Begoña Gómez.

Paloma Cervilla.- Si la llegada de Pedro Sánchez al Palacio de la Moncloa abre, como él dice, un nuevo tiempo de regeneración en la política española, ¿qué hace su mujer colocándose a la primera de cambio como directora del Centro de África del Instituto de Empresa? Una entidad que recibe subvenciones públicas y que trabajará en proyectos cofinanciados por organizaciones multilaterales.

¿No quedamos en que Begoña Gómez, que así se llama la consorte, había solicitado una excedencia en su trabajo, tras la elección de su marido como presidente del Gobierno?

Pues parece ser que no, que todo era una farsa, una puesta en escena más y que nos vendieron una moto que no era verdad.

A mí me parece muy bien que la mujer de Pedro Sánchez trabaje, faltaría más. Pero lo que me parece alucinante es que, dos meses después de llegar a La Moncloa, la fiche este prestigioso instituto y encima nos quieran hacer ver que todo ha sido un proceso inmaculado que nada tiene que ver con su nueva posición social.

La mujer del César no solo tiene que ser honrada, sino parecerlo. Yo no voy a entrar en la cuestión de fondo, si está preparada, o no, si el proceso se inició antes de la moción de censura, o no; pero lo que está claro es que hay cosas que no se pueden hacer. Máxime, cuando desde el PSOE se mantiene un discurso inquisitorial contra todo aquel político o cercano a él, que se ponga a trabajar en cualquier empresa relacionada con lo público.

No quiero ni pensar que estaría pasando ahora en España si, en vez de la mujer de Sánchez, fuera la de Pablo Casado la que anunciara que ha conseguido algo así. Pues caerían sobre ellos las siete plagas del Apocalipsis.