Sánchez mete a España en una insólita guerra comercial con Trump tras enredar toda la cumbre
Ana Martín.- El gol de Donald Trump a Pedro Sánchez llegó en la prórroga de la cumbre de la OTAN. Un derechazo por toda la escuadra. El presidente español había cumplido con el trámite de responder a la prensa en La Haya (cuatro turnos de preguntas le resultaron más que suficientes) y ya se dirigía a Bruselas para mantener un encuentro con el presidente de la fundación Gates, Bill Gates. No sin antes presumir de negarse a firmar el 5 % justo después de que la OTAN publicase el documento final de la cumbre, en el que los 32 aliados se comprometen con ese 5 % hasta 2035. Incluido España. «Me queda claro que, si hoy hubiera otro presidente del Gobierno aquí, hoy España hubiera firmado el 5 % del PIB en defensa. Y eso sería un absoluto error para España. Y nosotros no lo hemos hecho, nosotros no lo hemos hecho», se jactó.
Había satisfacción en la delegación española porque, durante la reunión a puerta cerrada, solo Letonia se había referido expresamente a España. Y no para afear a Sánchez su postura, sino únicamente para agradecerle la presencia de tropas españolas en su territorio, según fuentes gubernamentales. Además, el presidente del Gobierno había evitado toparse con Trump, no dándole así opción de regañarle delante de las cámaras. Porque si algo domina el estadounidense es el lenguaje visual.
Todo iba bien hasta entonces. En ésas que el presidente estadounidense compareció ante decenas de periodistas. Las primeras preguntas fueron sobre Irán e Israel, también sobre Rusia y Ucrania. Hasta que una redactora catalana le preguntó por la postura de España en esta cumbre, que él ya había criticado el día antes desde el avión Air Force One. Trump disparó a puerta. Y el balón entró.
El norteamericano amenazó con hacer pagar el doble a España a través de los aranceles, su especialidad, pillando por sorpresa al equipo de la Moncloa. La delegación española contaba con la seria posibilidad de que Trump hablase de Sánchez antes de entrar a la cumbre o a la salida. Sin embargo, no había previsto que pudiera sacar los aranceles. Menos aún siendo España un país de la Unión Europea, a la que hasta ahora el norteamericano había tratado como un bloque. Pero poder, puede hacerlo: Estados Unidos tiene capacidad de gravar el porcentaje que estime oportuno a cada país, e incluso a cada producto. En su anterior mandato quiso gravar el vino francés y las aceitunas negras españolas.
Eso no lo vieron venir. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, respondió desde París que las negociaciones comerciales con Estados Unidos se llevan a través de la Comisión Europea, como si este enfado de Trump fuera con toda la UE y no solo con España. «Estamos en una unión aduanera de los 27 estados. Para nosotros es importantísimo que en este marco de negociación, esta relación bilateral entre la UE y Estados Unidos, sigamos avanzando para conseguir un acuerdo que sea justo y equilibrado. No olvidemos que ya hay aranceles que están afectando a nuestros productos: un 10% que afecta de manera generalizada, un 50% a sectores tan importantes como el acero y el aluminio, un 25% al sector del automóvil», resaltó.
Lo más rocambolesco de todo es que Trump quiere castigar a Sánchez —a España, en realidad— por no comprometerse con un 5 % que, en realidad, el español ha firmado. Aunque ya haya avisado reiteradamente de que no lo piensa cumplir. Precisamente él, que lleva meses quejándose de que Mariano Rajoy firmó el 2 % del PIB en la cumbre del 2014 y después incumplió ese porcentaje sistemáticamente.
Ahora Sánchez pretende hacer eso mismo por lo que tanto ha protestado: no pasar del 2,1 % hasta 2029, que es cuando llegará la primera revisión de la OTAN. Para entonces, lo previsible es que el presidente no sea él, aunque este miércoles en su comparecencia bromeó con esa posibilidad cuando un periodista le preguntó qué pasará dentro de cuatro años si la Alianza entiende que España no está llegando a sus compromisos. Que, por otra parte, es lo que ha vaticinado el secretario general de la OTAN. «Cada cuatro años se hace ese ejercicio (la revisión del grado de cumplimiento de cada país miembro). Los acuerdos que hemos alcanzado se extienden más allá de 2029 (hasta 2035). En cualquier caso, yo le agradezco que me haga esa pregunta para 2029, porque eso me da ánimo a pensar que a lo mejor continúo siendo presidente del Gobierno. Bueno, ya veremos, eso serán los españoles», afirmó mientras esbozaba una sonrisa.
El documento final que Sánchez y los otros 31 socios ratificaron ayer dice textualmente: «Unidos frente a amenazas y desafíos de seguridad profundos, en particular la amenaza a largo plazo que representa Rusia para la seguridad euroatlántica y la amenaza persistente del terrorismo, los Aliados se comprometen a invertir el 5 % del PIB anualmente en requisitos esenciales de defensa, así como en gastos relacionados con la defensa y la seguridad para 2035, con el fin de cumplir nuestras obligaciones individuales y colectivas, de conformidad con el Artículo 3 del Tratado de Washington».
Aun así, Sánchez insistió en que tiene la aquiescencia de Mark Rutte para gastar el 2,1 %, siempre y cuando España llegue a las capacidades militares pactadas (de las que se desconocen los detalles por motivos de seguridad). Pero el documento es el mismo para todos, como recordó Giorgia Meloni. «Italia ha hecho como España, que ha firmado el mismo documento que nosotros (…). Hemos hecho como España o España ha hecho como nosotros, no lo sé, pero los 32 hemos hecho lo mismo», afirmó la primera ministra italiana. Y, a pesar de firmar lo mismo, el empeño de Sánchez en sostener la ficción de una excepción española ha metido al país en una insólita guerra comercial con Estados Unidos.












