Al alba del tercer día
Domingo de Resurrección. Con el paso de los días las celebraciones culminan. Hoy, al alba de este tercer día, los cristianos reciben eufóricos a Jesús Resucitado. Todo un símbolo de oportunidad y esperanza, vencer a la muerte es el mayor sueño y la más grande aventura, la realidad más exultante, el mayor acontecimiento para sobreponerse a todo mal. Cuando el ánimo cae ante los inconvenientes, los obstáculos o la desgracia, la piedra del Sepulcro aparece apartada y no hay cuerpo yacente…
La Semana Santa, que hoy -fiel a su cita- culmina su conmemoración, es como una excepción inevitable de celebración de la esperanza repetitiva e incesante. La torpe mano terrena de nuestros iguales ha parecido cejar temporalmente en gobernar con su molesta intromisión nuestras cuitas para asistir impotente a la manifestación pública tradicional de simbolismo y fe. La España que niegan es y guarda sus características históricas, aunque pareciera dormida, vuelve a aparecer con fuerza. La Semana Santa es cada año como un vendaval de actos, gestos, tambores, imágenes, colores y desfiles, que todo lo inunda. El inmenso trasiego de las gentes en pueblos y ciudades mezcla a los unos con los otros en una dinámica de sensaciones que provocan pensamientos y trascendente instinto.
Al alba del tercer día todo encamina y asienta su mensaje de alegría para hacerlo irrenunciable. Cada uno desde su asiento emocional descreído, anuente o nuevamente sorprendido por la influyente mano emotiva que le invade, a veces, contra todo pronóstico, adjudica la causa a lo que quiera que le conforme o justifique. Al sur de Occidente hasta el tiempo parece un aliado -una vez más- para traer alguna sonrisa que ya se descontaba.
Los capirotes de penitencia que alarmaban a muchos de nuestros visitantes aparecen en todo el mapa de la patria que muchos niegan, incoherentes, mientras participan de ella con un activo entusiasmo. Los tambores maños de Calanda, celebrados por Luis Buñuel, son tan sintomáticos como tantos y todos los gestos que se han alzado fuertes e inevitables. La semana de Pasión es el acto de reconciliación con la historia, los sentidos y la vida, que cada cual asume, reconoce o niega, según qué y quien es o se reconoce ser.
Naturalmente la pintura está llena de contraste, verla pasar es llenarse de esperados colores provocadores de irremisible sorpresa, contradiciendo de nuevo lo que cada cual espera. Pero, al fin, la vida es pura materia que auxilia de pretextos las emociones. Dicen que no hay moribundo que no crea, muchos lo afirman, algunos lo han observado y la mayoría lo ignora, seguramente un día todos podremos saberlo y será como el colofón compartido de tantas vueltas que nos dimos. Mañana seguimos, hoy es día para celebrar, Vaya el deseo de que todos puedan, sean o sientan lo que quiera que sea.