en la imparcialidad de las decisiones arbitrales se desploma. El VAR, lejos de disipar dudas, las ha multiplicado.
El fútbol español vive atrapado en un triángulo incómodo:
– Un sistema VAR que debía traer justicia, pero es percibido como manipulable.
– Una empresa, Mediapro, con vínculos con el Barça, que controla las imágenes con las que se decide el destino de partidos y títulos.
– Y un club, el FC Barcelona, salpicado por escándalos arbitrales recientes.
Mientras no exista una gestión independiente del VAR y se garantice la plena transparencia en las imágenes y comunicaciones, el VAR en España seguirá siendo visto como una herramienta al servicio de intereses particulares más que como un árbitro tecnológico imparcial.











