Por qué esta Europa no me gusta
Francisco Arnáiz de las Heras.- Normalmente he escrito de aquellas cosas que, desde el punto de vista político o de la gestión del día a día, no me gustan; pero hay una realidad histórica, y esta realidad nos dice que las ideas tienen siempre consecuencias, de modo que las ideas pervertidas pueden y suelen tener consecuencias letales; “que primero son las ideas y detrás vienen los cañones”. Hablemos, pues, de las ideas.
En un artículo titulado “La construcción de Europa”, apuntaba un conjunto de visiones negativas de la Europa actual al fin de estas visiones sirvieran de base para lo que podría ser una manera de construir la Europa actual –siempre que se hicieran las correspondientes rectificaciones-. En este artículo afirmaba que “la Europa que ha renegado de Dios carece de recursos para mantener su civilización”. De esto trato en el presente artículo, pues Europa (la Cristiandad medieval tan ignorada, tan despreciada, pero llena de vida comunitaria en la que los hombres estaban dotados de alas de anhelo, y en la que este afán hacia la santidad dio a la sociedad su inspiración, consistencia y naturalidad; unas disposiciones del mercado que hacían imposible el agio a los acaparadores, velaba por los víveres provenientes del campo o incluso más lejos…), al olvidar su tradición cristiana a olvidado a Dios, y esto es una constatación.
En este contexto me viene a la memoria “El Gran Arco” de París (Grande Archée”) construido por orden de François Miterrand (redomado masón) para que fuera monumento del bicentenario de la Revolución Francesa y de todas las declaraciones, habidas y por haber, de derechos de todo tipo concedidos a los humanos y ciudadanos, y casi nunca cumplidos. Como también recuerdo el rapapolvo que La Dama de Hierro dio a la “grandeur” de éste, cuando le dijo que, menos derechos revolucionarios, pues había sido el Cristianismo quien fue el auténtico impulsor de todos ellos y de la grandeza del ser humano, que fue el Cristianismo quien cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización.
De la mega-grandeza del Gran Arco (o sea, el Cubo) también se dice, a modo de vanagloria, que la catedral de Nuestra Señora de París, incluidas las agujas que existían antes del incendio, cabrían en él. Y yo me pregunto: ¿Qué cultura defenderá mejor los derechos humanos y defenderá mejor los fundamentos morales de la auténtica democracia: la que ha sido capaz de construir un cubo como éste, tan preciso, tan racional, pero tan frío y carente de personalidad, o la que fue capaz de construir las hermosas catedrales góticas diseminadas por toda Europas y que nos admiran con esos pináculos, gárgolas, arcos exentos, bóvedas, recovecos en arcos o en herradura o con unas vidrieras o vitrales que elevan el espíritu?
Lo primero que hay que recordar a los nuevos idearios de Europa es que Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi, Jean Monnet y Robert Schumann eran católicos practicantes, que veían la integración europea, por tanto, la construcción de Europa, como un proyecto de civilización cristiana. Frente a ello no encontramos con que la Constitución Europea, aprobada en 2004 y con unas setenta mil palabras, no hace mención alguna al “cristianismo”, ni en el preámbulo ni en el texto. No ha sido mera casualidad, sino algo buscado expresamente. Es como si Europa y sus valores nacieran, casi expontáneamente, con la ignorante Ilustración, busquen ustedes en la Inglaterra de 1668 o en la Francia del Terror de 1789. Para todos ellos y sus descendientes actuales, la civilización y Europa nacieron con ellos.
El laicismo de Francia fue importante a la hora de apartar toda mención a Dios (que aparece hasta en los billetes de dólar norteamericanos: IN GOD WE TRUST) e incluso al cristianismo. Ahí están las palabras de Jaques Chirac cuando dijo que “Francia es un Estado laico y como tal no tiene la costumbre de introducir elementos de naturaleza religiosa en textos constitucionales” u otro ilustre de su misma ralea, también formado, que no educado en la E.N.A., Valéry Giscard d’Estaing, que decía que “los europeos vivían en un sistema puramente laico, en el que la religión no desempeña un papel importante”. No pocos políticos y pseudo-intelectuales europeos pensaron que para asegurar los fundamentos democráticos de la U.E. era preciso “aplastar la infamia” de la herencia cristiana de Europa. Era la versión moderna de Voltarire : écrassez l’infâme. Una antigua vice-primer ministro de Suecia entendía como una broma cualquier mención a la tradición cristiana de Europa, y para mayor abundamiento, y sin ánimo de ser exhaustivos, un alto funcionario de Bruselas señaló que “los cristianos deben acabar por admitir que han perdido la batalla”. ¿Qué batalla y quién o quiénes la iniciaron?
Se argumentaba que el sólo el hecho de mencionar la contribución cristiana a la civilización europea excluye a judíos, musulmanes y no creyentes. ¿Por qué entonces los elogios que en dicha Constitución se dan a la Ilustración excluyen a los aristotélicos y tomistas que pensamos que Kant y otros exponentes del racionalismo ilustrado, están errados y herrados?
La Constitución europea, y por tanto Europa, evita con ello toda cuestión de ética e intencionalidad porque no puede identificar con precisión y exactitud histórica las fuentes del compromiso de Europa con los derechos humanos, el imperio de la ley y la democracia –entendida ésta como algo más que meros formalismos-, porque los constituyentes europeos no quisieron reconocer siquiera, la posibilidad de que las ideas, la ética y la historia cristianas tuvieran relación alguna con una Europa comprometida con los derechos humanos, con la democracia y el imperio de la ley.
Su “cristofobia” no les permitía percatarse de que una “Europa cristiana” no supone una Europa confesional. Que una Europa cristina es una Europa que respeta sin límites la igualdad de sus ciudadanos –creyentes y “laicos”, cristianos y no cristianos-. Sería una Europa que reconociera que el Cristianismo es uno de los elementos centrales en el desarrollo de su propia y exclusiva civilización.
El europeo medio está convencido, o le han convencido, de que para ser moderno y libre tiene que ser radicalmente secular y ello ha tenido y tiene consecuencias letales para su cultura y para la vida pública. El europeo sufre una crisis de moral de civilización, crisis que explica por qué el europeo ha abandonado su historia y el arduo trabajo de una política genuinamente democrática. Esta Historia y la verdadera democracia participativa ayudarían a transformar la sociedad y a rechazar el “estado asistencial” que se nos avecina; otros le llamarían “estado servil”.
En esta Europa los cristianos nos encontramos con lo que podríamos definir una “acusación trastocada”. En tiempos del Imperio Romano los cristianos eran considerados “ateos”, y este “ateísmo” constituía una amenaza a la vida pública y al orden social; ser “ateo” equivalía a ponerse fuera de la comunidad política, más aún, era ponerse en su contra. De ahí que las persecuciones tuvieran también una connotación política, y no meramente religiosa. Ahora nos hemos encontrado con que el Cristianismo no ha sido reconocido como una de las fuentes primarias de los valores europeos, porque el único espacio que, según algunos, queda libre para el pluralismo, la tolerancia, la civilización y la democracia, es un espacio público que deberá ser totalmente “ateo”. Como vemos, la “cristofobia” de la llamada alta cultura europea ha trastocado la premisa y el razonamiento, de manera que, en esta Europa los cristianos son rechazados por “creyentes” y en aquella incipiente Europa lo eran por “ateos”. El caso Buttiglione pone de manifiesto lo que aquí se expone: filósofo, y en su momento Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno italiano, fue examinado por el Parlamento Europeo para ser Comisario de Justicia; sus convicciones de fuerte moral católica fueron la causa de que el Parlamento acordara que estas convicciones estaban en “clara contradicción con la ley europea”. Con un par, de tolerancia.
El humanismo que nos proponen, que no deja de ser sino un humanismo ateo, ha entronizado a otras “divinidades laicas”: la “tolerancia” (que ellos interpretan como indiferencia), el “pluralismo” (que únicamente es un hecho sociológico y no un logro cultural), el “laicismo” (que se concreta en odio al hecho religioso, sobre todo si es cristiano, y por tanto debe quedar en ámbito de lo privado), la “ecología” (entendida como amor a todos los animales y odio a los humanos, sobre todo cuando éstos se encuentra en estado fetal), y todos los demás dioses modernos. Nos han organizado la vida de nuestros días de tal manera que, en sí misma, no es sino un producto del estatismo y una idea encubierta de socialismo. En suma, nos proponen un “estado asistencial” en el que la sociedad está controlada por él, y que enmascara un totalitarismo. Hay indicios para pensar que la pandemia reciente del coronavirus ha sido, y puede seguir siendo, usada para acelerar este proceso.
La realidad es que sin una referencia a lo “sagrado” (entendido como algo merecedor de respeto y por tanto es inaceptable su trasgresión o que no se puede o debe renunciar) la autoridad pública no es creíble, de modo que cualquier obligación o lealtad política deja de ser vinculante. La doctrina de que somos “nosotros” los que fijamos la autoridad política, como instrumento para asegurar nuestros propios planes privados y sin relevancia exterior, ha dejado a las democracias occidentales en un estado de franca debilidad moral que, tarde o temprano, provocará inevitablemente reacciones idolátricas y autoritarias. Nos están imponiendo un mundo secularizado sin percatarse, o sí, de que este mundo secularizado es un mundo sin ventanas, sin puertas, sin claraboyas, que es un mundo claustrofóbico y por tanto sofocante. Una cultura de la que haya desaparecido cualquier referencia a lo trascendente para el pensamiento y la acción humana, es nociva para la causa de la libertad y para la auténtica democracia. Una democracia no fundamentada en que la persona posee una dignidad y un valor inalienables, y una libertad intrínseca, es igual a arbitrariedad. En esas estamos, y por eso no me gusta. Parafraseando a Max Weber estos constructores son hombres especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón, que siendo mera nada, se imaginarán haber alcanzado un nivel jamás logrado por la humanidad.
En la construcción de Europa he constatado he constatado la mirada condescendientes de estos albañiles hacia el islam, como doctrina. Sé, como todos, de la lucha de los Estados cuando este islam se vuelve radical (lo que no es tan extraño si hemos leído el Corán, y no puede decirse del cristianismo, si hemos leído los Evangelios, insisto, Evangelios, no confundir. No olvidemos que el islamismo nació de un señor de la guerra y por él y este medio fue propagado, mientras que el cristianismo nació de un “carpintero”), pero he de informar que ya Napoleón, masón, el mayor genocida del siglo XIX –con más de dos millones de muertos a sus espaldas- y a quien la Revolución ha dedicado su altar en su “iglesia laica” (el laicismo se ha convertido en una nueva religión, con sus templos, teología, sacerdotes, santoral y hasta liturgia), sentía una especial atracción por el islamismo, ¿por qué será y por qué continúa? Sólo referencio ideologías, en este caso, no personas.
De ser europeos sabemos los españoles –de las Españas- mucho más que los bárbaros según los romanos. Durante toda la Edad Media, las Españas asumieron libre y voluntariamente una europeidad defendida a sangre y espada, mientras que nuestros vecinos, situados en el corazón de lo que es el continente, eran europeos porque no podían ser otra cosa, eran unos europeos pasivos en su europeidad. Para muchas generaciones de españoles, Europa fue deseada y buscada, logrando así una prematura modernidad.
Sabiéndome europeo, y culturalmente mucho antes de que la mayor parte de los europeos descendientes de “bárbaros” lo fueran, y sabiendo de la necesidad de Europa, tengo que decir que a esta Europa le sucede lo mismo que a muchas fincas, alcores y predios de Extremadura: “es manifiestamente mejorable”. Por eso, vuelvo a reiterar lo que dice el salmista y ya dije en mi anterior artículo: si el Señor no construye la casa, el vano se afanan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Nota: En este artículo las palabras, según decían los romanos, significan lo que significan; esto es, según el español de Castilla conforme recoge la RAE. Por eso, si se me escapan algunas veces palabras típicamente aragonesas, también éstas aparecen recogidas por la RAE. Las polisemias se deducen de su contexto, y si alguno tiene una polisemia que no aparece en el RAE, lo siento, no estoy en su mente, todavía. Lo que no se puede hacer cada vez que se escribe un artículo, es escribir un anexo que el que se ponga: en este documento “esta palabra” significa:…..












La Iglesia de Cristo agoniza, en España y resto de Europa sobre todo y la de Satanas crece, la del mundialismo y la apostasia de la Fe. En los años 80, que no era ni mucho menos una epoca dorada de la Fe, los Domingos la iglesia estaba llena, casi todos haciamos la comunion y bautismos, ahora vamos 4 vejetes el Domingo, yo con casi 50 soy el mas joven, por mucha guitarra y pop cristiano que metan los jovenes ni de mediana edad van, les importa un real bledo. La apostasia brutal de la que hablo San Pablo ya… Leer más »
La representación más real y actual de la torre de Babel.
Sólo nos queda esperar la muerte.
Estoy totalmente de acuerdo con lo de la torre de Babel Europa es la Torre de Babel desde su inicio y ahora por la inercia o por algun otro motivo aumentanto exponencialmente.
Me sabe tan mal no poder compartir la idea de que Europa es manifiestamente mejorable… Cuando el envejecimiento de su población autóctona es lamentablemente evidente con la consiguiente depauperación de su cultura, la falta de vitalidad de sus tradiciones, el olvido de su Historia que desembocará en la más o menos cercana desaparición de sus naciones… Y todo a causa de la pérdida de la Fe en Dios, por haber olvidado su origen cristiano, elemento fundamental para su gloriosa edificación sin el cual no tiene sentido, pues como dice el salmo que cita el articulista : “Si el Señor no… Leer más »
Buen articulo, que va al verdadero problema… un matiz, los Schumann, de Gasperi, Adenauer etc.. catolicos elllos, fundan solamente un mercado comun del carbon y del aceron nada de una Europa de valores cristianos
A veces ni nos imaginamos como nos manipulan
LA HERENCIA NAZI DE LA MÚSICA ACTUAL (Manipulación) https://anunnakibot.blogspot.com/2022/10/38-07-anunnakibot-la-herencia-nazi-de.html
Chaval, estás con la berza
Quizás es que Europa es laica?