¿Por qué la izquierda odia el Cristianismo?
La izquierda no solo discrepa del cristianismo: lo odia. Y lo odia porque el cristianismo es el último muro que le impide reinar sin oposición sobre la cultura, la moral y la conciencia de las personas. Donde el cristianismo resiste, la ingeniería social de la izquierda se estrella.
El enemigo del relativismo
Para la izquierda, nada es absoluto: ni la verdad, ni la moral, ni la naturaleza. Todo debe ser moldeado según la ideología de turno. El cristianismo, en cambio, proclama verdades incómodas: que la vida humana es sagrada desde la concepción, que el matrimonio es una unión natural, que existen límites morales que no dependen del aplauso de la mayoría. Eso, para un progresista, es una afrenta imperdonable.
Dios contra el Estado
La izquierda necesita que el Estado sea el dios de la sociedad: omnipresente, omnipotente, redistribuidor de todo, árbitro de lo correcto y lo incorrecto. El cristianismo, sin embargo, coloca a Dios por encima de cualquier gobierno y recuerda que la autoridad política tiene límites. Eso convierte a los cristianos en ciudadanos difíciles de domesticar. Y nada irrita más a un ideólogo que alguien que no se arrodilla ante él.
El desprecio disfrazado de “progreso”
Muchos progresistas dicen no odiar al cristianismo, sino al “fundamentalismo religioso”. Pero lo que realmente desprecian no es un exceso, sino la esencia misma del mensaje cristiano. Cuando la Iglesia defiende la vida, la acusan de retrógrada; cuando defiende la familia, la llaman patriarcal; cuando defiende la libertad religiosa, la acusan de intolerante. La trampa es evidente: el único cristianismo aceptable para la izquierda es el que renuncie a ser cristianismo.
Un odio heredado
El marxismo sembró la semilla: “la religión es el opio del pueblo”. Bajo ese dogma, millones de cristianos fueron perseguidos, encarcelados y asesinados en los regímenes comunistas del siglo XX. Hoy, en las democracias occidentales, la persecución es más sutil: leyes que arrinconan la objeción de conciencia, burla mediática constante, censura disfrazada de “inclusión”. El método cambió, el desprecio sigue intacto.
La paradoja de la caridad
La izquierda se cuelga medallas hablando de justicia social, como si hubiera inventado la compasión. Pero mientras convierte la solidaridad en un impuesto y la justicia en un eslogan, el cristianismo lleva siglos cuidando huérfanos, enfermos y pobres. La diferencia es clara: la caridad cristiana nace del amor, mientras que la justicia social progresista nace del resentimiento y del poder.
Conclusión: un choque inevitable
El odio de la izquierda hacia el cristianismo no es un accidente: es consecuencia inevitable de su proyecto. No soportan una fe que recuerda que el hombre no es dueño absoluto de la vida ni de la verdad. No toleran una moral que no se compra ni se negocia. No admiten una comunidad que sepa obedecer a Dios antes que al partido.
El cristianismo seguirá siendo el obstáculo incómodo para quienes quieren moldear al ser humano como arcilla ideológica. Y quizás por eso mismo, el cristianismo es más necesario que nunca.












Porque es, era, otra religión. D. Armando, con su teología – el materialismo dialéctico – sus santos – el che, fidel, jochimin, etc.. Sánchez quiere entrar en esa lista -, sus herejes , los enemigos de la fe revelada, su iglesia – el/los partidos socialistas y comunistas -, su escatología futura – el paraiso de los trabajadores, la lucha de klases -“. Anti-Dios.
Es todo.