Por José L. Román.- Que los separatistas han dado un golpe de estado en Cataluña sin que el gobierno de España haya reaccionado sin temor ante la gravedad del asunto, es un hecho que ha traspasado fronteras. Tanto es así, que la pasividad y cobardía del Ejecutivo ha animado también a los pirómanos a dar otro duro golpe, esta vez en Galicia. Golpe mortal contra los recursos naturales para arruinar esa zona de España, con el convencimiento de que el gobierno no tiene fuerza moral para meterlos en cintura. Se habla de Cataluña, de Galicia, y de que el fuego también ha llegando hasta Asturias. Todo, menos hablar de un ataque mortal contra España.

Es verdad que el pueblo está reaccionando y lanzándose a la calle para reivindicar algo que quedó excluido de las escuelas hace ya cuarenta años. Me estoy refiriendo al tan necesario “espíritu nacional”. Esta falta de cultivo espiritual es tan evidente, que está mostrando ahora sus graves consecuencias. España ha quedado convertida en una auténtica Babel. Ya no sabe uno si quien dirige el gobierno es Mariano Trapero; si la república catalana es cosa de Oriol Rajoy, y si Soraya Puigdemont se reúne con Pedro Junqueras.

Las noticias por los graves acontecimientos que tienen lugar en Cataluña se suceden a tal velocidad, que una exclusiva en portada caduca a los cinco minutos. En las últimas semanas la realidad se ha impuesto a la ficción; las Redes sociales no dan abasto; los medios digitales no encuentran espacios para colocar a la vista tantos titulares; y el fútbol, que siempre ha sido fenómeno de primer orden, ha pasado irremediablemente a un segundo plano.

Todo se mueve con una rapidez extraordinaria. Todo, menos la corte de la cobardía capitaneada por Rajoy, incapaz de meter en cintura a los golpistas de Cataluña. Su pacto con Pedro Sánchez y los requerimientos, se han convertido en sus principales armas contra estos delincuentes. Requerimientos por doquier para no obtener respuesta ni ejecutar nada. Un cachondeo que está poniendo a los Tribunales de Justicia a los pies de los caballos, y dejando a los jueces con la moral y la autoridad por los suelos.

Díganme, ¿qué autoridad moral puede tener un gobierno para mantener en prisión a miles de delincuentes comunes, mientras los golpistas se chotean y se ríen del gobierno, de los Tribunales y de la Constitución?

En cuestión de semanas, parece que a este gobierno se le ha ido el control de las manos. Pero no es así. Es simplemente una cortina de humo para distraer la atención. Aunque no se quiera ver, Bárcenas sigue en el candelero; y lo mismo sucede con la familia Pujol. Siguen los fallecimientos misteriosos de personajes imputados en casos de corrupción. El caso Gurtel y los ERE de Andalucía, son latigazos en la conciencia de los responsables de los dos principales partidos, sin que a sus líderes les importe demasiado. El dictador comunista venezolano sigue sometiendo a su pueblo sin que en España importe demasiado que Podemos sea su paladín. Y se ha tendido un tupido velo sobre el montante destinado por el Banco de España para rescatar a las Cajas de Ahorro.

Las Comunidades Autónomas están quebradas, especialmente Cataluña; sus dirigentes se ven obligados a tener que aplicar recortes en Sanidad, Justicia y Educación, porque las aportaciones del FLA son insuficientes. Pero sin embargo, sus sueldos, privilegios, medios de comunicación y embajadas, no se tocan.

Doce mil policías y guardias civiles son desplegados en Cataluña en condiciones infrahumanas, y peor pagados que unos “pistoleros a sueldo” como los mozos de escuadra, que han cometido el delito que debían perseguir sin que el gobierno de la nación, cumpla con su obligación de disolverlos y detener a sus dirigentes.

Esto es la democracia española; la de esta clase política; la de Felipe González, Aznar, Zapatero y Rajoy, que como dirigentes del gobierno de la nación son los únicos responsables de habernos conducido hasta el capítulo doloroso que se vive hoy en Cataluña.

No nos debe extrañar por tanto, que cuando los españoles se lanzan a la calle contra el separatismo y para defender la unidad de España, la clase política se apresure en apuntar que esos actos de afirmación nacional en todos los rincones de la Patria, se han convocado para defender la democracia y la Constitución. Nada más falso, adulterado e inexacto.

La manera más eficaz que tienen de blindar sus privilegios, prebendas, sueldos, y en definitiva la “vida padre”, no es otra que apelar, en momentos de crisis institucional y política, a la democracia y la Constitución, aún a sabiendas, de que esta democracia permite que los terroristas y separatistas estén en las instituciones, y que esa Carta Magna nadie la respeta ni obedece.

La falta de patriotismo, la negativa gubernamental de cultivar el espíritu nacional en los centros de enseñanza públicos, y la prohibición de estudiar y expresarse libremente en español en algunas Comunidades Autónomas, durante los últimos cuarenta años, han convertido a España en una auténtica Babel.