El riesgo de alcoholismo en adolescentes y jóvenes en Andalucía
En Andalucía, la imagen del adolescente con una botella en la mano durante el fin de semana ha dejado de ser una escena aislada. Se ha convertido en una realidad cotidiana. Detrás de esta normalización se esconde un fenómeno preocupante: el consumo de alcohol entre menores de edad no solo se ha generalizado, sino que comienza cada vez a edades más tempranas.
Comenzar a beber a los 13: un dato que ya no sorprende
Según el Ministerio de Sanidad, la media de edad en que los jóvenes andaluces prueban el alcohol por primera vez se sitúa entre los 13 y 14 años. No se trata de un dato anecdótico. Las familias, los centros escolares y los profesionales sanitarios lo ven reflejado cada día: el alcohol ha pasado de ser una sustancia puntual a convertirse en parte estructural del ocio juvenil.
El problema no es sólo que beban, sino cómo y por qué lo hacen. El consumo excesivo durante los fines de semana, conocido como “binge drinking“, ya no es una rareza. Para muchos jóvenes, el alcohol funciona como un mecanismo de evasión, una forma de sentirse parte del grupo o incluso una vía para gestionar el estrés o la ansiedad.
Los efectos no se limitan a la resaca del día siguiente. Las consecuencias del consumo de alcohol en etapas de desarrollo pueden ser graves y duraderas: alteraciones en el sistema nervioso, dificultades de aprendizaje, trastornos del estado de ánimo e incluso dependencia en la vida adulta.
¿Por qué se bebe tanto y tan pronto?
El contexto cultural y social juega un papel clave. En muchas zonas de Andalucía, el consumo de alcohol está profundamente normalizado, incluso entre los menores. A esto se suma una realidad difícil de abordar: la falta de alternativas de ocio real para adolescentes y jóvenes, especialmente en zonas rurales o barrios con menos recursos.
Además, existe una percepción errónea de seguridad en torno al alcohol frente a otras sustancias. Al ser legal y socialmente aceptado, se tiende a minimizar sus riesgos, incluso cuando las evidencias científicas alertan de que puede ser tanto o más perjudicial que muchas drogas ilegales.
La prevención comienza en casa, pero también en la calle
Combatir esta realidad requiere más que campañas puntuales. Se necesitan estrategias de prevención sostenidas, educación emocional desde la infancia, espacios de escucha en los centros educativos y familias que puedan detectar señales de alerta sin recurrir al castigo o la negación.
Los profesionales de Instituto Castelao, centro de alcoholismo en Málaga, subrayan la importancia de intervenir de forma temprana. Y es que, cuando un joven no puede disfrutar sin consumir, cuando usa el alcohol para calmarse, socializar o dormir, ya hay una señal de alarma. Esperar al deterioro es condenar a la persona a un camino mucho más difícil.
Tratar una adicción no es solo conseguir la abstinencia. Es enseñar a la persona a sostener sus emociones, reconstruir vínculos y encontrar formas sanas de estar en el mundo. En este sentido, los centros especializados como Instituto Castelao han desarrollado programas integrales, donde se trabaja la raíz del problema, no solo la conducta.
Volver a conectar con uno mismo, aprender a estar en paz con lo que se siente y rodearse de entornos seguros es el verdadero camino de salida. Pero ese camino empieza antes, mucho antes de que se cruce la línea del “problema”. Empieza con información, con educación, con acompañamiento.
En Andalucía, una generación de jóvenes está creciendo con un acceso fácil al alcohol, pero sin las herramientas necesarias para gestionar lo que sienten. Ignorar esta realidad no hará que desaparezca. Mirarla de frente, en cambio, puede ser el primer paso para construir una respuesta a la altura.













Lo primero que me llama la atención cuando uno va a Andalucía es que hay jóvenes españoles. Al pasar por la calle y mirar el patio de un colegio, hay niños españoles jugando en el patio. Prueben a mirar en un colegio de otra región y no verán ni un solo español. Que beban como viciosos es ya cuestión de educación y esa educación no se la van a dar sus padres, cuya generación ya ha sido privada de educación en sus casas. Yo pensaba que Andalucía podría guardar la esencia de España y permanecer cristiana, pero por mucho que… Leer más »