La tauromaquia como contestación
Edurne Uriarte.- Algunos auguraron la crisis definitiva de la tauromaquia, por el movimiento animalista, por la presión de los nacionalistas y la extrema izquierda, y, no menos importante, por su supuesta falta de modernidad. Era cosa de viejos carcas, condenada a morir en la modernidad. Pero erraron los malos augurios, porque lo que está ocurriendo con la tauromaquia es lo contrario. Resulta que cada vez hay más jóvenes en las plazas, y los toros se han convertido también en una nueva forma de contestación social. O que no pueden ser más modernos a estas alturas del siglo XXI.
Es un fenómeno creciente en las plazas de toros: hay muchos jóvenes, y cada vez son más, como estamos observando los aficionados en estos últimos años. Y la contestación a la ola antitaurina es uno de los motivos. ¿Que quieren ustedes prohibir los toros? Pues vamos a las plazas. Como ha ocurrido siempre con cualquier intento de represión de tradiciones o aficiones extendidas como es esta, que produce rebelión y contestación. Y aquí tenemos a la tauromaquia, despreciada como tradición anticuada y obsoleta, reconvertida en una fiesta artística llena de jóvenes.
Y no se trata de un fenómeno puramente político, aunque hay algo de eso. Hay crítica y respuesta al nacionalismo más fanático y a la extrema izquierda, pero hay algo que trasciende la política, como se puede ver en las plazas del País Vasco, con jóvenes votantes de todos los partidos que defienden la tauromaquia. Porque saben que es una tradición de siglos también allí, no un invento franquista, como parecen creer los más ignorantes. Lo del concejal de Junts de Masdenverge que pidió la vuelta de los toros a su pueblo no es una extravagancia aislada, sino un intento de conexión con una tradición que el pueblo no está dispuesto a eliminar; y hasta los nacionalistas lo están comprobando.
Y luego está la fuerza de la tauromaquia en el sur de Francia, que ha tenido también su influencia en España. Es lo que tiene la era de las redes sociales, que, sin moverte del sillón, te entran los vídeos de las plazas francesas comenzando sus corridas con el himno nacional francés, imagen que ha fundido los plomos del sector extremista más cazurro, el que pensaba que la tauromaquia era cosa de franquistas o de españolistas exacerbados. El sur de la revolucionaria y moderna Francia es taurina, y, además, consiguió infligir una dura derrota en París a la extrema izquierda que osó intentar prohibir la tauromaquia. Y creo que las derrotas serán aún mayores, si lo vuelven a intentar, por la fuerza de esa contestación que es social antes que política, también en Francia.
Y contribuye lo suyo la profunda estupidez del animalismo antitaurino, que alimenta la fuerza de la contestación. Con argumentos del Ferdinando de Disney, con gente adulta que dejó atrás la infancia hace muchos años y propone eliminar la tauromaquia pero no los toros, que mantendríamos en las ganaderías, imagino que para pasear por allí como el Ferdinando de la película, admirando las flores y departiendo amigablemente con los animalistas que los visitarían. Este es el nivel del movimiento antitaurino, que hasta hace taurinos a los indiferentes, por mera vergüenza intelectual.











