Juny/Junio
FP.- La melodía del himno de Cataluña, oficial desde el año 1993, es un canto religioso judío llamado “No hay nadie como nuestro Dios”.
A la melodía se le unió letra popular con motivo del llamado Corpus de Sangre de 1640, en el que se juntó el hartazgo de los segadores con la nobleza local al tiempo que las tropas de Felipe IV acampaban en aldeas y pueblos, a costa de sus habitantes en cuanto a abrigo y avituallamiento, para participar en la Guerra de los 30 Años contra Francia por alianza con Austria.
Esta letra tenía estrofas como esta:
“Hont es vostre capitá, / ahont es la vostra bandera?”
Varen treure’l bon Jesús / tot cubert ab un vel negre:
Aquí es nostre capitá / aquí es nostra bandera”.
Entre otros párrafos de marcado carácter religioso contra la opresión social que vivían las clases populares.
En 1899 en plena Renaixença se modificó la melodía y parte de la letra, sustituyendo por ejemplo el antiguo estribillo “segueu arran, que la palla va cara”, “segad al ras, que la paja está cara” por “bon cop de falç, defensors de la terra”, “buen golpe de hoz, defensores de la tierra”, de un clamor contra el abuso feudal sobre los vasallos, todos catalanes, nobles y pueblo, a una expresión con claro contenido nacionalista muy en boga por los creadores del regionalismo político catalán del que deriva un siglo después el proyecto soberanista y por ende independentista.
La conversión del regionalismo en nacionalismo es producto del paso de la identidad cultural y su preservación, a la construcción ideológica con importantes elementos identificadores: el particularismo convertido en hecho diferencial y opuesto, el idioma como espacio propio de comunicación de sentimientos espirituales incomprensibles a los otros, la historia como prueba y testimonio de la existencia secular de la nación yuxtapuesta e impermeable a territorios colindantes y, la cultura, impregnada de las más altas cimas del pensamiento y la creación nacional siempre más avanzadas que otras culturas que además han supuesto merma en la propia creatividad e ingenio.
Todo ello aderezado a la vez de las costumbres y el folklore propios, la religión, hoy desaparecida como elemento identitario pero fundamental hasta hace dos décadas, y, en su extremo más forzado, la raza o la elevación del particularismo de la nación a la categoría biológica; en el caso del nacionalismo vasco es utilizado ad nauseam y en el catalán como barrera social de integración obligando al foráneo a una conversión radical, pese a que en muchas ocasiones el fervor patriótico no impide un desprecio de base.
Con estos aditamentos se ha transcurre a lo largo del siglo pasado, con cierta contención a base de concesión. Pero se desbocó a partir de la presencia de Zapatero y el estatuto inconstitucional que él mismo propició desde la Moncloa.
Del apaciguamiento basado en una irrealidad creada por quienes siguen con el mantra de que algo hay que hacer, al desastre que vive hoy Cataluña, solo pasaron 10 años. Se pasó de un absurdo Nou Estatut al referéndum ilegal.
El independentismo, antes nacionalismo, antes regionalismo, antes costumbrismo tiene ya su fecha fundacional, el día de la materialización del golpe al orden constitucional utilizando urnas falsas.
Esta Junio de 2021 además se ha cometido una nueva infamia, los indultos.
“Para cuando venga otro junio
¡afilemos bien las herramientas!” Sigue el himno catalán.
El gobierno por “unanimidad enorme”, por boca de su portavoz, como si hubiera unanimidades de distinta envergadura, ha sido la hoz de esta siega que manejada diestramente por los votos independentistas en el Congreso ha cortado al ras Libertad, Constitución, Estado de Derecho e Igualdad entre españoles.
La quema del Paller de Blat, de la Hacina, del montón de Paja en que ha convertido Sánchez la Democracia española es la próxima petición en forma de chantaje que al Estado le va a exigir el independentismo.
No hay límite. Y desde hoy no hay freno. Por qué ha de variar su propósito quiénes delinquiendo son tratados por el gobierno como socios de referencia, interlocutores válidos y dirigentes de solvencia.
La melodía y la letra irán modificándose a beneficio del proyecto enloquecido. El problema no es Cataluña, el problema es la catadura moral de los gobernantes al mando de la Administración General del Estado.