Nadie echó de menos a Morante y Roca Rey en Cuenca
Mundotoro.- Era la tarde de la feria. Todas las miradas se habían puesto en el martes 26 cuando Maximino Pérez presentó la feria en el día del aficionado. Sin embargo, la temporada había secuestrado la expectación. ‘¿Quiénes torean hoy al final?’, se preguntaba el público de camino a la plaza. ‘Sé que Morante y Roca Rey no vienen’, contestaban. Lo cierto es que esas dos ausencias no se notaron en taquilla, con una plaza que registró una gran entrada. Aunque lo más cierto es que tras la salida del segundo toro, nadie se acordó de sus ausencias. Fernando Adrián cuajó una tarde para la historia e indultó a un toro de Román Sorando, mientras que Pablo Aguado cuajó una faena colosal en la que es su mejor temporada. No se quedó atrás Daniel Luque, cuyo dominio le hizo también abrir la Puerta Grande en una tarde triunfal en la que Cuenca fue una fiesta alrededor del toreo.
Cumplió el festejo la ley gitana en cuanto a los buenos principios, pues el primero tuvo que ser devuelto por su falta de fuerzas. Lo mantuvo en el ruedo el presidente y dejó inédito a Daniel Luque. Cambió ya la tónica en el recibo a la verónica de Fernando Adrián al segundo, un toro de hechuras extraordinarias dentro de una corrida de Román Sorando de auténtico lujo y buen gusto. El madrileño comenzó en el centro del ruedo por cambiados por la espalda de hinojos, uno de ellos de más ajuste imposible. El toro tuvo nobleza por el pitón derecho lo que permitió a Fernando Adrián ampliar su historia en Cuenca, siendo de nuevo dueño y señor de la ciudad encantada. Los muletazos de trazo largo y mano baja se compaginaron con otros momentos más efectistas dentro de una faena muy rotunda que llegó con mucha fuerza a los tendidos. Dejó una estocada casi entera y paseó las dos orejas.
Sin embargo, lo mejor estaba por llegar. Fue frente al quinto cuando Cuenca se entregó por completo a Fernando Adrián. El madrileño recibió de rodillas a la verónica a un toro de Román Sorando que embistió ya con mucha clase de salida y que tuvo el fondo para venirse arriba en la muleta, después de que se le cuidara mucho en varas. De nuevo comenzó la faena sobre la diestra de hinojos Fernando Adrián, que dejó varias series de mucho pulso al natural. Fue el toro viniéndose arriba, sin parar de embestir y la faena se desarrolló sin guion establecido. Con una serie de rodillas entre ambas de toreo más vertical con otras pasándose al toro por detrás y por delante siguiendo la muleta el de Román Sorando haciendo un auténtico ocho. Fue ese toreo el que desbordó las pasiones del gran público, que comenzó a pedir el indulto hasta que los tendidos fueron un clamor y un color único: el blanco. El buen producto de Román Sorando -ahora queda la duda de si más calidad que raza vale para ser productor- no paró de embestir ni Fernando Adrián de torear hasta que el presidente no le quedó más remedio -por no provocar un altercado- de conceder el indulto. Discutible para algunos, pero con la petición de más de la mayoría de la plaza. La plaza retumbó entre gritos de ‘¡torero, torero!’ cuando Fernando Adrián recogió los máximos trofeos simbólicos y dio la vuelta al ruedo junto al ganadero.
Cerró la tarde triunfal Pablo Aguado con una faena inconmensurable en su mejor temporada. Fue frente al sexto, otro toro de mucha clase, pero con la raza y el fondo en el límite al que el sevillano cuajó a la verónica y en el posterior quite por chicuelinas. Sin embargo, lo mejor llegaría al natural. Brotó el toreo de la yemas de los dedos y de la naturalidad más absoluta. Una oda a la torería que impregnó de encanto a una ciudad que presume de ello. Sevilla se coló por las grietas de Cuenca y Aguado ensalzó el toreo al natural en una faena que contó con el colofón de una soberbia estocada. Las dos orejas fueron unánimes. Ya había mostrado Aguado una importante dimensión, al imponerse al manso tercero. El de Román Sorando marcó siempre la querencia de las tablas y embistió con mucho disparo. Con ambición, Aguado intentó siempre aminorar tan brusca velocidad en una faena de mucho mérito que solo un pinchazo le alejó de la oreja.
Sin opciones en el primero, Daniel Luque sólo tuvo una baza para seguir su racha de triunfos en agosto y no la desperdició. El toro de Román Sorando, el de más perfil del encierro, tuvo nobleza y una embestida franca en la inercia y unos viajes más descompuestos ante la ausencia de esta. Las primeras series por el pitón derecho tuvieron una figura estética, antes de pisar con autoridad los terrenos de cercanías. El sevillano metió su pecho entre los pitones hasta poner al público en pie en el final por luquesinas que puso al público en pie. La estocada tumbó al toro sin puntilla en una muerte espectacular. Paseó las dos orejas. Los tres toreros y el mayoral abandonaron la plaza de toros en hombros cuando el reloj marcaba las nueve de la noche. Dos horas y media después, nadie había echado en falta a nadie. ‘Y nos la queríamos perder’, era la afirmación más repetida en la fiesta de Cuenca.
Ficha del Festejo:
Hierro de Román Sorando – Plaza de toros de Cuenca, Castilla- La Mancha. Corrida de toros. Tercer festejo de la Feria de San Julián 2025. Casi lleno. Toros de Román Sorando, bien presentados, de muy armónicas hechuras, bajos y con cuello. Corrida de auténtico lujo y buen gusto. De buen juego en su conjunto, salvo el inválido primero y el manso tercero. De mucha clase y fondo el quinto, de nombre ‘Batidero’ nº5, que fue indultado. De buen pitón derecho el segundo. Nobles el cuarto y el sexto, aunque con la raza más justa.
• DANIEL LUQUE, silencio y dos orejas.
• FERNANDO ADRIÁN, dos orejas y dos orejas y rabo simbólicos.
• PABLO AGUADO, ovación y dos orejas.
Incidencias: Los banderilleros Marcos Prieto y Diego Valladar se desmonteraron tras parear al segundo.











