Las fiestas navideñas y los resentidos
José Manuel Otero Lastres.- En la Voz de Galicia de hoy, Xosé Luis Barreiro publica un interesante artículo, titulado “El secuestro del adviento”, en el que, tras sostener que el calendario de fiestas cristiano es el único sólido, duradero y acomodado al ciclo natural, denuncia que está siendo sustituido por acontecimientos improvisados que no pasan de ser “trapalladas” (trapacerías) y “de mal gusto”. Refiriéndose en concreto a estas fechas, escribe que se están intentando enmascarar las fiestas navideñas por elucubraciones laicas sobre un hecho religioso.
Comparto enteramente su denuncia. Pero ¿a qué se deben estos intentos de sustituir nuestras tradiciones por sucedáneos laicos? Por lo general, ignoramos por completo las fiestas y tradiciones de las culturas que nada tienen que ver con la nuestra simplemente porque nos son del todo indiferentes. ¿Por qué entonces los que intentan cambiar nuestras fiestas por esos artificios engañosos no se limitan a ignorarlas en lugar de luchar denodadamente por borrarlas de nuestra realidad? ¿Por qué ese esforzado combate, desde el laicismo militante, contra todo lo que tenga algo que ver con el sentimiento religioso de la ciudadanía?
Habrá otras posibles explicaciones, pero tengo para mí que en esa actitud beligerante hay mucho resentimiento. Como escribió el Doctor Marañón, en su libro sobre Tiberio, el número de resentidos es mucho mayor de lo que creemos, pero no es fácil descubrirlos, porque son hipócritas y suelen revestirse de una especie de falsa virtud, que engaña a los distraídos.
Al contrario que Unamuno, que calificaba el resentimiento como «pecado capital» -de mayor gravedad incluso que la ira y la soberbia- Marañón lo considera como una pasión, es decir, una perturbación o afecto desordenado del ánimo. Añade este ilustre escritor que, aunque el resentimiento es fruto de una agresión, sólo anida en las almas propicias. Porque la agresión que, en la mayoría causa un simple sufrimiento pasajero que se olvida, en los resentidos se enquista, permanece para siempre en el alma, y acaba siendo la que rige toda su conducta.
El resentido es una persona sin generosidad, que reacciona generalmente contra el destino. Suelen rondar en torno a los poderosos, los cuales engendran en el resentido un sentimiento contradictorio: se siente, al mismo tiempo, atraído e irritado por el poderoso. Por eso, el doctor Marañón advierte a los poderosos que «crece a su sombra, y mil veces más peligroso que la envidia, es el resentimiento de los que viven de su favor». Y agrega que lo más grave del resentimiento es que no tiene cura, porque su única medicina es la generosidad. Y esta nobilísima pasión, como dice el citado maestro, nace con el alma: se puede fomentar o disminuir, pero no crear en quien no la tiene.
Todo parece indicar que esta milicia de resentidos, que están intentando inútilmente sustituir las fiestas religiosas por esas elucubraciones laicas convertidas en las trapacerías de mal gusto de las que tan acertadamente habla Xosé Luis Berreiro, va a fracasar, porque, por mucho que sea su rencor, es más fuerte y duradero el sentimiento tradicional de una parte importante de la ciudadanía.
El resentimiento lo ponen los tontos útiles, pero los de arriba siguen una agenda masónica sistematizada que tiene ya siglos de existencia y cuyo último fin es la secularización total de occidente, extirpar hasta el último vestigio de la civilización cristiana.
¿No te gusta la Navidad? No eres cristiano? Pues sencillamente no la celebres. Pero deja que los que sí lo somos lo hagamos. No seas intransigente y quieras imponer tu ateismo por la fuerza. El hecho de que yo celebre la Navidad no te va causar ningún daño. La Navidad, o cualquier otra celebración cristiana, son totalmente inofensivas. ¿Por qué ese empeño en atacar nuestras creencias? ¿A qué viene esa mezcla de terror y odio cerval que sentís por Cristo? ¿De qué o de quién tenéis tanto miedo?
Hay que celebrar la Navidad por todo lo alto y con plena conciencia de sus orígenes paganos; pero no por ello menos cristianos. Cristo, el cristal de la luz, regresa como Sol Invinctus. Además de respetar las tradiciones, debemos enriquecerlas. Un bonito belén con una Sagrada Familia extraterrestre, con una virgen María con una bella piel plateada con escamas, expresaría nuestro anhelo de una Navidad cósmica. Podemos añadir toques futuristas haciendo de los pastorcillos repartidores en sus motocicletas de hidrógeno. Así se desvela el contenido simbólico de una contemporaneidad aparentemente intrascendente.
En casa somos ateos y celebramos la Navidad, es una época muy bonita, de celebración y reunión con la familia, de hacer regalos y expresar afecto. No veo por qué alguien estaría en contra de la Navidad, la verdad.