Dimite tú, que a mí me da la risa
Eduardo de Rivas.- Cuenta un chiste que dos ladrones aprovechaban un agujero en la tapia de una finca para colarse y robar peras de un árbol. El dueño, harto de que desapareciera la fruta, se dispuso a hacer guardia y descubrió qué estaba pasando. Al día siguiente, se pertrechó con un garrote y esperó pacientemente a que llegaran los ladrones. Cuando pasó el primero, le arreó un garrotazo en todos los dientes, lo que le hizo retroceder llevándose las manos a la boca. Y entonces, el ladrón le dijo a su compañero: «Pasa tú, que a mí me da la risa».
Este chascarrillo me ha recordado mucho a la de la política española esta semana. El PSOE orquestó una campaña contra una joven diputada del PP con futuro pero todavía de bajo rango y muy cercana a Ayuso, por lo que el ataque, más que contra ella, iría dirigido a la presidenta madrileña. Se la acusaba de haber mentido en su currículum para aparentar que tenía un doble grado que en realidad no tenía, por lo que, después de reconocerlo, se vio obligada a dimitir en menos de 24 horas.
Noelia Núñez actuó (o le hicieron actuar) como corresponde a los políticos. O, por lo menos, como debería corresponder, porque en España que un político dimita pasa tantas veces como que te toque la lotería. Ahora bien, el listón que se le ha puesto a la joven diputada también se lo podría aplicar alguno que otro. El ministro Óscar Puente presume de un máster en Dirección Política que en realidad es un curso de una fundación dependiente del PSOE sin el aval de ninguna universidad. Lo realizó, de hecho, incluso antes de licenciarse en Derecho, condición sine qua non para acceder a una formación de posgrado.
No es el único caso. Patxi López, que cargaba abiertamente contra Noelia Núñez en los micrófonos de Telepedro, señala en su currículum que estudió Ingeniería Industrial pero no dice que aprobó tantas asignaturas como yo sin haberme matriculado. Pilar Bernabé, la delegada del Gobierno en Valencia famosa por cargar contra Mazón, aseguró ser licenciada en Filología Hispánica y en Comunicación Audiovisual, pero nadie en el PSOE le pidió explicaciones cuando se descubrió que no sabía ni coger una cámara ni qué era un diccionario.
Claro está que nadie en las filas socialistas podía alzar la voz cuando en altas instancias las tropelías son mucho mayores y no tienen consecuencias. El presidente del Gobierno dijo tener un máster que no existía, plagió su tesis doctoral y aseguró ser jefe de Gabinete en la ONU cuando era poco más que un becario. También tiene a su mujer y a su hermano imputados por corrupción y se mantiene en el cargo. A Armengol la pillaron de copas en un bar a las dos de la mañana en plena pandemia y la premiaron con la presidencia del Congreso. El fiscal general va a ir a juicio por filtrar los datos del novio de Ayuso y sigue ejerciendo.
Si el Código Penal distribuye las penas en función de si el delito es grave, menos grave o leve, en el código de la moral que obliga a dimitir, ¿a qué altura ponemos mentir en el currículum y dónde colocamos todo esto? Pues eso, como el chiste, dimite tú, que a mí me da la risa. Aunque bien dimitida estás.











