Lo de Lambán en la Cope
Mayte Alcaraz.- Si no lo han escuchado, háganlo. El martes noche estuvo Javier Lambán en el programa más escuchado a esa hora, el de Ángel Expósito en la Cope. El maño habla para adultos y reclama aquello que le han arrebatado: el PSOE, su partido. Hacer la revolución en política es hoy decir cosas sensatas, no morderse la lengua para que el jefe del que depende tu coche público no te la corte, y, sobre todo, no tener dobleces. Lo que viene siendo no tomar por tonto al respetable, y eso solo ocurre si de verdad crees respetable al que te escucha. Todo eso hizo en la radio Javier Lambán Montañés, un socialista de Ejea de los Caballeros mucho más herido por la devastación moral de su partido que por la enfermedad que le salió al encuentro, a la que está en vías de vencer.
Hay pocos perfiles más diferentes al de Pedro Sánchez que el de este veterano de guerra, ya de vuelta de tantas batallas ganadas, hasta que le hizo perder las elecciones un presidente, su presidente, que vendió la esencia del PSOE por siete cochinos votos a un prófugo ante el que postró a un opositor a interno en Soto del Real. En el marco mental del sanchismo criticar a quien ha convertido las siglas socialistas en un clínex con el que el sumo líder limpia los mocos a sus socios es una traición y solo la expresión de una minoría. Óscar Puente, ese señor de Valladolid en acertada denominación de Lambán, afeó a Page que se comporte como un hombre libre y no como un sectario defendiendo al clan. Y es que el ministro –dicen que de Transportes– sabe que la nómina que cobra todos los meses está condicionada a la puntería de sus disparos contra la inteligencia en su partido. Cuando, como en el caso de Page o de Lambán, ya solo te debes a la emocionante experiencia de defender lo que crees, la figura del lugarteniente de Sánchez, con esa ignorancia activa de que hace gala, se convierte en una menguante talla humana que no sirve ni para arreglar el tren de la bruja.
Lambán, historiador de profesión, le dijo a Expósito verdades como puños: que quien se ha movido no ha sido él, ni Felipe, ni Guerra, ni Page. Todos continúan defendiendo el proyecto constitucional frente al rehén del separatismo que ha convertido el Comité Federal socialista, donde antes no se aplaudía al líder, en una suerte de harén.
Le dijo también que Santos Cerdán le hizo la vida imposible como secretario de Organización del partido; que el perfil del fontanero en jefe de Ferraz, señalado por las mordidas, es indisoluble al de la persona que le nombró; que Sánchez y Santos no pararon hasta colocarle a Pilar Alegría como lideresa autonómica; que la bofetada dirigida al líder socialista que recibieron en su cara los barones y alcaldes en 2023 –él entre ellos (no en vano el líder regional del PP, Jorge Azcón, basó su campaña en identificar a Lambán con Moncloa)– se va a reproducir en 2027 corregida y aumentada; y que en voz baja muchos socialistas compartían este diagnóstico el sábado en el Comité Federal.
Lo bueno que tiene el exmandatario aragonés es que no habla desde el desencanto de la ideología propia, sino desde la indignación por el pasado robado: no hay nada más poderoso para un dirigente en retirada que reivindicar aquello que ha ayudado a construir y que un advenedizo ha mudado en papel moneda con el que comprarse una biografía. Los vociferantes insultadores que aguardaron a Page a la entrada de Ferraz el pasado fin de semana son la mejor expresión de dónde está el estatus ilustrado: por un lado, los exitosos barones socialistas que claman por lo que es suyo y, por otro, la chusma que no entiende que la superioridad moral no se gana haciendo alarde del poder desde el Falcon o La Mareta.
Es más, hay quien, como Lambán, habla desde la superioridad de la elegancia frente a la marrullería moral, esa que se esconde en saunas inconfesables y discursos feministas falaces, por más que el marrullero en jefe ejerza desde el despacho más poderoso de España.











