¡Váyase, señor Sánchez!
¿Cuál puede ser la explicación del hecho de que un “trilero”, un trápala, como está demostrando que es Pedro Sánchez, después de 7 años como presidente del gobierno de España, nación perteneciente a la Europa del siglo XXI, a la Europa de la civilización y la cultura, a día de hoy, siga conservando un cierto grado de aceptación, ante un buen número de españoles?
Lo he calificado de “trilero” y trápala, porque lo es, y porque, a su vez, esta palabra reúne los aspectos más patentes que cualquier ciudadano normal puede percibir en este presidente, a no ser que esté contaminado por intereses espurios o por el sectarismo.
Pero, tan peyorativos calificativos no son los que mejor lo definen. El atributo que, para mí, lo describe más certeramente es el de descerebrado. Y lo justifico, no con una teoría más o menos acertada, o un estudio riguroso, sobre tema tan difícil como es el análisis psicológico de cualquier persona, sino, que es la conclusión lógica y racional que cualquier ciudadano normal puede extraer de su proceder, al observar día a día, la realidad misma de sus actos.
Es de tal calibre el lío en que andan metidos la mujer y el hermano de Pedro Sánchez, que, sin lugar a dudas, se puede calificar como uno de los mayores esperpentos que, jamás, se hayan producido en la familia de cualquier dirigente político. Y no importa si se trata de dirigentes de gobierno de países más o menos, incluso, nada desarrollados.
Y en esos embrollos en que cada uno de los de los de su entorno está inserto, el principal responsable de las irregularidades, de orden ético y estético, es el propio presidente del gobierno y, por lo tanto, con graves consecuencias políticas; así como de las posibles responsabilidades penales que se pudieran derivar de los procedimientos judiciales abiertos, bien porque él mismo hubiese inducido a dichos familiares a beneficiarse de su influencia; bien, porque, todos ellos, de motu propio, hubieran tomado la iniciativa, en cuyo caso, dado el parentesco tan cercano, imposibilitan que tales actividades hubieran podido pasar desapercibidas para él mismo. En todos los casos, repito, el principalísimo responsable, es el propio presidente. En primer lugar, por haber propiciado o haber permitido tales irregularidades y, en segundo lugar, por no ser consciente del grado de gravedad de las mismas.
Y, ¿qué decir del denodado/cómico esfuerzo de todos los allegados políticos al presidente, para tratar de dar normalidad a tan descomunal desatino? Respuesta: sencillamente, patético.
Conclusión última: Cuando alguien, bien sea por acción u omisión, queriendo favorecer a sus familiares más allegados, lo que consigue es dejarlos en el ridículo más absoluto, a nivel histórico y universal, tal “hazaña” no califica al personaje de bueno ni malo, ni de torpe ni de listo, lo cataloga como un ignorante integral que, inconsciente de su propia torpeza y limitaciones, ha convertido a su mujer y hermano, en víctimas de una situación inédita de cara a la historia, habiendo servido hasta de burla y chanza para todos. Y lo peor es que se ha atrevido, con una osadía sin límites, propia de un desequilibrado, a utilizar todo tipo de artimañas en el seno de su partido, para continuar en el gobierno de España. En definitiva, como un irresponsable.
Fíjese el lector qué situación más enrevesada la de esta familia. Sí, una situación diabólica. Y esto es evidentísimo, desde el punto de vista ético y estético.
Además, les ha servido para hacer públicamente el ridículo más espantoso en todos los casos: para la esposa del presidente, una cátedra concedida por arte de “birlibirloque” y, por el mismo procedimiento, se la han suprimido; o, el caso del hermano que, en una audiencia pública, no ha sido capaz de explicar la utilidad de la institución de la que él era el director. En los dos casos, se dan las circunstancias para que ambos, una vez descubiertas tales irregularidades, hubieran gritado: ¡tierra trágame!
¿Cómo van a cargar ambos familiares y su entorno contra el señor Sánchez, si él lo que pretendía era beneficiarlos? Ignorantes ellos de sus posibles responsabilidades y, en consecuencia, ignorante el señor Sánchez. Sólo les quedaría, como acto de contrición, la reflexión dolorosa de tener que reconocerse como una familia de memos.
Respecto a las posibles responsabilidades penales, mejor ni pronunciarse, porque, estando como está la Fiscalía General del Estado en sus manos, como el señor Sánchez, nos lo hizo ver a todos, no sería ni productivo preocuparse por eso.
Si por irresponsable ha conducido a su propia familia a esta situación tan comprometida o, caso contrario, si no ha sabido advertir la gravedad y consecuencias en que ellos mismos se estaban metiendo, imagínese el lector lo que puede hacer con usted, conmigo mismo o con el propio Estado.
Y, ¿qué decir de todos aquellos que, desde los propios cargos del Estado, desde los medios de comunicación, o desde las urnas, le apoyan? Sólo queda esta respuesta: el que, conscientemente, apoya a un trápala/ “trilero”, se encanalla. ¿Cuál podría ser la explicación de que, tanta gente, desde estos tres ámbitos, le sigan apoyando?: en primer lugar, hay que decir que, a estas alturas, el que no se haya dado cuenta de la clase de persona que tenemos como presidente del gobierno, es porque no ha querido, y lo lógico es pensar que ya jamás va a dar marcha atrás. Buscará cualquier excusa para justificarse: algún pequeño defecto de forma en cualquiera de los procedimientos judiciales abiertos; cualquier hecho positivo que haya conseguido este gobierno; cualquier cosa mala que en el pasado hubiese hecho la oposición, con tal de no aceptar, de frente, la cruda realidad actual propia. Decía Nietzsche “que la mentira más común es aquella que utiliza un hombre para engañarse a sí mismo”. Aquí estaríamos, ante el caso de un autoengaño colectivo.
Todo esto, trae sus consecuencias negativas a medio y largo plazo. Sirva como ejemplo, el grado de deterioro de los servicios estatales, que da hasta pena.
La economía: ni bien ni mal. Sencillamente, va. Aquí, por lo menos, hay que reconocer que no ha tenido la osadía de intentar cambiar las estructuras del sistema económico español. Gracias a eso, vamos tirando en ese campo. Como ocurría en Italia, en el último cuarto de siglo pasado. Gobernaba de forma ininterrumpida la democracia cristiana.
La única vez que ganó el partido socialista, con Bettino Craxi a la cabeza, se metió en tal corrupción que tuvo que salir huyendo de la justicia y, literalmente, aún lo siguen buscando. No obstante, gobernar siempre, con la excepción dicha, la Democracia Cristiana, incomprensiblemente, en cada legislatura se producían una o más crisis de gobierno. Sin embargo, Italia iba hacia adelante. Y la gente, un tanto asombrada, se preguntaba: ¿cómo es posible que, estando los gobiernos continuamente en crisis, la economía italiana vaya tan bien? Entonces, los italianos, acuñaron esta expresión, para definir tan aparente incongruencia: “La economía es una cosa demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos”.
Ahora, en España, parece ser que ocurre como en Italia en aquella época; y entre las directrices de la Unión Europea y los agentes económicos, aunque la economía podría ir mejor, por lo menos, va.
Por lo demás, ¿qué? Para muestra con un botón basta. Esto que voy a referir ahora, es real y, aunque algo increíble, ha ocurrido en España hace escaso tiempo: han tenido que devolver unos trenes, encargados por el Estado, porque los vagones no cabían por los túneles. Con esto, ni el tonto de la pareja de payasos del mejor circo del mundo consigue hacer reír tanto.
Por otro lado, entre otros hechos menores, parece ser que se han producido, hasta 8 incidentes graves en los distintos trayectos cotidianos de los ferrocarriles de España, con la gente atrapada en las vías, sin proporcionarle atención alguna.
Por los años 40 del pasado siglo, la falta de puntualidad de llegada de los trenes españoles era algo que se tenía asumido como normal. De tal manera, y como expresión de ello, había una Compañía de Revistas, en la que se cantaba una copla, una de cuyas estrofas, decía: “Los viajes de la Renfe sólo tienen una pega, que se sabe cuándo salen, pero nunca cuando llegan”. Es decir, que estamos, no peor que hace una década, sino peor que en los años 40 del pasado siglo. Porque en esa época, los trenes llegaban tarde, pero llegaban. Ahora te dejan tirado en mitad del campo.
Y del “apagón “, ridículo histórico. Escarnio y risas del mundo entero.
Entonces, retomando la pregunta inicial: ¿cuál sería la causa de que un “trilero”/trápala, nos esté gobernando? Yo, a modo de introducción, para explicarlo, empezaría con esta cita “facultades extraordinarias en un hombre ordinario, el mayor peligro para la democracia” ¿Un hombre ordinario, gobernando a una nación del calibre de España? ¿A qué puede deberse semejante absurdo? Para mí, está claro: al desprecio visceral que la masa siente hacia las élites. Pero cuidado, no se alteren los demagogos: no la aristocracia de sangre; sino las élites constituidas por las personas, no importa su condición económica, social o familiar que, gracias a su talento y esfuerzo personal, han conseguido ser los mejores en los diversos ámbitos de la vida.
Pero éste es un tema que queda para desarrollar, en ocasión distinta.
El señor Sánchez, representa a todo lo contrario de esas élites; es más, no pertenece, ni por asomo, a ninguna de ellas: no ha ejercido ningún cargo relevante en política; tampoco en la vida profesional. En cambio, ha ensuciado la vida pública española hasta a emporcar a su propia familia; ha conseguido, encanallar a todo el que lo apoya. Fíjese hasta qué punto: Mariano Rajoy, en su comparecencia, en una Comisión de hace tan solo unos meses, vino a decir que, en vez de estar juzgando los actos del gobierno actual, como cortina de humo, para tapar los, trapos sucios propios, están juzgando unos hechos que ocurrieron hace bastantes años y cuyas responsabilidades fueron ya depuradas y purgadas, montando una Comisión de investigación absurda, para tapar las propias actuales. Y, a modo de finalización de su intervención, alzó la mano, con el dedo acusador, moviéndose de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, se dirigió a todos los miembros del PSOE de la comisión, y sentenció: “señores socialistas, y conozco a todos los que aquí están, han perdido ustedes la dignidad, que es lo peor que puede perder una persona”.
Por lo tanto, señor Sánchez, y echando mano del tópico tan manido, yo le exhorto: ¡váyase y deje de ensuciarse más a sí mismo, a su propia familia, a todo el que lo apoya y, en definitiva, a España entera!











