Por José L. Román.- Cuando cualquier equipo de fútbol no ofrece buenos resultados, los aficionados protestan. Entonces, lo primero que hace la directiva es rescindir el contrato y cesar al entrenador y a sus colaboradores. Inmediatamente, entran en escena los medios informativos para mostrar su poder. Pasados unos días, el presidente del club previa consulta a su junta directiva, dará a conocer el nombre del nuevo técnico que se hará cargo del equipo.

En resumen, la directiva del club continuará siendo la misma; los jugadores, responsables directos de los buenos o malos resultados, también; el estadio no habrá cambiado su ubicación ni su nombre; y por último, los aficionados, esos que con su dinero contribuyen al sostenimiento del club, seguirán acudiendo a las gradas con la esperanza de que el nuevo entrenador consiga el milagro y reconduzca al equipo.

Siguiendo este símil y extrapolándolo a una gran nación como España, díganme, ¿no es acaso lo mismo que sucede en Cataluña con la salvedad, de que el entrenador y sus colaboradores han sido una banda de sediciosos traidores elegidos por sufragio universal?

Repasemos los acontecimientos. La directiva de la nación española (gobierno de Rajoy) ha cesado al “govern catalá”, o sea, al entrenador del equipo y a sus colaboradores (Puigdemont y sus consejeros), pero, ha dejado a la totalidad de la plantilla en sus puestos. A saber: medios de comunicación, mozos de escuadra, partidos independentistas, profesores adoctrinadores en el odio a España, etc. El estadio (parlament catalá), como es evidente sigue donde está y con el mismo nombre. Y, los aficionados (los contribuyentes) que con su dinero sostienen a la directiva, al club, al entrenador y a la plantilla, y que en su día eligieron por mayoría al “mister” cesado (Puigdemont), son convocados de nuevo a las urnas con el fin de que puede surgir un nuevo técnico, sin que a la directiva de la nación (gobierno de Rajoy) le importe demasiado el riesgo que supone, cuando de lo que se trata, es que el club (el autogobierno) no desaparezca.

Qué importa, que el indecente PIssarello siga arrancando la bandera de España del balcón del Ayuntamiento.

Qué importa, que la alcaldesa Inmaculada Colau haya retirado los retratos del rey de ese mismo Ayuntamiento, siga subestimando, desconsiderando y ninguneando a los miembros de nuestras Fuerzas Armadas, y continúe gestionando millones de euros del FLA en sus oficinas de colocación.

Qué importa, que los adoctrinadores en el odio a España continúen en las aulas en su tarea de contaminar las mentes infantiles y sigan percibiendo sus sueldos.

Qué importa, que el FC. Barcelona continúe siendo el embajador del independentismo fuera de España, y su estadio la capilla sixtina del odio a España y a los españoles.

Qué importa, que tipejas como Empar Moliner a través de Tv3 puedan continuar quemando públicamente ejemplares de la Constitución española, sin que nadie la meta en cintura.

Qué importa, que las televisiones públicas catalanas emitan en directo los tiroteos a los retratos del rey de España, la quema de enseñas nacionales, y todo un recital de mofas y befas contra España y los españoles.

Qué importa, que ese independentismo se subvencione con fondos públicos y se extienda a otras regiones españolas como la Comunidad Valenciana y Baleares, donde se adoctrina a los escolares en el independentismo y el odio a España, y se les obliga a hablar en catalán.

Pero, qué importa todo esto, cuando de lo que se trata es salvar el autogobierno y los sueldos de miles y miles de chupópteros que pululan por las oficinas de colocación y academias de independentistas, de una región en quiebra técnica que se sostiene con el dinero de todos los contribuyentes españoles.

¿Acaso no se dan cuenta ustedes, de que quienes quieren salvar ese autogobierno catalán son los mismos, que ahora se apresuran a subirse al carro del “constitucionalismo”, cuando hace escasamente unos años formando parte del gobierno de España, destituyeron fulminantemente al teniente general Mena Aguado, acusándole de cometer el “delito” durante una Pascua Militar, de dar lectura a la Constitución alertando sobre el capítulo doloroso que se vive hoy en Cataluña?

La aplicación con limitaciones del artículo 155 de la Constitución, que inhabilita a Puigdemont y a sus consejeros, sin ilegalizar el independentismo, es a priori un sedante que tranquiliza a las masas, pero la hace inútil de antemano. Si por el humo se sabe dónde está el fuego, disipar el humo sin apagar la llama, es una torpeza técnica; si los bomberos dejan rescoldos, lo que quede del bosque arderá también.