La decadencia del macho
“Amigo, tu historia con esa mujer empezará cayendo en sus brazos y terminará con los tuyos en el fregadero” (Frase de una película de cine negro norteamericano)
El macho no vende, no está de moda salvo para hacer anuncios de detergentes de lavadoras o de Cillit Bang. El macho está desprestigiado. Su desprestigio se debe a las tendencias sociales imperantes y, en grado no menos importante, a su sumisión, su desidia y su comodidad. El macho no está bien visto en la especie humana, al menos en las sociedades occidentales; no digamos del macho dominante, este ha pasado a ser una reliquia, una pieza de museo antropológico. Ahora el macho ha cedido su puesto al hombre suave, fino, muy perfumado, sumiso, pasivo, tímido, obediente, agradecido a la mujer por sus favores sexuales y, por supuesto, depilado como una muchachita de quince años. Aquel macho rudo, insumiso, dominante y peludo ha quedado para los zoológicos y los libros de Historia Natural. Lo curioso es que muchas de las características inherentes a la naturaleza del macho, han pasado a la hembra.
Dos ejemplos lo confirman: hoy la mujer bebe y fuma más que el hombre. Esa mezcla de alcohol y tabaco hace que cuando besas a una mujer en la boca, parezca que estás besando a Rafa, tu compañero de trabajo.
Tengo ante mi unos artículos sobre la reproducción sexual de algunos insectos. Mientras, bebo mi rubia y fresquita cerveza acompañada de almendras fritas saladas y reflexiono. Todo el mundo sabe que algunos insectos como las hormigas y las abejas se reproducen asexualmente o reproducción monogamética. Es lo que se conoce como partenogénesis. Un último descubrimiento, muy reciente, habla de una especie en la que las hembras no necesitan al macho para la reproducción. Se trata de una hormiga amazónica de la especie Mycoceúrus Smithii. Esta hormiga se reproduce por clonación de la reina que tiene el tremendo poder de controlar, no solo el sexo, sino el número de individuos del hormiguero. En mi reflexión me pregunto: ¿Qué sucedería con el macho de la especie humana si la mujer lograra concebir la vida sin la participación del hombre, sin necesitar su esperma, clonándose ella misma?
Ustedes dirán que es una estúpida reflexión y seguramente tienen razón, pero… La clonación ya ha sido posible en mamíferos superiores. Y todo el mundo sabe que el semen del varón occidental está más decaído que Pablo Iglesias, con menos fuerza cada día y sigue deteriorándose en cantidad y calidad; de tal forma, que en pocos años los países occidentales tendrán que importar semen, precisamente de los machos peludos, insumisos, bastos, dominantes que todavía existen en algunos lugares de este planeta. Y las ciencias avanzan que es una barbaridad. ¿Alguien es capaz de penetrar en la mente femenina? ¿Alguien se atreve a pronosticar qué harían las mujeres teniendo en sus manos – por clonación o por lo que fuera – el poder bárbaro de decidir sobre el sexo y el número de individuos de este hormiguero que es la Tierra?
Mircea Eliade dice en su libro “El mito del eterno retorno” que la vida no es más que un eterno retorno a los orígenes. Puede que estemos en el inicio del retorno a cuando las hembras ostentaban el poder. Ya fuimos advertidos por los dioses de tener cuidado con la ambición de las hembras, pero nos hemos ido relajando siglo tras siglo hasta llegar a la situación de penuria que actualmente vive el macho frente a la hembra que no parará hasta volver a poseer el poder que – según leyendas milenarias – cuando crearon el mundo, le dieron los dioses.
Miro en mí mismo y pienso que los de mi quinta – gracias a Dios – no conoceremos el retorno a los orígenes, aquellos momentos en que la hembra, no solo gobernaba el mundo, sino que lo dominaba y que – posiblemente – nosotros seamos la última generación de machos tal y como siempre se ha definido al macho, dejando paso al macho que anuncia los detergentes para lavadoras, cambia pañales, pasa la aspiradora, friega, hace la compra en el super, plancha ducha a los niños etc. Lo más paradójico de esto es que la supremacía que se anuncia en la hembra es corroborada por acción u omisión por este nuevo tipo de macho descafeinado.
Me sirvo una segunda cerveza, esta vez acompañada de anchoas. Y que sea lo que Dios quiera.
Real como la vida misma.
Un artículo MUY ACERTADO, en mi modesta opinión.
Por suerte eso del macho ibérico está en regresión. Cuando se tiende a la cultura se dejan de lado los impulsos animales, y es lo que está sucediendo. El macho ibérico está siendo sustituido por un tipo de hombre evolucionado a mejor que comparte con su igual, la mujer, las tareas domésticas, el cuidado de los hijos, el hecho de llevar dinero a casa por igual… Administrador: ¿No hay nada de lo que lee en lo que esté de acuerdo? Tiene usted un problema y yo se lo voy a solucionar. En lo que resta de día no le validaré… Leer más »
Sr administrador hasta los cansinos tienen derecho a opinar, este que viene a redimirnos cual misionero propagando la palabra del NOM, resulta que nos reafirma en lo que pensamos, fijese habla de cultura hoy en día, puede citarme a alguien culturalmente importante hoy en España, y de hace un siglo, con toda la población machista? o anterior, en fin, mezclar churras con merinas para tener la razón aunque retorcida. Luego confunde la precariedad laboral (al hacer falta dos salarios) con la realización de labores domesticas, vamos que vería bien que su padre, despues de estar todo el día trabajando tuviese… Leer más »
Veo que no eres partidario de la libertad de expresión y que pides censura. Yo en cambio prefiero que salga un mensaje si veo tantos errores como tú ves en el mío o yo en el tuyo.
Pero el hombre y la mujer son complementarios, con la misma dignidad siendo diferentes. De ahí su complementariedad por la que cada uno aportará sus capacidades y de este modo, por la participación de ambos, tendrá lugar la auténtica realidad humana. Esta carga contra el varón tan frecuente ahora, lamina la perfecta armonía de la pareja humana, ya que son las aportaciones de los dos, hombre y mujer, imprescindibles. Y en ese desgraciado desequilibrio estamos.