La teletertulia basura
En sus orígenes participar en las tertulias radiofónicas y televisivas ( Ferrari en Hora 25-Cadena SER y Hermida-TVE fueron los pioneros) suponía un marchamo y reconocimiento a toda una carrera periodística y/o cultural. Era un salto cualitativo reservado a curtidos profesionales cuya trayectoria y desempeño les hacía ser merecedores de ese plus de experiencia y capacidad para poder dar una opinión fundada y con conocimiento de causa.
La condición de tertuliano, expresión acuñada por Luis del Olmo, presuponía galones y trayectorias brillantes en el oficio. El tenerlas y estar inmerso en la cotidiana actividad informativa eran condición imprescindible para aportar valor añadido y aspirar a ser parte del elenco donde coincidían directores de los medios más importantes con los columnistas de mayor renombre y donde no faltaban grandes personalidades del mundo cultural. En alguna de ella llegué a coincidir con Berlanga y Cela, por ejemplo.
Con sus defectos de fábrica y los consabidos y contrapuestos sesgos editoriales e ideológicos, parte, al cabo, de su gracia y de su éxito, lo que en principio se llegó a considerar por algunos como ocurrencia efímera se consolidó hasta convertirse en un genero periodístico. Incluso se fue más allá hasta derivar en que ir a las tertulias sin ya pisar redacción alguna se convirtió en empleo y dedicación exclusiva para acabar por degenerar en que para nada es precisa la condición de ejercer ni haber ejercido el periodismo.
Ahora la condición de tertuliano se adquiere por las más variadas trochas y los más mostrencos caminos. El nuevo espécimen de tertuliano suele compartir en bastantes casos el común denominador de la obediencia total a la Voz del Amo Político. De hecho un currículum demostrado y una mínima garantía, corazón aparte, de honradez e independencia intelectual están profundamente contraindicadas en según que sitios.
Estos sitios son especialmente las cuadras de la Telebasura Tertuliana que están en plena expansión y que son el motivo de estas líneas y donde es preciso, antes de continuar, dejar claro que no son todos y que sigue habiendo, sobre todo en el segmento radiofónico, quienes mantienen la esencia, los principios o al menos las apariencias, de lo que se supone que debe ser una tertulia de actualidad socio-política.
Pero a lo que asistimos hoy es al fenómeno creciente de degradación hacia la peor de las cochambres, los cienos más sectarios y las ignorancias más zafias y por tanto más atrevidas. Una autopista de «peaje» que se cobra con largueza y por la que algunos se han lanzado de la manera más soez y diría que desesperada y donde galopa en cabeza el medio que debía ser ejemplo, hasta por ley, de exactamente lo contrario: Televisión Española, a la que llamar publica, excepto por quienes son, somos, a la fuerza y por imposición, los paganos, es un insulto con mofa y befa añadidos, a la inteligencia.
El proceso tiene mucho que ver, pues se ha empleado la misma plantilla degradante y corrompida, con el seguido hasta la ascensión a los cielos y a la consideración de faro y espejo social de la Telebasura y la conversión de sus piaras en referentes doctrinales. El formato que ahora se está aplicando al supuesto análisis y presunta opinión política es idéntico y los personajes tan perfectamente intercambiables como cortados por el mismo patrón y marcados por la más deslumbrante, chillona, exuberante y exhibida penuria de formación y capacidad y la falta absoluta tanto de conocimiento como de ética o principios.
El fenómeno, cada vez más desbocado e invasivo, no solo se está apoderando de este nuevo territorio sino que aspira a mucho más e infecta de manera creciente a todos los rincones de lo que un día fue considerado el digno, aunque siempre un punto ‘canalla’, oficio periodístico. Al igual que ahora el ascenso a tertuliano se logra ante todo por sumisión doctrinaria total y ardor de yihad, para superar el baremo y comparecer y firmar como reputado columnista sobra con haber pasado un par de veces por la sala de maquillaje de una televisión. Con ello ya tienes el master y hasta el doctorado en ‘todología’. Con ello basta y sobra para impartir opinión a calzón o braga quitados.
El espectáculo, más que nada es eso, es grotesco pero es bien sabido que la mamarrachada tiene su público y de hecho no hay mamarracho que no solo no haya salido cinco veces y al menos en tres cadenas de televisión. En realidad el mamarrachismo no solo es tendencia y moda sino que se ha impuesto como árbitro y prescriptor y convertido en el paisaje normalizado de comportamiento y actitud. Hasta en los spot.
¿Influye todo ello en las gentes del común, en el sentimiento y opinión del personal de a pie? Pues desde luego que un algo, sí. Pero mucho menos de lo que se piensan sus inductores y de lo que parece. Porque es cada vez una sospecha mayor que lo que se pregona como mandamiento y dogma de fe de obligado cumplimiento, está en las antípodas del pensar y el sentir de una cada vez mayor mayoría de la población. El pueblo, que se decía antes y la izquierda ya nunca, en su sensata sencillez lo percibe, porque en muchos casos lo es, como un disparate total y una absoluta aberración que choca contra su entraña y su sentir pero también contra el más mínimo sentido común y la más evidente razón.
La sima entre lo que se debería y estamos obligados, según el doctrinario impuesto, a pensar y lo que pensamos en realidad aunque pocos se atrevan a expresarlo en voz alta es cada vez más honda y mayor. Y no me refiero a pequeños asuntos sino a los mas grandes temas y a las cosas de comer. No hace falta que las enumere. Ustedes las saben muy bien. Si eso, otro día vamos por ahí.











