Francisco y las nuevas síntesis culturales… ¿abandono de la fe católica?
DB.- En estos días en que está tan común hablar de “colaborar con aquellos que piensan diferente”, en acogida e inmigrantes, para muchos oídos suenan duras las palabras del Doctor Angélico: “Las relaciones con los extranjeros pueden ser de paz o de guerra” (I-II, 105, a.3).
Sí, en ese artículo de la Suma Teológica, Santo Tomás hace una detallada explicación de la convivencia entre el pueblo elegido y los extranjeros. Y la verdad es que cuando leemos el Antiguo Testamento encontramos muchos pasajes con explícitos preceptos de buena acogida hacia los extranjeros: “Ama al emigrante, dándole pan y vestido” (Dt 10, 18); “No defraudarás el derecho del emigrante” (Dt 24, 17); “Si un emigrante reside con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis” (Lv 19, 33).
Pero también está muy claro que esa misericordiosa manera de proceder tiene en vista los extranjeros que entraran, de alguna manera, a formar parte del pueblo elegido, haciéndose verdaderos compatriotas. Hasta tal punto que todas las leyes que Dios había preceptuado a los judíos eran válidas también para estos extranjeros: “Del mismo modo juzgarás al emigrante que al nativo; porque yo soy el Señor, vuestro Dios” (Lv 24, 22). “El mismo ritual vale para el nativo del país y para el emigrante” (Nm 9, 14).
“Una misma ley y una misma norma regirá para vosotros y para el emigrante que reside entre vosotros” (Nm 15, 16). “Lo mismo al ciudadano israelita que al emigrante residente entre vosotros: no tendréis más que una sola ley para el que obra por ignorancia” (Nm 15, 29). “Quien blasfeme el Nombre del Señor, será muerto; toda la comunidad lo apedreará. Sea emigrante o nativo, quien blasfeme el Nombre, morirá irremisiblemente” (Lv 24, 16).
Muchas veces se hace evidente también la finalidad de hacer llegar a los demás el conocimiento del verdadero Dios, para que así Él fuera adorado por todos los pueblos, tal como lo era entre el pueblo de Israel. “También al extranjero, al que no es de tu pueblo Israel y viene de un país lejano a orar en este templo a causa de tu Nombre —porque oirán hablar de tu gran Nombre, de tu mano fuerte y de tu brazo extendido—, tú lo escucharás en los cielos, lugar de tu morada; harás al extranjero según lo que te pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu Nombre y te respeten como tu pueblo Israel, y reconozcan que tu Nombre” (1 Re 8, 41).
Pero la actitud compasiva ordenada por Dios no excluye una especial vigilancia hacia los extranjeros, pues éstos podrían ser también causa de ruina y disminución del fervor religioso para el pueblo. “Mete en casa a un extraño y te causará problemas, te hará sentir extraño con tu propia familia” (Eclo 11, 34). “El Señor dijo a Moisés: Tú vas a reunirte con tus padres y este pueblo se levantará y se prostituirá con los dioses extranjeros de la tierra adonde va a entrar, y me abandonará y romperá la alianza que concerté con él” (Dt 31, 16).
Eso no nos debe extrañar, pues si el extranjero fuera admitido de cualquier manera, de ahí se podrían originar innumerables peligros “pues, no estando arraigados en el amor del bien público, podrían atentar contra el pueblo” (Suma Teológica I-II, 105, a.3). Así, solamente algunos extranjeros eran admitidos con benevolencia: aquellos provenientes de naciones que tenían afinidad con los hebreos. De otra parte, las naciones que habían tratado los israelitas con enemistades no eran admitidas en convivencia normal (cf. Suma Teológica I-II, 105, a.3).
Nosotros no podemos cerrarnos delante de los necesitados y es nuestra obligación hacerles llegar nuestros gestos de caridad, ofreciéndoles las obras de misericordia espirituales como también, dentro de nuestras posibilidades, las obras de misericordia corporales. Pero no podemos olvidar que jamás podemos deshacernos de nuestra fe para atender aquellos que no están de acuerdo con ella. A nuestra santa religión no debemos “meterla debajo del celemín, sino ponerla en el candelero y que alumbre a todos” (Mt 5,15).
El pasado cristiano de nuestros pueblos es una preciosidad que no podemos dejar que sea segado por el indiferentismo o por un falso respecto hacia aquellos que no son católicos.
Por eso en este aciago siglo XXI son más válidas que nunca muchas afirmaciones de los Papas sobre el glorioso pasado cristiano de Occidente y vale la pena recordarlas:
I – La cultura occidental tiene sus raíces en la fe católica, al contrario de todas las demás
Juan Pablo II
-La cultura y la civilización europea tienen sus raíces en la fe cristiana
-Responsabilidad de revitalizar las raíces cristianas europeas
Benedicto XVI
-El monaquismo proporcionó el desarrollo de Europa
-El futuro de la civilización europea está en la imagen cristiana del hombre
Juan Pablo II
-En Polonia la cultura está marcada por su raíz católica
-Juan Pablo II deseaba que Polonia, bien como toda Europa, permaneciera siempre fiel a sus raíces cristinas
-La búsqueda de unidad entre los pueblos europeos debe partir de la conciencia de las raíces cristianas de este continente
-El cristianismo siempre ha dado importante contribución para la formación del patrimonio cultural
-El cristianismo no se puede reducir a ninguna cultura particular. Él dialoga con cada una y las lleva a sacar lo mejor de sí. Las raíces cristianas de Europa son garantía de su futuro.
-La historia de la formación de las naciones europeas va a la par con su evangelización, por eso la identidad europea no es comprensible sin el cristianismo. Él es la causa de su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad de expansión, y de todo lo que constituye su gloria
-Europa: descubre tus orígenes. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia. Así el futuro no estará dominado por la incertidumbre y el temor, antes bien se abrirá para ti un nuevo período
-Sin el Cristianismo no se puede comprender la historia y el destino de Europa
Consejo Pontificio para la Cultura
-Hoy se observa una ruptura en la transmisión de la fe, ruptura que está íntimamente ligada con un alejamiento de la cultura popular impregnada de cristianismo a lo largo de los siglos
Juan Pablo II
-El cristianismo es el elemento central y determinante de la compleja historia de Europa. La fe católica ha plasmado la cultura de ese continente de tal manera que no se puede estudiar la historia de Europa sin conocer el período de la evangelización y todos los siglos que le sucedieron. El camino hacia el futuro no puede relegar este dato, y los cristianos están llamados a tomar una renovada conciencia de todo ello para mostrar sus capacidades permanente
-El mundo necesita que Europa tome conciencia de su fundamento cristiano y que esté dispuesta a configurar el presente y el futuro a partir de ahí
-Europa es una tierra regada por la fe cristiana milenaria
-El cristianismo ha modelado la identidad histórico-cultural de Latinoamérica. En ese continente la cultura popular, el arte, etc., reflejan la fe que desde el principio le ha marcado
-Los pueblos latinoamericanos fueron engendrados en la fe cristiana
-La primera evangelización de América Latina marcó profundamente su identidad histórico-cultural
-La Iglesia dejó huellas profundas en la historia del pueblo americano
Pío XII
-No se puede olvidar el importante papel de los sacerdotes católicos que se unieron a los descubridores: llevaron la luz del Evangelio a los indígenas y a los negros
-Los misioneros llevaron hasta muy lejos los beneficios de la fe; y también los barbaros que invadieron Europa en los primeros siglos fueron pacificados y civilizados por el cristianismo
Cardenal Dominique Mamberti
-El cristianismo ha forjado la identidad del continente europeo
II – Los católicos tienen el deber de preservar su cultura y su identidad
Juan Pablo II
-Es necesario a los católicos permanecer en la coherencia de la fe y no temer asumir su identidad cristiana y católica
-Iglesia y Europa: realidades íntimamente unidas en el ser y en el destino. Europa no puede abandonar el cristianismo como alguien que abandona un compañero de viaje que se le hace extraño. El secularismo que Europa hoy difunde por el mundo es un peligro para los demás países.
Cardenal Angelo Sodano
-El encuentro Iglesia-Europa enriqueció la civilización europea y es parte del patrimonio de toda la humanidad
Consejo Pontificio para la Cultura
-Hoy no se trata solamente de llenar de fe las culturas, sino traer de vuelta la fe que ha perdido el mundo descristianizado en que vivimos
Juan Pablo II
-San Benito dio inicio al gigantesco trabajo del cual nació Europa
-San Benito, San Cirilo y San Metodio, tres santos que fundaron su obra civilizadora sobre el anuncio del Evangelio
-En el imperio de Carlomagno hubo la feliz unión de la cultura clásica, la fe cristiana y las tradiciones de diversos pueblos. Esta es una herencia espiritual que marcó el continente europeo
-San Cirilo y San Metodio fueron siempre reconocidos como padres del cristianismo y de la cultura eslava.
-La obra de san Cirilo y san Metodio hincó las raíces cristianas en Europa y todavía hoy constituyen un ponto de referencia del cual no se puede prescindir
Benedicto XVI
-San Agustín es reconocido hasta por aquellos que ignoran el cristianismo pues el dejó una profunda huella en la vida cultural de Occidente
Pablo VI
-San Agustín fue un marco en la historia: de él derivan las corrientes de pensamiento de los siglos posteriores
Juan Pablo II
-San Benito fue un hombre fundamental en la historia de Europa
-Europa es fruto de la tradición cristiana
-La fe ha logrado impregnar la concepción de vida, criterios y comportamiento de los pueblos católicos
-La Iglesia no constituye una cultura del pasado o algo superado
-En América Latina la cultura está impregnada de la fe cristiana heredada de Europa, pero con una marca propia. Evangelizar la cultura es un reto que siempre ha estado presente en la Iglesia, pues sólo la fe puede proporcionar una auténtica cultura
Pío XII
-Instituciones que hasta hoy son el orgullo de toda civilización son fruto de la caridad cristiana: hospitales, orfanatos, leproserías, etc.
-Órdenes religiosas para redimir los cautivos
-También los hospitales son un beneficio que recibimos de la civilización cristiana
Juan Pablo II
-En la historia las instituciones “creadoras” de cultura están enraizadas en el cristianismo
III – Asimilar la cultura de los inmigrantes ¿para evangelizarlos o para diluirnos?
Consejo Pontificio para la Cultura
-En el diálogo con los no creyentes no se puede olvidar que vale el mandato de Cristo de proclamar el Evangelio a toda criatura
Pablo VI
-En el diálogo hay que cuidar para no dejarse contagiar por los errores de los demás
Sínodo de los Obispos
-El sincretismo y el relativismo moral traen como consecuencia la pérdida del sentido de Dios
Pablo VI
-El anuncio de Cristo es único: no admite indiferencia, sincretismo o acomodamientos
Juan Pablo II
-El diálogo interreligioso debe ser llevado a término con la convicción de que la Iglesia es el camino de salvación
-En el diálogo es necesario evitar todo reduccionismo de la doctrina para “estar de acuerdo” con aquellos que no profesan la fe católica
Benedicto XVI
-Hay que tener vigilancia para no sustituir la fe por una praxis capaz de mejorar el mundo
Comisión Teológica Internacional
-Por grande que sea el respeto debido a la herencia cultural de un pueblo no se puede olvidar que el evangelio transciende a todas las culturas humanas
Cardenal Joseph Ratzinger
-No podemos dejarnos llevar por la dictadura del relativismo según la cual hay que dejarse guiar por cualquier viento de doctrina
Consejo Pontificio para la Cultura
-La cooperación con los no creyentes no exime a los cristianos de su fe
IV – La Iglesia es Madre, es verdad, pero ¿qué quiere una buena madre para sus hijos?
Sagradas Escrituras
-Se debe evangelizar cueste lo que cueste
Pío XII
-Los verdaderos cristianos deben desear con ardor que la fe florezca en todos lugares
Juan Pablo II
-Toda persona tiene el derecho a escuchar la “Buena Nueva”
Pío IX
-Los conciliadores son enemigos de la Iglesia
-No es lícito disimular un dogma
Congregación para la Doctrina de la Fe
-La acción evangelizadora de la Iglesia forma parte de la naturaleza misma de la Iglesia
Pablo VI
-La Iglesia siempre estuvo vinculada a la evangelización
-El anuncio del Evangelio es un deber congénito al patrimonio recibido de Cristo
Concilio Vaticano II (XXI Ecuménico)
-Hoy como siempre la Iglesia tiene el deber y el derecho sagrado de evangelizar
V – Una nueva síntesis cultural hecha sin Fe pone en riesgo las costumbres cristianas
Juan Pablo II
-La presencia de estos hermanos en los países de antigua tradición cristiana es un desafío para las comunidades eclesiales
-En los países de antigua tradición cristiana la presencia de inmigrantes no cristianos es un desafío. Los católicos deben tener muy claro que más allá de cualquier gesto de generosa solidaridad está el anuncio de Jesucristo
-Las corrientes inmigratorias y el turismo han afectado ciertas diócesis europeas
-El patrimonio cristiano corre riesgo bajo la secularización
Consejo Pontificio para la Cultura
-La enseñanza católica sufre gran desestabilización con los fenómenos inmigratorios
-Incluso delante de inmigrantes de otras religiones las escuelas católicas deben conservar sus características propias al proyecto educativo cristiano
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrados e Itinerantes
-Los cristianos están llamados a testimoniar el Evangelio hasta el explicito anuncio de la Palabra de Dios
-La Iglesia se empeña también a favor de los inmigrantes no cristianos mediante la promoción humana, pero sobre todo buscando abrirles el corazón para el anuncio del Evangelio
Juan Pablo II
-El fenómeno de las migraciones plantea interrogantes y desafíos. La Iglesia se preocupa de que no falte a los emigrantes la luz y el apoyo del Evangelio
Pío XII
-Jesús, María y José son modelo para los emigrantes de todos los tiempos
-Los prófugos nunca fueron descuidados por la Iglesia
Pío XI
-Para todas las épocas de dificultades y revoluciones hay documentos pontificios que demuestran la preocupación de los pontífices por los católicos emigrados
Benedicto XVI
-Antes que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar
-Regular los flujos migratorios y defender las fronteras es derecho de los Estados
I – La cultura occidental tiene sus raíces en la fe católica, al contrario de todas las demás
Juan Pablo II
La cultura y la civilización europea tienen sus raíces en la fe cristiana
“Doy las gracias, en particular, a los Jefes de Estado y a las Autoridades civiles por el apoyo que han dado a la iniciativa, que ciertamente ha favorecido una mayor aproximación de las naciones del continente sobre la base de aquellos valores fundamentales de la cultura y de la civilización europea, que hunden sus raíces en la fe cristiana. […] Ha sido una peregrinación hacia los comienzos del cristianismo y de la Iglesia en la Europa Septentrional. Dicho inicio se vincula, ya desde el siglo IX, con la misión de San Oscar (Ansgar), el cual procedente de la Galia, se trasladó al Norte con el mensaje evangélico. Su obra preparó las fases sucesivas de la evangelización, primero en Dinamarca y después en las otras partes de Escandinavia.
Este proceso está en conexión con las figuras de santos reyes y de obispos que, en el corazón de las naciones del Norte europeo, se convirtieron en pilares de la Iglesia. Su recuerdo, lleno de veneración, une las sociedades de estos países. Además, al recuerdo de San Oscar, va particularmente unido el de San Olav, Patrono de Noruega; San Thorlak Thorhallsson, obispo de Skalholt, Islandia, que se afanó incansablemente por fortalecer la vida cristiana de su pueblo; San Enrique, Patrono de Finlandia, hombre valiente y de gran fe en la presencia activa de Dios en la vida de los hombres; San Canuto, Rey de Dinamarca, y Niels Stensen (Stenone), beatificado recientemente; el Santo Rey Erik IX, Patrono de Suecia y símbolo de la unidad nacional del país; y, por último Santa Brígida, que vino a Roma, donde trabajó con energía por la unidad de la Iglesia, y cuya memoria va unida al santuario de Vadstena, en Suecia. Durante la peregrinación a través de los países escandinavos, un punto esencial de referencia han sido las antiguas catedrales de Trondheim, Noruega; de Turku, la primera capital de Finlandia; de Roskilde, Dinamarca; y finalmente de Upsala, Suecia. Aquí reposan el católico San Erik […]. En esta serie hay que incluir también Thingvellir, Islandia, el lugar en el que se tomó la decisión de introducir el cristianismo en la isla nórdica […]. El recuerdo de los santos, hombres y mujeres, que han vivido en aquellas tierras y han testimoniado en ellas su fe en Cristo en los comienzos de la evangelización de las respectivas circunscripciones, debe incitar a los cristianos de hoy a la renovación espiritual […]”. (Juan Pablo II. Audiencia general, n. 1-4, 14 de junio de 1989).
Responsabilidad de revitalizar las raíces cristianas europeas
“Europa ha sido impregnada amplia y profundamente por el cristianismo […] El interés que la Iglesia tiene por Europa deriva de su misma naturaleza y misión. En efecto, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha mantenido lazos muy estrechos con nuestro Continente, de tal modo que la fisonomía espiritual de Europa se ha ido formando gracias a los esfuerzos de grandes misioneros y al testimonio de santos y mártires, a la labor asidua de monjes, religiosos y pastores. De la concepción bíblica del hombre, Europa ha tomado lo mejor de su cultura humanista, ha encontrado inspiración para sus creaciones intelectuales y artísticas, ha elaborado normas de derecho y, sobre todo, ha promovido la dignidad de la persona, fuente de derechos inalienables. De este modo la Iglesia, en cuanto depositaria del Evangelio, ha contribuido a difundir y a consolidar los valores que han hecho universal la cultura europea. Al recordar todo esto, la Iglesia de hoy siente, con nueva responsabilidad, el deber apremiante de no disipar este patrimonio precioso y ayudar a Europa a construirse a sí misma, revitalizando las raíces cristianas que le han dado origen”. (Juan Pablo II. Ecclesia in Europa, n. 24, 28 de junio de 2003).
Benedicto XVI
El monaquismo proporcionó el desarrollo de Europa
“Quisiera hablaros esta tarde del origen de la teología occidental y de las raíces de la cultura europea. He recordado al comienzo que el lugar donde nos encontramos es emblemático. Está ligado a la cultura monástica, porque aquí vivieron monjes jóvenes, para aprender a comprender más profundamente su llamada y vivir mejor su misión. ¿Es ésta una experiencia que representa todavía algo para nosotros, o nos encontramos sólo con un mundo ya pasado? Para responder, conviene que reflexionemos un momento sobre la naturaleza del monaquismo occidental. ¿De qué se trataba entonces? A tenor de la historia de las consecuencias del monaquismo cabe decir que, en la gran fractura cultural provocada por las migraciones de los pueblos y el nuevo orden de los Estados que se estaban formando, los monasterios eran los lugares en los que sobrevivían los tesoros de la vieja cultura y en los que, a partir de ellos, se iba formando poco a poco una nueva cultura. […] Del monaquismo forma parte, junto con la cultura de la palabra, una cultura del trabajo, sin la cual el desarrollo de Europa, su ethos y su formación del mundo son impensables”. (Benedicto XVI. Encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins, 12 de septiembre de 2008)
El futuro de la civilización europea está en la imagen cristiana del hombre
“La edificación de la casa común europea sólo puede llegar a buen puerto si este continente es consciente de sus raíces cristianas y si los valores del Evangelio, así como de la imagen cristiana del hombre, son también en el futuro el fermento de la civilización europea. La fe vivida en Cristo y el amor activo al prójimo, de acuerdo con la palabra y la vida de Cristo y el ejemplo de los santos, deben pesar más en la cultura occidental cristiana”. (Benedicto XVI. Discurso al embajador de Austria ante la Santa Sede, 3 de febrero de 2011).
Juan Pablo II
En Polonia la cultura está marcada por su raíz católica
“El conocimiento de la historia de Polonia nos dirá todavía más: no sólo en el año 1000 quedó inscrito de forma decisiva en la historia de la nación el orden jerárquico de la Iglesia, sino también la historia de la nación ha quedado de modo providencial enraizada en la estructura de la Iglesia en Polonia, estructura que debemos a la reunión de Gniezno. Esta afirmación encuentra su confirmación en los diversos períodos de la historia de Polonia y especialmente en los períodos más difíciles. Cuando han faltado las estructuras nacionales y estatales, la sociedad, en gran mayoría católica, ha encontrado su apoyo en la estructura jerárquica de la Iglesia; y esto la ha ayudado a superar los tiempos de la división del país y de la ocupación, la ha ayudado a mantener, e incluso a profundizar, la conciencia de la propia identidad. Quizás algún extraño considerará esta situación “atípica”, sin embargo para los polacos encierra una elocuencia inconfundible. Esta es simplemente una parte de la verdad de la historia de la propia patria. […] Sabemos bien que este enraizarse de la Iglesia en Polonia en su catolicidad —desde el momento del bautismo v de la reunión en Gniezno, a través de toda la historia— tiene un significado singular para la vida espiritual de la nación. Y tiene también un significado para su cultura, que está marcada no sólo por la tradición de vínculos visibles con Roma, sino que posee también las características de la universalidad propias del catolicismo y de la apertura hacia todo lo que en el intercambio universal de los bienes se hace porción de cada uno de los que toman parte. Esta afirmación podría ser convalidada por innumerables testimonios tomados de nuestra historia. Uno de ellos podría ser también el hecho que hoy estamos juntos, es decir, que con el Episcopado polaco se encuentra hoy un Papa-polaco”. (Juan Pablo II. Discurso a la Conferencia Episcopal Polaca, n. 2-3, 5 de junio de 1979)
Juan Pablo II deseaba que Polonia, bien como toda Europa, permaneciera siempre fiel a sus raíces cristinas
“Adalberto nos ha recordado el deber de construir una Polonia fiel a sus raíces. También nos lo recordó el jubileo de la fundación de la Universidad Jaguellónica de Cracovia, y especialmente de su facultad de teología. La fidelidad a las raíces no significa una duplicación mecánica de los modelos del pasado. […] Se manifiesta también en la solicitud por el desarrollo de la cultura nativa, en la que el elemento cristiano ha estado presente desde el principio. La fidelidad a las raíces significa, sobre todo, la capacidad de construir una síntesis orgánica entre los valores perennes, que tantas veces se han confirmado en la historia, y el desafío del mundo actual, entre la fe y la cultura, entre el Evangelio y la vida. A mis compatriotas, a Polonia les deseo que sepa ser, precisamente así, fiel a sí misma y a las raíces de las que ha crecido. Polonia, fiel a sus raíces. Europa, fiel a sus raíces”. (Juan Pablo II. Discurso en la ceremonia de despedida. Aeropuerto de Cracovia, n.4. 10 de junio de 1997)
Europa, a pesar de sus divisiones de ideologías y de los sistemas económico-políticos, tiene que buscar la unidad en sus raíces cristianas
“Europa, que durante su historia ha estado dividida varias veces; Europa, que hacia la mitad de nuestro siglo estuvo trágicamente dividida por la horrible guerra mundial; Europa que, a pesar de sus actuales y duraderas divisiones de los regímenes, de las ideologías y de los sistemas económico-políticos, no puede cesar de buscar su unidad fundamental, debe mirar al cristianismo. A pesar de las distintas tradiciones que existen en el territorio europeo, en su parte Oriental y Occidental, encontramos allí el mismo cristianismo que tiene su origen en el mismo y único Cristo, que acepta la misma Palabra de Dios, que conecta con los mismos doce Apóstoles. Precisamente esto está en las raíces de la historia de Europa. Esto forma su genealogía espiritual”. (Juan Pablo II. Discurso a la Conferencia Episcopal Polaca, n. 5, 5 de junio de 1979)
La búsqueda de unidad entre los pueblos europeos debe partir de la conciencia de las raíces cristianas de este continente
“Nosotros queremos pedir aquí por esta paz de Cristo; y si miramos toda la búsqueda actual de una mayor unidad entre los pueblos europeos, esperamos que ésta lleve también a una conciencia más profunda de las raíces —raíces espirituales, raíces cristianas—, porque, si se debe construir una casa común, se debe construir también un fundamento más profundo. No basta un fundamento superficial. Y ese fundamento más profundo —lo hemos visto también en nuestro análisis— quiere decir siempre “espiritual”.
Pedimos que la búsqueda de una Europa más unida se base sobre el fundamento espiritual de la tradición benedictina, de la tradición cristiana, católica, que quiere decir universal.
Solamente en el nombre de esta tradición es posible que ahora, a este lugar, hoy, venga como Obispo de Roma el hijo de un pueblo diverso en lengua y en historia, pero arraigado en el mismo fundamento, en la misma tradición espiritual, en la misma cristiandad con un pasado tan cristiano, que él puede estar entre vosotros no sólo como uno de casa, sino como vuestro Pastor”. (Juan Pablo II. Alocución en la Abadia de Montecassino, 18 de mayo de 1979)
El cristianismo siempre ha dado importante contribución para la formación del patrimonio cultural
“Quisiera utilizar esta circunstancia para reflexionar junto con vosotros, sobre la contribución específica que los cristianos, como hombres de cultura y de ciencia, están llamados a dar para el ulterior crecimiento de un verdadero humanismo en vuestra patria, en el seno de la gran familia de los pueblos. En efecto, el cristiano tiene la misión de transmitir a las diversas instancias de la vida social y, portanto, también al mundo de la cultura, la luz del Evangelio.
De hecho, a lo largo de los siglos, el cristianismo ha dado una importante contribución a la formación del patrimonio cultural de vuestro pueblo. Por consiguiente, en el umbral del tercer milenio no pueden faltar nuevas fuerzas vivas que den renovado impulso a la promoción y al desarrollo de la herencia cultural de la nación, con plena fidelidad a sus raíces cristianas”. (Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre al mundo de la cultura y de la ciencia en la sede de la nunciatura, Zagreb, 3 de octubre de 1998).
“El cristianismo no se puede reducir a ninguna cultura particular. Él dialoga con cada una y las lleva a sacar lo mejor de sí. Las raíces cristianas de Europa son garantía de su futuro.
La “buena nueva” ha sido y sigue siendo fuente de vida para Europa. Si es verdad que el cristianismo no se puede reducir a ninguna cultura particular, sino que dialoga con cada una para llevarlas a todas a expresar lo mejor de sí en cada campo del saber y del obrar humano, las raíces cristianas son para Europa la principal garantía de su futuro. ¿Podría vivir y desarrollarse un árbol sin raíces? Europa, ¡no olvides tu historia!” (Juan Pablo II. Homilia, n. 3, 28 de junio de 2003).
“La historia de la formación de las naciones europeas va a la par con su evangelización, por eso la identidad europea no es comprensible sin el cristianismo. Él es la causa de su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad de expansión, y de todo lo que constituye su gloria
Europa entera se ha encontrado a sí misma alrededor de la «memoria» de Santiago, en los mismos siglos en los que ella se edificaba como continente homogéneo y unido espiritualmente. Por ello el mismo Goethe insinuará que la conciencia de Europa ha nacido peregrinando.
La peregrinación a Santiago fue uno de los fuertes elementos que favorecieron la comprensión mutua de pueblos europeos tan diferentes, como los latinos, los germanos, celtas, anglosajones y eslavos. La peregrinación acercaba, relacionaba y unía entre sí a aquellas gentes que, siglo tras siglo, convencidas por la predicación de los testigos de Cristo, abrazaban el Evangelio y contemporáneamente, se puede afirmar, surgían como pueblos y naciones.
La historia de la formación de las naciones europeas va a la par con su evangelización; hasta el punto de que las fronteras europeas coinciden con las de la penetración del Evangelio. Después de veinte siglos de historia, no obstante los conflictos sangrientos que han enfrentado a los pueblos de Europa, y a pesar de las crisis espirituales que han marcado la vida del continente — hasta poner a la conciencia de nuestro tiempo graves interrogantes sobre su suerte futura— se debe afirmar que la identidad europea es incomprensible sin el cristianismo, y que precisamente en él se hallan aquellas raíces comunes, de las que ha madurado la civilización del continente, su cultura, su dinamismo, su actividad, su capacidad de expansión constructiva también en los demás continentes; en una palabra, todo lo que constituye su gloria.
Y todavía en nuestros días, el alma de Europa permanece unida porque, además de su origen común, tiene idénticos valores cristianos y humanos”. (Juan Pablo II. Acto europeo en Santiago de Compostela, n.2-3, 9 de noviembre de 1982).
“Europa: descubre tus orígenes. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia. Así el futuro no estará dominado por la incertidumbre y el temor, antes bien se abrirá para ti un nuevo período
Por esto, yo, Juan Pablo, hijo de la nación polaca que se ha considerado siempre europea, por sus orígenes, tradiciones, cultura y relaciones vitales; eslava entre los latinos y latina entre los eslavos; Yo, Sucesor de Pedro en la Sede de Roma, una Sede que Cristo quiso colocar en Europa y que ama por su esfuerzo en la difusión del cristianismo en todo el mundo. Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. […] No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo. Los demás continentes te miran y esperan también de ti la misma respuesta que Santiago dio a Cristo: “lo puedo”.
[…] sí Europa vuelve a actuar, en la vida específicamente religiosa, con el debido conocimiento y respeto a Dios, en el que se basa todo el derecho y toda la justicia; si Europa abre nuevamente las puertas a Cristo y no tiene miedo de abrir a su poder salvífico los confines de los estados, los sistemas económicos y políticos, los vastos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo (Cf. Insegnamenti di Giovanni Paolo II, I (1978) 35 ss), su futuro no estará dominado por la incertidumbre y el temor, antes bien se abrirá a un nuevo período de vida, tanto interior como exterior, benéfico y determinante para el mundo, amenazado constantemente por las nubes de la guerra y por un posible ciclón de holocausto atómico”. (Juan Pablo II. Acto europeo en Santiago de Compostela, n.4-5, 9 de noviembre de 1982).
Sin el Cristianismo no se puede comprender la historia y el destino de Europa
“Así como esta singular ciudad está ligada indisolublemente a la Iglesia de Cristo desde la presencia y muerte martirial de los dos Príncipes de los Apóstoles, Pedro y Pablo, a orillas del Tíber, de la misma manera no se puede comprender la historia y el destino de Europa, su pasado y su misión en el presente y en el futuro, sin el cristianismo y su esencial aportación a la cultura occidental”. (Juan Pablo II. Discurso a los participantes en la 76 Asamblea de dialogo de Bergedorf, 17 de diciembre de 1984).
Pontificio Consejo para la Cultura
“Hoy se observa una ruptura en la transmisión de la fe, ruptura que está íntimamente ligada con un alejamiento de la cultura popular impregnada de cristianismo a lo largo de los siglos
En efecto, en amplios espacios culturales donde la pertenencia a la Iglesia sigue siendo mayoritaria, se observa una ruptura de la transmisión de la fe, íntimamente ligada a un proceso de alejamiento de la cultura popular, profundamente impregnada de cristianismo a lo largo de los siglos. Es también importante tener en cuenta los datos que condicionan este proceso de alejamiento, debilitamiento y oscurecimiento de la fe en el ambiente cultural cambiante donde viven los cristianos, con el fin de presentar propuestas pastorales concretas que respondan a los desafíos de la nueva evangelización. El habitat cultural donde el hombre se halla, influye sobre sus maneras de pensar y de comportarse, así como sobre los criterios de juicio y los valores, y no deja de plantear cuestiones difíciles y a la vez decisivas”. (Consejo Pontificio para la Cultura. Documento final de la Asamblea plenaria 2004. ¿Dónde está tu Dios? La fe cristiana ante la increencia religiosa, Introducción, n. 1)
Juan Pablo II
“El cristianismo es el elemento central y determinante de la compleja historia de Europa. La fe católica ha plasmado la cultura de ese continente de tal manera que no se puede estudiar la historia de Europa sin conocer el período de la evangelización y todos los siglos que le sucedieron. El camino hacia el futuro no puede relegar este dato, y los cristianos están llamados a tomar una renovada conciencia de todo ello para mostrar sus capacidades permanente
No cabe duda de que, en la compleja historia de Europa, el cristianismo representa un elemento central y determinante, que se ha consolidado sobre la base firme de la herencia clásica y de las numerosas aportaciones que han dado los diversos flujos étnicos y culturales que se han sucedido a lo largo de los siglos. La fe cristiana ha plasmado la cultura del continente y se ha entrelazado indisolublemente con su historia, hasta el punto de que ésta no se podría entender sin hacer referencia a las vicisitudes que han caracterizado, primero, el largo período de la evangelización y, después, tantos siglos en los que el cristianismo, a pesar de la dolorosa división entre Oriente y Occidente, se ha afirmado como la religión de los europeos. También en el período moderno y contemporáneo, cuando se ha ido fragmentando progresivamente la unidad religiosa, bien por las posteriores divisiones entre los cristianos, bien por los procesos que han alejado la cultura del horizonte de la fe, el papel de ésta ha seguido teniendo una importancia notable.
El camino hacia el futuro no puede relegar este dato, y los cristianos están llamados a tomar una renovada conciencia de todo ello para mostrar sus capacidades permanentes. Tienen el deber de dar una contribución específica a la construcción de Europa, que será tanto más válida y eficaz cuanto más capaces sean de renovarse a la luz del Evangelio. De este modo se harán continuadores de esa larga historia de santidad que ha impregnado las diversas regiones de Europa en el curso de estos dos milenios, en los cuales los santos oficialmente reconocidos son, en realidad, los casos más destacados, propuestos como modelos para todos. (Juan Pablo II. Carta apostólica Spes Aedificando en forma de “Motu Proprio” para la proclamación de Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena y Santa Teresa Benedicta de la Cruz copatronas de Europa, 1 de octubre de 1999).
Toda Europa atestigua la relación que existe entre cultura y cristianismo
“Ciertamente no será exagerado afirmar en particular que, a través de una multitud de hechos, Europa toda entera —del Atlántico a los Urales— atestigua, en la historia de cada nación y en la de la comunidad entera, la relación entre la cultura y el cristianismo”. (Juan Pablo II. Discurso a la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura – UNESCO, 2 de junio de 1980).
“El mundo necesita que Europa tome conciencia de su fundamento cristiano y que esté dispuesta a configurar el presente y el futuro a partir de ahí
La historia de Europa, y la de cada uno de sus pueblos, está marcada por la fe cristiana y el respeto a la dignidad del hombre, creado a imagen de Dios y redimido por la sangre de Cristo. La responsabilidad personal, el respeto de la libertad, la veneración a la vida, la máxima estima del matrimonio y de la familia eran así los principios normativos. La comprensión cristiana del hombre ha configurado la tradición europea de los derechos humanos, que ha quedado plasmada en las constituciones modernas y en las Declaraciones de los Derechos Humanos del Consejo de Europa y de las Naciones Unidas. De acuerdo con el pensamiento cristiano, el hombre está en el centro de la vida social, económica y estatal, tal como yo mismo lo he subrayado especialmente en mi última Encíclica Laborem exercens. El mundo necesita una Europa que tome nuevamente conciencia de su fundamento cristiano y de su identidad y que, a la vez, esté dispuesta a configurar su propio presente y futuro a partir de ahí. Europa fue el primer continente con el que el cristianismo se familiarizó profundamente y el que, a partir de ello, experimentó un empuje espiritual y material inconmensurable. ¿No es posible crear también hoy nuevos impulsos y fuerzas para una amplia renovación espiritual-moral y política de Europa a partir del mismo fundamento ideal, mediante una seria toma de conciencia, de manera que Europa pueda llevar a cabo, responsable y efectivamente, en el marco de la actual comunidad de pueblos, la misión espiritual que le corresponde? Así, pues, honorables señoras y señores, tomen conciencia en sus reflexiones de que la misión de Europa es la de los europeos y la misión de éstos es la de los cristianos de Europa”. (Juan Pablo II. Discurso a los participantes de un congreso sobre la crisis de Occidente y la misión espiritual de Europa, 12 de noviembre de 1981).
Europa es una tierra regada por la fe cristiana milenaria
“Europa entera se interroga sobre su futuro, cuando el derrumbamiento de los sistemas totalitarios reclama una profunda renovación de las políticas y provoca un retorno vigoroso de las aspiraciones espirituales de los pueblos. Europa, por necesidad, busca redefinir su identidad más allá de los sistemas políticos y de las alianzas militares. Y se descubre como un continente de cultura, una tierra regada por la fe cristiana milenaria”. (Juan Pablo II. Discurso a los miembros del Consejo Pontificio de la Cultura, n. 3, 12 de enero de 1990).
“El cristianismo ha modelado la identidad histórico-cultural de Latinoamérica. En ese continente la cultura popular, el arte, etc., reflejan la fe que desde el principio le ha marcado
[…] la primera evangelización –cuyo inicio pronto cumplirá 500 años– modeló la identidad histórico-cultural de vuestro pueblo (cf. Puebla, 412. 445-446); y el substrato cultural católico, sellado particularmente por el corazón y su intuición, se expresa en la plasmación artística, de la que vuestros templos, vuestras pinturas tradicionales, vuestro arte popular, constituyen una muestra tan valiosa. Se expresa también, con caracteres no pocas veces conmovedores, la piedad hecha vida de las manifestaciones populares de devoción.
Si bien es cierto que la fe trasciende toda cultura, dado que pone de manifiesto un acontecimiento que tiene su origen en Dios y no en el hombre, ello no quiere decir que esté al margen de la cultura. Hay una íntima vinculación entre el Evangelio y las realizaciones del hombre. Este vínculo es creador de cultura”. (Juan Pablo II. Encuentro con el mundo de la cultura y de la empresa en el seminario Santo Toríbio, n. 5-6, 15 de mayo de 1988).
Los pueblos latinoamericanos fueron engendrados en la fe cristiana
“[…] la expansión de la cristiandad ibérica trajo a los nuevos pueblos el don que estaba en los orígenes y gestación de Europa —la fe cristiana —con su poder de humanidad y salvación, de dignidad y fraternidad, de justicia y amor para el Nuevo Mundo.
Esto provocó el extraordinario despliegue misionero, desde la transparencia e incisividad de la fe cristiana, en los diversos pueblos y etnias, culturas y lenguas indígenas.
Los hombres y pueblos del nuevo mestizaje americano, fueron engendrados también por la novedad de la fe cristiana. Y en el rostro de Nuestra Señora de Guadalupe está simbolizada la potencia y arraigo de esa primera evangelización”. (Juan Pablo II. Homilia, n.3, 12 de octubre de 1984).
La primera evangelización de América Latina marcó profundamente su identidad histórico-cultural
“Un dato consignado por la historia es que la primera evangelización marcó esencialmente la identidad histórico-cultural de América Latina (Puebla, 412). Prueba de ello es que la fe católica no fue desarraigada del corazón de sus pueblos, a pesar del vacío pastoral creado en el período de la independencia o del hostigamiento y persecuciones posteriores”. (Juan Pablo II. Homilia, n.5, 12 de octubre de 1984)
La Iglesia dejó huellas profundas en la historia del pueblo americano
“Llego a un continente donde la Iglesia ha ido dejando huellas profundas, que penetran muy adentro en la historia y carácter de cada pueblo. Vengo a esta porción viva eclesial, la más numerosa, parte vital para el futuro de la Iglesia católica, que entre hermosas realizaciones no exentas de sombras, entre dificultades y sacrificios, da testimonio de Cristo y quiere hoy responder al reto del momento actual, proponiendo una luz de esperanza, para el aquí y para el más allá, a través de su obra de anuncio de la Buena Nueva, que se concreta en el Cristo Salvador, Hijo de Dios y Hermano mayor de los hombres”. (Juan Pablo II. Discurso al Presidente de la República Dominicana, 25 de enero de 1979).
Pío XII
No se puede olvidar el importante papel de los sacerdotes católicos que se unieron a los descubridores: llevaron la luz del Evangelio a los indígenas y a los negros
“Cuando después se descubrieron y explotaron nuevas tierras en la otra parte del globo, no faltaron sacerdotes de Cristo que se unieron celosamente a los colonizadores de aquellas regiones para ayudarles a mantenerse en la práctica de la moral cristiana e impedirles que con las riquezas de las nuevas tierras se llenasen de orgullo y también para transformarse en seguida en misioneros de los indígenas, carentes hasta entonces completamente de la luz de la fe, e instruirles en el Evangelio, haciéndoles vivir en la fraternidad cristiana. Ni podemos dejar en el silencio a los heraldos de la Iglesia que se consagraron a asistir y ganar para Cristo a los esclavos negros arrancados cruelmente de sus tierras y sometidos a un vil mercado en los puertos de América y Europa”. (Pío XII, Constitución apostólica Exsul familia, n. 8, 1 de agosto de 1952).
“Los misioneros llevaron hasta muy lejos los beneficios de la fe; y también los barbaros que invadieron Europa en los primeros siglos fueron pacificados y civilizados por el cristianismo
Brilla igualmente el celo de los pastores y el entusiasmo de los sacerdotes que llevaron con su esfuerzo a los habitantes de lejanas regiones el beneficio de la verdadera fe juntamente con la convivencia civil y las relaciones sociales, mientras que a los pueblos bárbaros invasores se esforzaren en hacerlos asimilar a un mismo tiempo la Religión cristiana y la pacífica convivencia con las poblaciones civilizadas”. (Pío XII. Constitución apostólica Exsul familia, n. 6).
Cardenal Dominique Mamberti
El cristianismo ha forjado la identidad del continente europeo
“[…] en Europa el cristianismo ofrece un conjunto original e insustituible de ideas y de experiencias concretas, de las que es históricamente portador, y revitaliza el patrimonio que ha forjado la identidad del continente. […] estamos llamados a mostrar que la fe cristiana desarrollada en Europa es también un medio para hacer confluir razón y cultura, y para mantenerlas juntas, en una unidad que incluya la acción. Además, y concluyo, la secularización puede estimularnos a redescubrir el cristianismo en su esencialidad y a dar razón de él en un mundo que a menudo lo rechaza. A este mundo podemos y debemos mostrarle que nuestra fe no es una reliquia del pasado, sino un tesoro del presente y una inversión para el futuro; más aún, es la mejor inversión, porque es la más fecunda y la que da frutos para la eternidad. (Card. Mamberti. Discurso en el Congreso “Cristianismo y secularización. Desafío para la Iglesia y para Europa”, organizado por la Universidad Europea de Roma, 29 de mayo de 2007).
II – Los católicos tienen el deber de preservar su cultura y su identidad
Juan Pablo II
“Es necesario a los católicos permanecer en la coherencia de la fe y no temer asumir su identidad cristiana y católica
Los cristianos de hoy deben ser formados para vivir en un mundo que ampliamente ignora a Dios o que, en materia religiosa, en lugar de un diálogo exigente y fraterno, estimulante para todos, cae muy a menudo en un indiferentismo nivelador, cuando no se queda en una actitud menospreciativa de “suspicacia” en nombre de sus progresos en materia de “explicaciones” científicas. Para “entrar” en este mundo, para ofrecer a todos un “diálogo de salvación” donde cada uno se siente respetado en su dignidad fundamental, la de buscador de Dios, tenemos necesidad de una catequesis que enseñe a los jóvenes y a los adultos de nuestras comunidades a permanecer lúcidos y coherentes en su fe, a afirmar serenamente su identidad cristiana y católica, a “ver lo invisible” y a adherirse de tal manera al absoluto de Dios que puedan dar testimonio de Él en una civilización materialista que lo niega”. (Juan Pablo II. Exhortación apostólica Catechesi tradendae, n. 57, 16 de octubre 1979).
“Iglesia y Europa: realidades íntimamente unidas en el ser y en el destino. Europa no puede abandonar el cristianismo como alguien que abandona un compañero de viaje que se le hace extraño. El secularismo que Europa hoy difunde por el mundo es un peligro para los demás países.
Iglesia y Europa son dos realidades íntimamente unidas en su ser y en su destino. Han realizado juntas un recorrido de siglos y permanecen marcadas por la misma historia. Europa fue bautizada por el cristianismo; y las naciones europeas, en su diversidad, han dado cuerpo a la existencia cristiana. En su encuentro se han enriquecido mutuamente con valores que, no sólo han venido a ser el alma de la civilización europea, sino también patrimonio de toda la humanidad. Si en el curso de crisis sucesivas la cultura europea ha intentado tomar sus distancias de la fe y de la Iglesia eso que entonces fue proclamado como un deseo de emancipación y de autonomía, era en realidad una crisis interior en la misma conciencia europea, puesta a prueba y tentada en su identidad profunda, en sus opciones fundamentales y en su destino histórico. Europa no podría abandonar el cristianismo como compañero de viaje que se le ha hecho extraño, lo mismo que un hombre no puede abandonar sus razones de vivir y de esperar, sin caer en una crisis dramática. Por esto, las transformaciones de la conciencia europea, impulsadas hasta las más radicales negaciones de la heredad cristiana, sólo siguen siendo comprensibles con referencia esencial al cristianismo. Las crisis del hombre europeo son las crisis del hombre cristiano. Las crisis de la cultura europea son las crisis de la cultura cristiana. Resulta sumamente significativo examinar la metamorfosis sufrida por el espíritu europeo en este último siglo. Europa está hoy cruzada por corrientes, ideologías, ambiciones que se querría fuesen extrañas a la fe, cuando no incluso directamente opuestas al cristianismo. Pero es interesante poner de relieve cómo, partiendo de sistemas y de opciones que pretendían absolutizar al hombre y sus conquistas terrenas, se ha llegado hoy a poner en discusión precisamente al hombre mismo, su dignidad y sus valores intrínsecos, sus certezas eternas y su sed de absoluto. ¿Dónde quedan hoy las solemnes proclamas de cierto cientificismo que prometía abrir al hombre espacios indefinidos de progreso y bienestar? ¿Dónde están las esperanzas de que el hombre, una vez proclamada la muerte de Dios, se colocaría finalmente en el lugar de Dios en el mundo y en la historia, comenzando una era nueva en la que vencería por sí solo todos los males propios?
[…] A luz del cristianismo se puede descubrir en la aventura del espíritu europeo las tentaciones, las infidelidades y los riesgos que son propios del hombre en su relación esencial con Dios en Cristo. Aún más profundamente podemos afirmar que estas pruebas, estas tentaciones y este resultado del drama europeo no y sólo interpelan al cristianismo y a la Iglesia desde fuera, como una dificultad o un obstáculo externo que debe superar en la tarea de evangelización, sino que en un sentido verdadero son internos al cristianismo y a la Iglesia. El ateísmo europeo es un desafío que está comprendido en el horizonte de una conciencia cristiana; se trata más de una rebelión contra Dios y de una infidelidad a Dios, que de una simple negación de Dios. El secularismo, que Europa ha difundido por el mundo con peligro de agotar lozanas culturas de los pueblos de otros continentes, se ha alimentado y se alimenta en la concepción bíblica de la creación y de la relación hombre-cosmos”. (Juan Pablo II. Discurso a los participantes del V Simposio del consejo de la conferencia episcopal de Europa, n. 3-4, 5 de octubre de 1982).
Cardenal Angelo Sodano
El encuentro Iglesia-Europa enriqueció la civilización europea y es parte del patrimonio de toda la humanidad
“La Iglesia y Europa son dos realidades íntimamente unidas en su ser y en su destino. Han realizado juntas un recorrido de siglos y permanecen marcadas por la misma historia. Al encontrarse se han enriquecido mutuamente con valores que no sólo son el alma de la civilización europea, sino que también forman parte del patrimonio de toda la humanidad. […]
¡Jóvenes europeos, éste es vuestro reto! Debéis comunicar a la Europa de hoy la esperanza que lleváis dentro. Ciertamente, no se trata de crear una Europa paralela a la existente, sino de mostrar a esta Europa que su alma y su identidad están profundamente enraizadas en el cristianismo, para poder así ofrecer a Europa la clave de interpretación de su propia vocación en el mundo.
La unidad de Europa será duradera y provechosa si está asentada sobre los valores humanos y cristianos que integran su alma común, como son la dignidad de la persona humana, el profundo sentimiento de justicia y libertad, la laboriosidad, el espíritu de iniciativa, el amor a la familia, el respeto a la vida, la tolerancia y el deseo de cooperación y de paz”. (Cardenal Angelo Sodano. Homilía en la Misa conclusiva del Encuentro Europeo de Jóvenes, Santiago de Compostela, 8 de agosto de 1999).
Pontificio Consejo para la Cultura
Hoy no se trata solamente de llenar de fe las culturas, sino traer de vuelta la fe que ha perdido el mundo descristianizado en que vivimos
“Se trata, pues, no sólo de injertar la fe en las culturas, sino también de devolver la vida a un mundo descristianizado, cuyas referencias cristianas son a menudo sólo de orden cultural. Estas nuevas situaciones culturales a lo largo del mundo se presentan a la Iglesia, en el umbral del tercer milenio, como nuevos campos de evangelización”. (Pontificio Consejo para la Cultura. Para una pastoral de la cultura, n.1).
Juan Pablo II
San Benito dio inicio al gigantesco trabajo del cual nació Europa
“El año 1980, que comienza hoy, nos recordará la figura de San Benito, a quien Pablo VI proclamó patrono de Europa. Este año se cumplen quince siglos de su nacimiento. ¿Acaso será suficiente un simple recuerdo, tal como se conmemoran diversos aniversarios incluso importantes? Pienso que no basta; esta fecha y esta figura tienen una elocuencia tal, que no bastará una conmemoración ordinaria, sino que será necesario volver a leer e interpretar a su luz el mundo contemporáneo. En efecto, ¿de qué habla San Benito de Nursia? Habla del comienzo de ese trabajo gigantesco, del que nació Europa”. (Juan Pablo II. Homilia, n.3, 1 de enero de 1980).
San Benito, San Cirilo y San Metodio, tres santos que fundaron su obra civilizadora sobre el anuncio del Evangelio
“San Benito, gigante de la fe y de la civilización, en una sociedad sacudida por una tremenda crisis de valores y de instituciones, afirmó con la fuerza de su obra formativa la primacía del espíritu, defendiendo así la dignidad personal del hombre en cuanto hijo de Dios, y la dignidad del trabajo entendido como servicio a los hermanos.
Partiendo de tal afirmación de las exigencias superiores del hombre, San Benito, mediante la obra silenciosa y eficaz de sus monjes, llenó de sentido cristiano la vida y la cultura de los pueblos europeos. […]
Empujados por los mismos ideales y animados por las idénticas finalidades del Patriarca de Occidente, actuaron en la historia y en la cultura de los pueblos eslavos, hacia mediados del siglo IX, los dos grandes hermanos Cirilo y Metodio, procedentes de Oriente. Ellos, formados en Constantinopla, aportaron la contribución de la antigua cultura griega y de la tradición de la Iglesia oriental, la cual de esa manera se introdujo profundamente en la formación religiosa y civil de pueblos que han colaborado de manera relevante en la construcción de la Europa moderna.
Cirilo y Metodio, como Benito, testigos de diferentes culturas que en ellos idealmente se encuentran e integran, fundaron su obra civilizadora sobre el anuncio del Evangelio y de los valores que emanan de él. Este idéntico anuncio ha sido instrumento de recíproco conocimiento y de unión entre los diferentes pueblos de Europa, asegurándole un patrimonio espiritual y cultural común”. (Juan Pablo II. Discurso a los peregrinos de Croacia y Eslovenia, n.3-4, 21 de marzo de 1981).
“En el imperio de Carlomagno hubo la feliz unión de la cultura clásica, la fe cristiana y las tradiciones de diversos pueblos. Esta es una herencia espiritual que marcó el continente europeo
[…] el rey de los francos, que constituyó a Aquisgrán como capital de su reino, dio una contribución esencial a los fundamentos políticos y culturales de Europa y, por tanto, mereció recibir ya de sus contemporáneos el nombre de pater Europae. La feliz unión de la cultura clásica y de la fe cristiana con las tradiciones de diversos pueblos se realizó en el imperio de Carlomagno y se ha desarrollado de varias formas como herencia espiritual y cultural de Europa a lo largo de los siglos. Aunque la Europa moderna presenta, en muchos aspectos, una realidad nueva, en la figura histórica de Carlomagno se puede ver un elevado valor simbólico. […] Doy las gracias en particular a todos los que han puesto sus fuerzas al servicio de la construcción de la casa común europea sobre la base de los valores transmitidos por la fe cristiana, como también sobre la base de la cultura occidental”. (Juan Pablo II. Discurso durante la ceremonia de entrega del premio internacional Carlomagno, n.2.3, 24 de marzo de 2004).
San Cirilo y San Metodio fueron siempre reconocidos como padres del cristianismo y de la cultura eslava
“Los santos Cirilo y Metodio fueron muy pronto reconocidos por la familia de los pueblos eslavos como padres, tanto de su cristianismo como de su cultura. En muchos de los territorios ya mencionados, si bien habían sido visitados por diversos misioneros, la mayoría de la población eslava conservaba, todavía en el siglo IX, costumbres y creencias paganas. Solamente en el terreno cultivado por nuestros santos, o al menos preparado por ellos para su cultivo, el cristianismo entró de modo definitivo en la historia de los eslavos durante el siglo siguiente.
Su obra constituye una contribución eminente para la formación de las comunes raíces cristianas de Europa; raíces que, por su solidez y vitalidad, constituyen uno de los más firmes puntos de referencia del que no puede prescindir todo intento serio por recomponer de modo nuevo y actual la unidad del continente”. (Juan Pablo II. Carta enciclica Slavorum Apostoli, n.25, 2 de junio de 1985).
“La obra de san Cirilo y san Metodio hincó las raíces cristianas en Europa y todavía hoy constituyen un ponto de referencia del cual no se puede prescindir
La obra de san Cirilo y san Metodio constituye una contribución eminente a la formación de las raíces cristianas comunes de Europa, las raíces que por su profundidad y vitalidad configuran uno de los puntos de referencia cultural más sólidos. Cualquier intento serio de restablecer de modo nuevo y actual la unidad del continente no puede prescindir de esas raíces. El criterio inspirador de la ingente obra llevada a cabo por san Cirilo y san Metodio fue la fe cristiana. En efecto, la cultura y la fe no sólo no se oponen, sino que mantienen entre sí relaciones semejantes a las que existen entre el fruto y el árbol”. (Juan Pablo II. Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura, n.3.4, 24 de mayo de 2002).
Benedicto XVI
San Agustín es reconocido hasta por aquellos que ignoran el cristianismo pues el dejó una profunda huella en la vida cultural de Occidente
“San Agustín: hombre de pasión y de fe, de altísima inteligencia y de incansable solicitud pastoral. Este gran santo y doctor de la Iglesia a menudo es conocido, al menos de fama, incluso por quienes ignoran el cristianismo o no tienen familiaridad con él, porque dejó una huella profundísima en la vida cultural de Occidente y de todo el mundo.
Por su singular relevancia, san Agustín ejerció una influencia enorme y podría afirmarse, por una parte, que todos los caminos de la literatura latina cristiana llevan a Hipona (hoy Anaba, en la costa de Argelia), lugar donde era obispo; y, por otra, que de esta ciudad del África romana, de la que san Agustín fue obispo desde el año 395 hasta su muerte, en el año 430, parten muchas otras sendas del cristianismo sucesivo y de la misma cultura occidental.
Pocas veces una civilización ha encontrado un espíritu tan grande, capaz de acoger sus valores y de exaltar su riqueza intrínseca, inventando ideas y formas de las que se alimentarían las generaciones posteriores”. (Benedicto XVI. Audiencia general, 9 de enero de 2008).
Pablo VI
San Agustín fue un marco en la historia: de él derivan las corrientes de pensamiento de los siglos posteriores
“Se puede afirmar que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y que de ella derivan corrientes de pensamiento que empapan toda la tradición doctrinal de los siglos posteriores” (Pablo VI. Discurso a los religiosos de la Orden de San Agustín con ocasión de la inauguración del Instituto Patrístico “Augustinianum”, 4 mayo 1970: AAS 62, 1970, p.426).
Juan Pablo II
San Benito fue un hombre fundamental en la historia de Europa
“Hoy, en Subiaco, son los representantes de los Episcopados de Europa quienes se congregan para testimoniar, en presencia de los obispos del mundo entero reunidos en el Sínodo, hasta qué punto San Benito de Nursia se halla inserto profunda y orgánicamente en la historia de Europa y, en particular, cómo le son deudoras las sociedades y las Iglesias de nuestro continente y cómo, en nuestra época crítica, vuelven sus miradas hacia quien ha sido designado por la Iglesia su Patrono común”. (Juan Pablo II. Discurso a los representantes de las conferencias episcopales europeas reunidos en la basilica alta de Subiaco, n.1, 20 de septiembre de 1980).
Europa es fruto de la tradición cristiana
“De hecho, Europa, considerada geográficamente y en su conjunto, es de algún modo el fruto de la acción de dos corrientes de tradición cristiana, a las que hay que añadir dos formas de cultura diversas, pero al mismo tiempo profundamente complementarias. San Benito, con su influencia, abarcó en un primer momento la Europa Occidental y Central. Pero, a través de los centros benedictinos, llegó también a otras partes de la tierra. Se sitúa, pues, en el centro mismo de la corriente que parte de Roma, de la Sede de los Sucesores de San Pedro. Por su parte, los Santos hermanos de Tesalónica ponen de relieve no sólo la aportación de la antigua cultura griega, sino la irradiación de la Iglesia de Constantinopla y de la tradición oriental, tan profundamente enraizada en la espiritualidad y en la cultura de tantos pueblos y naciones de la parte oriental del continente europeo”. (Juan Pablo II. Carta apostólica Egregiae virtutis, n.3, 31 de diciembre de 1980).
La fe ha logrado impregnar la concepción de vida, criterios y comportamiento de los pueblos católicos
“[…] la arraigada fe en Dios ha logrado impregnar, a lo largo de una acción multisecular, la concepción de la vida, los criterios de comportamiento personal y social, los modos de expresión y, en una palabra, la cultura propia de cada una de vuestras regiones. Y este logro no es una simple herencia del pasado sin virtualidades activas para el presente. Gran parte de los hombres y mujeres de vuestras tierras siguen encontrando en la fe el sentido fundamental de su vida, por eso recurren a Dios en los momentos cruciales de la misma. Una rica religiosidad popular traduce al lenguaje de los sencillos las grandes verdades y valores del Evangelio, los encarna en la idiosincrasia peculiar de vuestra cultura y convierte los grandes símbolos cristianos en otros tantos signos identificadores de la colectividad”. (Juan Pablo II. Discurso a los obispos de las provincias de Valladolid y Valencia en visita ad limina, n.3, 23 de septiembre de 1991).
La Iglesia no constituye una cultura del pasado o algo superado
“[…] también entre vosotros se está produciendo, por desgracia, un preocupante fenómeno de descristianización. Las graves consecuencias de este cambio de mentalidad y costumbres no se ocultan a vuestra solicitud de Pastores. La primera de ellas es la constatación de un ambiente “en el que el bienestar económico y el consumismo inspiran y sostienen una existencia vivida como si no hubiera Dios” (Christifideles laici, 34). Con frecuencia, la indiferencia religiosa se instala en la conciencia personal y colectiva, y Dios deja de ser para muchos el origen y la meta, el sentido y la explicación última de la vida. Por otra parte, no faltan quienes en aras de un malentendido progresismo pretenden identificar a la Iglesia con posturas inmovilistas del pasado. Éstos no tienen dificultad en tolerarla como resto de una vieja cultura, pero estiman irrelevante su mensaje y su palabra, negándole audiencia y descalificándola como algo ya superado. […] Frente a este neopaganismo, la Iglesia en España ha de responder con un testimonio renovado y un decidido esfuerzo evangelizador que sepa crear una nueva síntesis cultural capaz de transformar con la fuerza del Evangelio “los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad” (Evangelii nuntiandi, 19)”. (Juan Pablo II. Discurso a los obispos de las provincias de Valladolid y Valencia en visita ad limina, n.4.5, 23 de septiembre de 1991)
En América Latina la cultura está impregnada de la fe cristiana heredada de Europa, pero con una marca propia. Evangelizar la cultura es un reto que siempre ha estado presente en la Iglesia, pues sólo la fe puede proporcionar una auténtica cultura
“Las raíces de la cultura de vuestro país están impregnadas del mensaje cristiano. La historia del Perú se ha ido forjando al calor de la fe, que ha inspirado y a la vez ha impreso una marca propia a su vida y sus costumbres. A la luz de ella se modeló una nueva síntesis cultural mestiza que une en sí el legado autóctono americano y el aporte europeo. […] Dentro de la inmensa tarea de evangelización a la que estamos llamados como Iglesia, la evangelización de la cultura ocupa un lugar preferencial (cf. Puebla, 365 ss.). Ella debe alcanzar a todo el hombre y a todas las manifestaciones del hombre, llegando hasta la raíz misma de su ser, costumbres y tradiciones. (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 20) […] Evangelizar la cultura es promover al hombre en su dimensión más profunda. Por ello, se hace a veces necesario poner en evidencia todo aquello que a la luz del Evangelio atenta contra la dignidad de la persona. Por otra parte, la fe es fermento para una auténtica cultura, porque su dinamismo promueve la realización de una síntesis cultural en una visión equilibrada, que sólo se puede conseguir a la luz superior de que ella es portadora. La fe ofrece la respuesta de aquella sabiduría “siempre antigua y siempre nueva” que puede ayudar al hombre a adecuar, con criterios de verdad, los medios a los fines, los proyectos a los ideales, las acciones a los patrones morales que permitan restablecer en nuestro hoy el alterado equilibrio de valores. En una palabra, la fe, lejos de ser un obstáculo, es fuerza fecunda para la creación de la cultura”. (Juan Pablo II. Encuentro con el mundo de la cultura y de la empresa en el seminario Santo Toríbio, n.2-5, 15 de mayo de 1988).
Pío XII
Instituciones que hasta hoy son el orgullo de toda civilización son fruto de la caridad cristiana: hospitales, orfanatos, leproserías, etc.
“Fue siempre motivo de asombro para el investigador de la historia de la Iglesia—y para el creyente confirmación de su origen divino—el hecho de la prontitud de la caridad cristiana […]. Tampoco hoy existe región donde no resplandezca un nombre que por sí solo entone una epopeya de cristiana caridad. […] Caridad siempre espontánea, como espontánea irrumpe la primavera al renovarse la tibieza del sol—Cristo es el sol de su Iglesia—, como espontáneo es lo que es connatural—¿y no es Cristo la linfa vital?—; siempre al lado, como si una especial moción del Espíritu Santo hiciera aguda la mirada del cristiano para descubrir toda miseria dondequiera que se esconda, e inquieto el corazón, a fin de que no haya desventura a que no responda una obra y un grupo de hermanos atentos a aliviarla. Así nació y se ha agigantado después la corriente benéfica de la caridad, dando vida a aquellas instituciones que son actualmente orgullo de toda civilización, cuyos nombres son, por ejemplo, hospitales, orfanatorios, Ordenes para la redención de los esclavos, defensa para los peregrinos, casas para mujeres en peligro, asociaciones para visitar y consolar a los prisioneros, y en tiempos más recientes, leproserías, instituciones para la asistencia a los ancianos pobres, a los ciegos, a los sordomudos, a los emigrantes, a los hijos de presos, a los mutilados, los cuales todos, juntamente con los nombres de sus fundadores y asociados, cuentan entre las preciosas perlas que adornan el Cuerpo místico de Cristo”. (Pío XII. Alocución a los delegados del Congreso Nacional Italiano de las Sociedades de Caridad, 22 de abril de 1952: AAS 54, 1952, p.468-469).
Órdenes religiosas para redimir los cautivos
“Debemos también recordar a las egregias órdenes religiosas fundadas para redimir a los cautivos, cuyos miembros, a fuer de hombres apostólicos, no duraron en tolerar graves tribulaciones por los hermanos prisioneros”. (Pío XII. Constitución apostólica Exsul familia, n. 7, 1 de agosto de 1952).
También los hospitales son un beneficio que recibimos de la civilización cristiana
“Las asociaciones medievales de asistencia y caridad. Queremos también hacer mención, aunque sólo sea brevemente, de la asidua actividad realizada durante la Edad Media en todas las regiones cristianas, pero muy especialmente en esta santa ciudad por las piadosas asociaciones erigidas para atender a los peregrinos. De estas asociaciones tuvieron origen innumerables hospitales, hospicios, iglesias y hermandades nacionales, de las cuales aún quedan no pocos vestigios”. (Pío XII. Constitución apostólica Exsul familia, n. 9, 1 de agosto de 1952).
Juan Pablo II
En la historia las instituciones “creadoras” de cultura están enraizadas en el cristianismo
“La historia de Europa muestra cómo, en diversos momentos, hubo instituciones creadoras de cultura y de civilización, en una síntesis fecunda de cristianismo y humanismo. Baste pensar en el papel de los monasterios benedictinos y en las universidades que surgieron por toda Europa, desde París a Oxford, desde Bolonia a Cracovia, desde Praga a Salamanca. La institución familiar, ya que está llamada en el proyecto salvífico de Dios a ser la institución educativa original y primera, debe reforzar siempre su presencia en estas instituciones creadoras de verdadera cultura”. (Juan Pablo II . Discurso a los participantes de un simposio sobre la pastoral familiar en Europa. 26 de noviembre de 1982)
III – Asimilar la cultura de los inmigrantes ¿para evangelizarlos o para diluirnos?
Pontificio Consejo para la Cultura
En el diálogo con los no creyentes no se puede olvidar que vale el mandato de Cristo de proclamar el Evangelio a toda criatura
“El diálogo con los no creyentes y la pastoral de la increencia tratan de responder al doble mandato de Cristo a la Iglesia: «Id a todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15), «Amaestrad a todas las naciones» (Mt 28,19). Este mandamiento misionero concierne a todos los miembros de la Iglesia, sin excepción. No se puede separar de la vida misma de la Iglesia ni quedar reservado para algunos expertos. Es una misión transversal, que afecta conjuntamente a la catequesis y la enseñanza, la liturgia y la actividad pastoral ordinaria, las familias y las parroquias, los seminarios y las universidades. […] Sin el impulso de una fe vivida en plenitud, las iniciativas pastorales carecen de valor apostólico. Invitando a colocar la santidad en el primer punto de toda programación pastoral, el Santo Padre recuerda la importancia de la oración, la eucaristía dominical, el sacramento de la reconciliación, en definitiva, el primado de la gracia y la escucha y el anuncio de la Palabra”. (Pontificio Consejo para la Cultura. Documento final de la Asamblea plenaria 2004. ¿Dónde está tu Dios? La fe cristiana ante la increencia religiosa, II).
Pablo VI
En el diálogo hay que cuidar para no dejarse contagiar por los errores de los demás
“El arte del apostolado es arriesgado. La solicitud por acercarse a los hermanos no debe traducirse en una atenuación o en una disminución de la verdad. Nuestro diálogo no puede ser una debilidad frente al deber con nuestra fe. El apostolado no puede transigir con una especie de compromiso ambiguo respecto a los principios de pensamiento y de acción que han de señalar nuestra cristiana profesión. El irenismo y el sincretismo son en el fondo formas de escepticismo respecto a la fuerza y al contenido de la palabra de Dios que queremos predicar. Sólo el que es totalmente fiel a la doctrina de Cristo puede ser eficazmente apóstol. Y sólo el que vive con plenitud la vocación cristiana puede estar inmunizado contra el contagio de los errores con los que se pone en contacto”. (Pablo VI. Encíclica Ecclesiam suam, n. 33, 6 de agosto de 1964).
Sínodo de los Obispos
El sincretismo y el relativismo moral traen como consecuencia la pérdida del sentido de Dios
“En la religiosidad de los pueblos de América no faltan, a veces, elementos ajenos al cristianismo que, en ocasiones, llegan a formar una suerte de sincretismo construido sobre la base de creencias populares, o que en otros casos desorientan a los creyentes desviándolos hacia sectas o movimientos pararreligiosos. […] Por otra parte, se constata en el aspecto religioso una mentalidad secularista que va llevando, poco a poco, a las personas hacia el relativismo moral y hacia el indiferentismo religioso. […] El progresivo indiferentismo religioso lleva a la pérdida del sentido de Dios y de su santidad, lo cual a su vez se traduce en una pérdida del sentido de lo sacro, del misterio y de la capacidad de admirarse, como disposiciones humanas que predisponen al diálogo y al encuentro con Dios. Tal indiferentismo lleva casi inevitablemente a una falsa autonomía moral y a un estilo de vida secularista que excluye a Dios”. (Sínodo de los Obispos. Lineamenta de la asamblea especial para América, n. 18-19, 1 de agosto de 1996).
Pablo VI
El anuncio de Cristo es único: no admite indiferencia, sincretismo o acomodamientos
“Una exhortación en este sentido nos ha parecido de importancia capital, ya que la presentación del mensaje evangélico no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado. No admite indiferencia, ni sincretismo, ni acomodos. Representa la belleza de la Revelación. Lleva consigo una sabiduría que no es de este mundo. Es capaz de suscitar por sí mismo la fe, una fe que tiene su fundamento en la potencia de Dios. Es la Verdad. Merece que el apóstol le dedique todo su tiempo, todas sus energías y que, si es necesario, le consagre su propia vida”. (Pablo VI. Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 5, 8 de diciembre de 1975).
Juan Pablo II
El diálogo interreligioso debe ser llevado a término con la convicción de que la Iglesia es el camino de salvación
“A la luz de la economía de la salvación, la Iglesia no ve un contraste entre el anuncio de Cristo y el diálogo interreligioso; sin embargo siente la necesidad de compaginarlos en el ámbito de su misión ad gentes. En efecto, conviene que estos dos elementos mantengan su vinculación íntima y, al mismo tiempo, su distinción, por lo cual no deben ser confundidos, ni instrumentalizados, ni tampoco considerados equivalentes, como si fueran intercambiables. […] El diálogo debe ser conducido y llevado a término con la convicción de que la Iglesia es el camino ordinario de salvación y que sólo ella posee la plenitud de los medios de salvación”. (Juan Pablo II. Encíclica Redemptoris missio, n. 55, 7 de diciembre de 1990).
En el diálogo es necesario evitar todo reduccionismo de la doctrina para “estar de acuerdo” con aquellos que no profesan la fe católica
“Una vez más el Concilio Vaticano II nos ayuda. Se puede decir que todo el Decreto sobre el ecumenismo está lleno del espíritu de conversión. El diálogo ecuménico presenta en este documento un carácter propio; se transforma en “diálogo de la conversión”, y por tanto, según la expresión de Pablo VI, en auténtico “diálogo de salvación”. El diálogo no puede desarrollarse siguiendo una trayectoria exclusivamente horizontal, limitándose al encuentro, al intercambio de puntos de vista, o incluso de dones propios de cada Comunidad. Tiende también y sobre todo a una dimensión vertical que lo orienta hacia Aquél, Redentor del mundo y Señor de la historia, que es nuestra reconciliación. […] En relación al estudio de las divergencias, el Concilio pide que se presente toda la doctrina con claridad. Al mismo tiempo, exige que el modo y el método de enunciar la fe católica no sea un obstáculo para el diálogo con los hermanos. Ciertamente es posible testimoniar la propia fe y explicar la doctrina de un modo correcto, leal y comprensible, y tener presente contemporáneamente tanto las categorías mentales como la experiencia histórica concreta del otro. Obviamente, la plena comunión deberá realizarse en la aceptación de toda la verdad, en la que el Espíritu Santo introduce a los discípulos de Cristo. Por tanto debe evitarse absolutamente toda forma de reduccionismo o de fácil “estar de acuerdo”. Las cuestiones serias deben resolverse, porque de lo contrario resurgirían en otros momentos, con idéntica configuración o bajo otro aspecto”. (Juan Pablo II. Encíclica Ut unum sint, n. 35-36, 25 de mayo de 1995).
Benedicto XVI
Hay que tener vigilancia para no sustituir la fe por una praxis capaz de mejorar el mundo
“El diálogo ecuménico no puede llevar al indiferentismo y al falso irenismo.
Hoy podemos constatar no pocos frutos buenos producidos por los diálogos ecuménicos, pero debemos reconocer también que el riesgo de un falso irenismo y de un indiferentismo, del todo ajeno al espíritu del Concilio Vaticano II, exige nuestra vigilancia. Este indiferentismo está causado por la opinión, cada vez más difundida, de que la verdad no sería accesible al hombre; por lo tanto, sería necesario limitarse a encontrar reglas para una praxis capaz de mejorar el mundo. Y así la fe sería sustituida por un moralismo sin fundamento profundo. El centro del verdadero ecumenismo es, en cambio, la fe en la cual el hombre encuentra la verdad que se revela en la Palabra de Dios. Sin la fe todo el movimiento ecuménico se reduciría a una forma de “contrato social” al cual adherirse por un interés común, una “praxiología” para crear un mundo mejor. La lógica del Concilio Vaticano II es completamente distinta: la búsqueda sincera de la unidad plena de todos los cristianos es un dinamismo animado por la Palabra de Dios, por la Verdad divina que nos habla en esta Palabra. Por ello, el problema crucial, que marca de modo transversal los diálogos ecuménicos, es la cuestión de la estructura de la Revelación —la relación entre la Sagrada Escritura, la Tradición viva en la Santa Iglesia y el Ministerio de los sucesores de los Apóstoles como testimonio de la verdadera fe. Y aquí está implícita la cuestión de la eclesiología que forma parte de este problema: cómo llega la verdad de Dios a nosotros. Aquí, por lo demás, es fundamental el discernimiento entre la Tradición con mayúscula y las tradiciones”. (Benedicto XVI. Discurso a los participantes en la plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 27 de enero de 2012).
Comisión Teológica Internacional
“Por grande que sea el respeto debido a la herencia cultural de un pueblo no se puede olvidar que el evangelio transciende a todas las culturas humanas.
Sin embargo, no podemos olvidar la transcendencia del evangelio con respecto a todas las culturas humanas en las que la fe cristiana tiene vocación de enraizarse y de desarrollarse según todas sus virtualidades. En efecto, por grande que deba ser el respeto por lo que es verdadero y santo en la herencia cultural de un pueblo, sin embargo esta actitud no pide que se preste un carácter absoluto a esta herencia cultural. Nadie puede olvidar que, desde los orígenes, el evangelio ha sido “escándalo para los judíos y locura para los gentiles” (1 Cor 1, 23). La inculturación que toma el camino del diálogo entre las religiones, no podría, en modo alguno, dar ocasión al sincretismo”. (Comisión Teológica Internacional. La fe y la inculturación, n. 14, diciembre de 1987).
Cardenal Joseph Ratzinger
No podemos dejarnos llevar por la dictadura del relativismo según la cual hay que dejarse guiar por cualquier viento de doctrina
“Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error (cf. Ef 4, 14). A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse “llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina”, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”. (Cardenal Joseph Ratzinger. Homilía en la Misa Pro eligendo Pontifice, 18 de abril de 2005).
Pontificio Consejo para la Cultura
La cooperación con los no creyentes no exime a los cristianos de su fe
“El Islam vive actualmente una fuerte expansión, debido en particular a los movimientos migratorios que provienen de países con fuerte crecimiento demográfico. Los países de tradición cristiana, que tienen, a excepción de África, una demografía escasa o negativa, perciben hoy frecuentemente la presencia creciente de musulmanes como un desafío social, cultural e incluso religioso. […] Una colaboración leal con los musulmanes en el plano cultural puede permitir mantener —en una efectiva reciprocidad— relaciones fructuosas tanto en los países islámicos como con las comunidades musulmanas establecidas en los países de tradición cristiana. Una semejante cooperación no exime a los cristianos de dar cuenta de su fe cristológica y trinitaria con relación a otras expresiones del monoteísmo”. (Pontificio Consejo para la Cultura. Para una pastoral de la cultura, 23 de mayo de 1999).
IV – La Iglesia es Madre, es verdad, pero ¿qué quiere una buena madre para sus hijos
Sagradas Escrituras
Se debe evangelizar cueste lo que cueste
“Yo te conjuro de la parte de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino, proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar”. (2 Tim 4, 1-2).
Pío XII
Los verdaderos cristianos deben desear con ardor que la fe florezca en todos lugares
“El espíritu misional y el espíritu católico, decíamos hace ya algún tiempo, son una misma cosa. La catolicidad es una nota esencial de la verdadera Iglesia: hasta tal punto que un cristiano no es verdaderamente afecto y devoto a la Iglesia si no se siente igualmente apegado y devoto de su universalidad, deseando que eche raíces y florezca en todos los lugares de la tierra”. (Pío XII. Encíclica Fidei donum, n. 12, 21 de abril de 1957).
Juan Pablo II
Toda persona tiene el derecho a escuchar la “Buena Nueva”
“La conversión significa aceptar, con decisión personal, la soberanía de Cristo y hacerse discípulos suyos. […] Hoy la llamada a la conversión, que los misioneros dirigen a los no cristianos, se pone en tela de juicio o pasa en silencio. Se ve en ella un acto de “proselitismo”; se dice que basta ayudar a los hombres a ser más hombres o más fieles a la propia religión; que basta formar comunidades capaces de trabajar por la justicia, la libertad, la paz, la solidaridad. Pero se olvida que toda persona tiene el derecho a escuchar la “Buena Nueva” de Dios que se revela y se da en Cristo, para realizar en plenitud la propia vocación. La grandeza de este acontecimiento resuena en las palabras de Jesús a la Samaritana: “Si conocieras el don de Dios” y en el deseo inconsciente, pero ardiente de la mujer: ‘Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed’ (Jn 4, 10.15)”. (Juan Pablo II. Encíclica Redemptoris missio, n. 46, 7 de diciembre de 1990).
Pío IX
Los conciliadores son enemigos de la Iglesia
“En estos tiempos de confusión y de desorden, no es raro ver cristianos, católicos ?hasta los hay en el clero secular, en los claustros? que siempre tienen en los labios la palabra de término medio, de conciliación, de transacción. Pues bien, no vacilo en declararlo: esos hombres están en un error, y no los miro como los enemigos menos peligrosos de la Iglesia. Vivimos en una atmósfera corrompida, pestilencial; sepamos preservarnos de ella; no nos dejemos emponzoñar por las falsas doctrinas, que todo lo pierden, so pretexto de salvarlo todo”. (Pío IX. Discurso en la Iglesia de Aracoeli, 17 de septiembre de 1861).
No es lícito disimular un dogma
“Ni siquiera con el pretexto de hacer más fácil la concordia no es lícito, disimular siquiera un solo dogma; pues, como advierte el patriarca de Alejandría: ‘Desear la paz es ciertamente primero y mayor bien, pero no si debe por tal motivo permitir que venga a menos la virtud de la piedad en Cristo'”. (Pío XII. Encíclica Orientalis Ecclesiae, 9 de abril de 1944).
Congregación para la Doctrina de la Fe
La acción evangelizadora de la Iglesia forma parte de la naturaleza misma de la Iglesia
“La acción evangelizadora de la Iglesia nunca desfallecerá, porque nunca le faltará la presencia del Señor Jesús con la fuerza del Espíritu Santo, según su misma promesa: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Los relativismos de hoy en día y los irenismos en ámbito religioso no son un motivo válido para desatender este compromiso arduo y, al mismo tiempo, fascinante, que pertenece a la naturaleza misma de la Iglesia y es “su tarea principal” . “Caritas Christi urget nos” (2 Cor 5, 14): lo testimonia la vida de un gran número de fieles que, movidos por el amor de Cristo, han emprendido, a lo largo de la historia, iniciativas y obras de todo tipo para anunciar el Evangelio a todo el mundo y en todos los ámbitos de la sociedad, como advertencia e invitación perenne a cada generación cristiana para que cumpla con generosidad el mandato del Señor. Por eso, como recuerda el Papa Benedicto XVI, “el anuncio y el testimonio del Evangelio son el primer servicio que los cristianos pueden dar a cada persona y a todo el género humano, por estar llamados a comunicar a todos el amor de Dios, que se manifestó plenamente en el único Redentor del mundo, Jesucristo”. El amor que viene de Dios nos une a Él y ‘nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea ‘todo en todos’ (cf. 1Cor 15, 28)””. (Congregación para la Doctrina de la Fe. Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, n. 13, 3 de diciembre de 2007).
Pablo VI
La Iglesia siempre estuvo vinculada a la evangelización
“Quien lee en el Nuevo Testamento los orígenes de la Iglesia y sigue paso a paso su historia, quien la ve vivir y actuar, se da cuenta de que ella está vinculada a la evangelización de la manera más íntima: La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce. Es un fruto normal, deseado, el más inmediato y el más visible “Id pues, enseñad a todas las gentes” (Mt 28, 19). “Ellos recibieron la gracia y se bautizaron, siendo incorporadas (a la Iglesia) aquel día unas tres mil personas… Cada día el Señor iba incorporando a los que habían de ser salvos” (Hch 2, 41-47). Nacida, por consiguiente, de la misión de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por Él”. (Pablo VI. Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 15, 8 de diciembre de 1975).
El anuncio del Evangelio es un deber congénito al patrimonio recibido de Cristo
“Si verdaderamente la Iglesia, como decíamos, tiene conciencia de lo que el Señor quiere que ella sea, surge en ella una singular plenitud y una necesidad de efusión, con la clara advertencia de una misión que la trasciende y de un anuncio que debe difundir. Es el deber de la evangelización. Es el mandato misionero. Es el ministerio apostólico. […] Cierto es que hemos de guardar el tesoro de verdad y de gracia que la tradición cristiana nos ha legado en herencia; más aún: tendremos que defenderlo […]. El deber congénito al patrimonio recibido de Cristo es la difusión, es el ofrecimiento, es el anuncio, bien lo sabemos: Id, pues, enseñad a todas las gentes (43) es el supremo mandato de Cristo a sus Apóstoles”. (Pablo VI. Encíclica Ecclesiam suam, n. 26, 6 de agosto de 1964).
Concilio Vaticano II (XXI Ecuménico)
Hoy como siempre la Iglesia tiene el deber y el derecho sagrado de evangelizar
“La Iglesia tiene el deber, a la par que el derecho sagrado de evangelizar, y, por tanto, la actividad misional conserva íntegra, hoy como siempre, su eficacia y su necesidad. Por ella el Cuerpo místico de Cristo reúne y ordena indefectiblemente sus energías para su propio crecimiento. Los miembros de la Iglesia son impulsados para su consecución por la caridad con que aman a Dios, y con la que desean comunicar con todos los hombres en los bienes espirituales propios, tanto de la vida presente como de la venidera”. (Concilio Vaticano II. Decreto Ad gentes, n. 7, 7 de diciembre de 1965).
V – Una nueva síntesis cultural hecha sin Fe pone en riesgo las costumbres cristianas
Juan Pablo II
La presencia de estos hermanos en los países de antigua tradición cristiana es un desafío para las comunidades eclesiales
“Más numerosos son los ciudadanos de países de misión y los que pertenecen a regiones no cristianas, que van a establecerse en otras naciones por motivos de trabajo, de estudio, o bien obligados por las condiciones políticas o económicas de sus lugares de origen. La presencia de estos hermanos en los países de antigua tradición cristiana es un desafío para las comunidades eclesiales […]. De hecho, también en los países cristianos se forman grupos humanos y culturales que exigen la misión ad gentes. Las Iglesias locales, con la ayuda de personas provenientes de los países de los emigrantes y de misioneros que hayan regresado, deben ocuparse generosamente de estas situaciones”. (Juan Pablo II. Encíclica Redemptoris missio, n. 82, 7 de diciembre de 1990).
“En los países de antigua tradición cristiana la presencia de inmigrantes no cristianos es un desafío. Los católicos deben tener muy claro que más allá de cualquier gesto de generosa solidaridad está el anuncio de Jesucristo.
La presencia de inmigrantes no cristianos en los países de antigua tradición cristiana representa un desafío para las comunidades eclesiales. Es un fenómeno que fomenta en la Iglesia la caridad, por lo que se refiere a la acogida y ayuda a estos hermanos y hermanas en la búsqueda de trabajo y de vivienda. Se trata, en cierto modo, de una acción bastante semejante a la que muchos misioneros realizan en tierra de misiones, atendiendo a los enfermos, a los pobres y a los analfabetas. He aquí el estilo del discípulo: va al encuentro de las expectativas y exigencias del prójimo necesitado. Objetivo fundamental de su misión es, de todos modos, el anuncio de Cristo y de su Evangelio. Él sabe que el anuncio de Jesucristo es el primer acto de caridad hacia el hombre, más allá de cualquier gesto de generosa solidaridad. No existe una verdadera evangelización, en efecto, “mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios”. A veces, debido a un ambiente dominado por un indiferentismo y relativismo religioso siempre más difundido, la dimensión espiritual del compromiso caritativo se manifiesta con dificultad. Surge, además, en algunos, el temor de que el ejercicio de la caridad, con miras a la evangelización, pueda estar expuesto a la acusa de proselitismo. Anunciar y testimoniar el evangelio de la caridad constituye el tejido conectivo de la misión con los emigrantes […]. El anuncio del evangelio de la caridad al amplio y diversificado mundo de los emigrantes comporta, hoy, una atención especial al ámbito de la cultura […]. La misión de la Iglesia, hoy, consiste precisamente en hacer posible, de modo concreto, a todo ser humano, sin diferencias de cultura o de raza, el encuentro con Cristo. Deseo de todo corazón que sea ofrecida esta posibilidad a todos los emigrantes y me comprometo a orar por esto”. (Juan Pablo II. Mensaje para la LXXXVII Jornada Mundial de las Migraciones, n.7-9, 2 de febrero de 2001).
Las corrientes inmigratorias y el turismo han afectado ciertas diócesis europeas
“Vuestras Iglesias particulares están situadas geográficamente en distintas regiones españolas con sus propias características y tradiciones. Las diócesis de la provincia eclesiástica de Valladolid, en tierras de Castilla la Vieja y León, son Iglesias de antigua tradición cristiana, que conservan un buen índice de práctica religiosa, aunque vienen sufriendo un descenso demográfico notable, lo que no deja de reflejarse también en la media de edad del clero. Las diócesis de la provincia eclesiástica de Valencia, en el levante español, están abiertas al Mar Mediterráneo, a excepción de Albacete, que pertenece a la hidalga región manchega. Estas diócesis tienen también profundas raíces y tradiciones cristianas, si bien las corrientes inmigratorias y el fenómeno del turismo han afectado en cierta medida la vida de vuestras gentes”. (Juan Pablo II. Discurso a los obispos de las provincias eclesiásticas de Valladolid y Valencia en visita ad limina, n.1, 23 de septiembre de 1991).
El patrimonio cristiano corre riesgo bajo la secularización
“En otras regiones o naciones todavía se conservan muy vivas las tradiciones de piedad y de religiosidad popular cristiana; pero este patrimonio moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el impacto de múltiples procesos, entre los que destacan la secularización y la difusión de las sectas. Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad. Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones. Los fieles laicos —debido a su participación en el oficio profético de Cristo— están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia. En concreto, les corresponde testificar cómo la fe cristiana —más o menos conscientemente percibida e invocada por todos— constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad”. (Juan Pablo II. Exhortación apostólica Christifideles laici, n. 34, 30 de diciembre de 1988).
Pontificio Consejo para la Cultura
La enseñanza católica sufre gran desestabilización con los fenómenos inmigratorios
“Los fenómenos de inmigración desestabilizan a veces las escuelas católicas, que toman la presencia masiva de no cristianos como pretexto para una enseñanza laica, en lugar de aprovechar esta oportunidad para proponer la fe, como ha sido práctica habitual en la pastoral misionera de la Iglesia”. (Consejo Pontificio de la Cultura. Documento final de la Asamblea plenaria 2004, I, 2.5).
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrados e Itinerantes
“Incluso delante de inmigrantes de otras religiones las escuelas católicas deben conservar sus características propias al proyecto educativo cristiano
Las escuelas católicas, además, no deben renunciar a sus características peculiares y al propio proyecto educativo de orientación cristiana, cuando en ellas se reciben a los hijos de inmigrantes de otras religiones. Se informará al respecto con toda claridad a los padres que quieran inscribir a sus hijos”. (Pontificio Consejo para la pastoral de los emigrados e itinerantes. Instrucción Erga migrantes carita Christi, n.62, 3 de mayo de 2004).
Los cristianos están llamados a testimoniar el Evangelio hasta el explicito anuncio de la Palabra de Dios
“Las Iglesias particulares están llamadas a abrirse, precisamente a causa del Evangelio, para brindar una mejor acogida a los inmigrantes con iniciativas pastorales de encuentro y diálogo, pero igualmente ayudando a los fieles a superar prejuicios y suspicacias. En la sociedad contemporánea, a la que las migraciones contribuyen a dar una configuración multiétnica, intercultural y multirreligiosa, los cristianos deberán afrontar un capítulo esencialmente inédito y fundamental de la tarea misionera: su ejercicio en las tierras de antigua tradición cristiana (cfr. PaG 65 y 68). Con mucho respeto y atención por las tradiciones y las culturas de los inmigrantes, los cristianos estamos llamados a darles testimonio del Evangelio de la caridad y de la paz también a ellos, y a anunciarles explícitamente la Palabra de Dios, para que les llegue la bendición del Señor, prometida a Abrahán y a su descendencia por siempre”. (Pontificio Consejo para la pastoral de los emigrados e itinerantes. Instrucción Erga migrantes carita Christi, n.100, 3 de mayo de 2004).
La Iglesia se empeña también a favor de los inmigrantes no cristianos mediante la promoción humana, pero sobre todo buscando abrirles el corazón para el anuncio del Evangelio
“En estos últimos tiempos, se ha ido incrementado cada vez más, en los países de antigua tradición cristiana, la presencia de inmigrantes no cristianos, respecto a los cuales ofrecen una sólida orientación varios documentos del Magisterio […]. La Iglesia se empeña también en favor de los inmigrantes no cristianos, mediante la promoción humana y el testimonio de la caridad, que conlleva ya de por sí un valor evangelizador, propicio para abrir los corazones al anuncio explícito del Evangelio, realizado con la debida prudencia cristiana y el total respeto de la libertad […].
La Iglesia por tanto, está llamada a entrar en diálogo con ellos, ‘diálogo [que] debe ser conducido y llevado a término con la convicción de que la Iglesia es el camino ordinario de salvación y que sólo ella posee la plenitud de los medios de salvación'”. (RMi 55; cfr. tambiénPaG 68).
“Esto exige que las comunidades católicas de acogida aprecien cada vez más su propia identidad, reafirmen su fidelidad a Cristo y conozcan bien los contenidos de la fe, redescubran la dimensión misionera y, por tanto, se comprometan a dar testimonio de Jesucristo, el Señor, y de su Evangelio”. (Pontificio Consejo para la pastoral de los emigrados e itinerantes. Instrucción Erga migrantes carita Christi, n.59-60, 3 de mayo de 2004).
Juan Pablo II
El fenómeno de las migraciones plantea interrogantes y desafíos. La Iglesia se preocupa de que no falte a los emigrantes la luz y el apoyo del Evangelio
“Fiel a su tarea al servicio del Evangelio, la Iglesia no deja de dirigirse a los hombres de todas las nacionalidades para anunciarles la buena noticia de la salvación. Con el presente Mensaje para la Jornada Mundial de las Migraciones, quisiera detenerme a reflexionar sobre la misión evangelizadora de la Iglesia respecto a los fenómenos amplios y complejos de la emigración y de la movilidad […]. Con el término de “emigrantes” se hace referencia, en primer lugar, a los prófugos y exiliados en busca de libertad y de seguridad fuera de las fronteras de la propia patria, pero igualmente a los jóvenes que estudian en el exterior y a todos aquellos que dejan el propio país para buscar en otro lugar mejores condiciones de vida. El fenómeno de las migraciones está en continua expansión; esto plantea interrogantes y desafíos para la acción pastoral de la comunidad eclesial. Ya el Concilio Ecuménico Vaticano II, en el Decreto Christus Dominus, invitaba a que se tuviera una “solicitud particular por los fieles que, por la condición de su vida, no pueden gozar suficientemente del cuidado pastoral, común y ordinario de los párrocos o carecen totalmente de él, como son la mayor parte de los emigrantes, los exiliados y prófugos”. […]. Aunque en distintos grados y formas, la movilidad ha llegado a ser una característica general de la humanidad, que abarca directamente a muchas personas y se refleja en otras. La amplitud y la complejidad del fenómeno invitan a un profundo análisis de los cambios estructurales que se han producido, como la globalización de la economía y de la vida social. La convergencia de razas, civilizaciones y culturas, en los mismos ordenamientos jurídicos y sociales, plantea un problema urgente de convivencia […]. Estamos asistiendo a un cambio profundo de la manera de pensar y de vivir, que no deja de presentar, junto a elementos positivos, también aspectos ambiguos. […]. En este clima, el hombre puede verse llevado a profundizar las propias convicciones, pero también a caer en un fácil relativismo. […] La Iglesia, a través de su actividad pastoral, se preocupa porque no falte a los emigrantes la luz y el apoyo del Evangelio”. (Juan Pablo II. Mensaje para la LXXXVII Jornada Mundial de las Migraciones, n. 4, 2 de febrero de 2001).
Pío XII
Jesús, María y José son modelo para los emigrantes de todos los tiempos
“La familia de Nazaret desterrada, Jesús, María y José, emigrantes a Egipto y refugiados allí para sustraerse a las iras de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo de los emigrantes y peregrinos de todos los tiempos y lugares y de todos los prófugos de cualquiera de las condiciones que, por miedo de las persecuciones o acuciados por la necesidad, se ven obligados a abandonar la patria, los padres queridos, los parientes y a los dulces amigos para dirigirse a tierras extrañas”. (Pío XII. Constitución Apostólica Exsul familia, n. 1, 1 de agosto de 1952, 1 de agosto de 1952).
Los prófugos nunca fueron descuidados por la Iglesia
“No hubo, pues, ninguna época en que la Iglesia descuidara a los emigrantes, desterrados y prófugos […]. Para comenzar conviene aquí recordar previamente los cincuenta volúmenes intitulados: “De la caridad de la Sede Apostólica para con los franceses”, conservados en el archivo Vaticano -testimonio realmente preclaro de la constante solicitud de los Romanos Pontífices hacia los pobres de las revoluciones públicas o los desplazados por la guerra- con que Nuestros Predecesores Pío VI y Pío VII ilustran su paternal solicitud por los franceses que expulsados de su Patria fueron recibidos con gran generosidad en los confines de los Estados Pontificios y especialmente en Roma o que se refugiaron en otras partes”. (Pío XII. Constitución Apostólica Exsul familia, n.11-12, 1 de agosto de 1952, 1 de agosto de 1952).
Pío XI
Para todas las épocas de dificultades y revoluciones hay documentos pontificios que demuestran la preocupación de los pontífices por los católicos emigrados
“No podemos dejar de recordar aquí un deber cuya importancia va siempre creciendo en estos últimos años: el cuidado de los mejicanos emigrados, los cuales, arrancados de su tierra y de sus tradiciones, muy fácilmente quedan envueltos entre las insidiosas redes de aquellos emisarios que pretenden inducirlos a apostatar de su fe”. (Pío XI. Carta apostólica al episcopado mejicano sobre la situación religiosa, 28 de marzo de 1937).
Benedicto XVI
Antes que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar
“En el actual contexto socio-político, antes incluso que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra, repitiendo con el Beato Juan Pablo II que ‘es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria'”. (Benedicto XVI. Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2013, 12 de octubre de 2012).
Regular los flujos migratorios y defender las fronteras es derecho de los Estados
“Los Estados tienen el derecho de regular los flujos migratorios y defender sus fronteras, asegurando siempre el respeto debido a la dignidad de toda persona humana”. (Benedicto XVI. Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2011. Una sola familia, 27de septiembre de 2010).
Acoger a quienes nos quieren decapitar NO es lo que enseñó Cristo.. Según su enseñanza ; el “prójimo” resultó ser aquel quién ayudó al herido ; NO aquel quien quería decapitarlo. El concepto de “hermanos” , es válido pero en Cristo , porque se refiere a una hermandad espiritual. Si no fuera así habría que hacer un estudio genético para demostrarlo esa “hermandad”. Es en Cristo donde tiene validez su concepto según las escrituras bíblicas. Pero aquel que quiere decapitar al cristiano por orden de su dios , no es hermano del cristiano. Si el lobo fuera hermano de la… Leer más »
El Estado Vaticano que financia guerras,compra de armas,financia abortos y son los más fieles colaboradores en los crímenes de los SIONISTAS.
Los verdaderos cristianos deben abandonar esa secta,orar en sus casas y educar a sus hijos en Cristo,pero alejados de los centros de corrupción de los templos anunnaki.
Acoger, amar y ayudar al inmigrante no significa “el abandono de la fe católica” sino precisamente “la traducción en obras de la fe católica”. Es muy buena la colección de citas de las Sagradas Escrituras que trae este artículo, en las que se expresa el mandato del Señor a que se trate bien a los inmigrantes. Enhorabuena al articulista. El Papa Francisco lo está haciendo muy bien -si no se malinterpretan sus palabras y gestos, haciéndole decir lo que no dice, sino solo lo que dice-. Hemos de tener bien claro que esta acogida y amor al inmigrante que nos… Leer más »
al “papuchi” se le ve el rabo… de diablo
Si. Es un abandono de la fe católica. Pero los cristianos, que, no lo olvidemos, acabaron con la Roma pagana, seguirán su camino protegidos por Dios y la Providencia. El problema de los catolicos es que se han convertido en una secta romana… y. por lo tanto, han abandonado a Dios y al Evangelio. Están malditos y desaparecerán como los romanos del imperio…
El abandono de la fe,se esta haciendo desde el concilio Vaticano II pues desde entonces, hemos tenido antipapas,Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II,Benedicto XVI, Francisco.Estos son los infiltrados del pueblo “elegido” que han infiltrado la Iglesia de DIOS para destruirla desde dentro.En el caso de Francisco,no se sabe si es de los de la kipa,pero es igualmente un judaizante y un gran hereje.
Si quieren confirmacion de lo que digo; les enlazo una pagina catolica donde tienen toda la informacion necesaria,con buscador dentro de ella para saber la historia de herejias de estos mal llamados papas:
http://catolicosalerta.com.ar/bergoglio/index.html
El proyecto de Bergoglio es la construcción de una religión mundialista, ecuménica y sincretista, la futura Religión de la Humanidad que profesará el Anticristo