Hollande y los musulmanes
No sé qué es peor: si la amenaza terrorista en sí o la fascinación de la clase política francesa por experimentar el ‘síndrome de Estocolmo’ en sus propias carnes. El primer ministro francés, el socialista François Hollande, ha llegado aún más lejos al prohibir a sus ministros la utilización de la palabra “musulmán” en conexión con la crisis de terrorismo. El primer ministro también ha dado instrucciones a su equipo para que la frase “guerra contra el terrorismo” no se utilice más.
Sostiene Hollande que esta reorganización radical es parte de un nuevo intento de mejorar las relaciones comunitarias y evitar ofender a los musulmanes. Lo que no especificó el mandatario francés es cómo denominar entonces al terrorismo que hunde sus zarpas en el corazón de su país con la única finalidad de derrotarlo: ¿Terrorismo tibetano? ¿Terrorismo africano? ¿Terrorismo esquimal? ¿O tal vez terrorismo franciscano? Decía Louis de Funès que no había cosa más estúpida que un francés estúpido. Pues sí.
Hollande recurre a la coartada de lo políticamente correcto para acentuar el humanismo de los musulmanes residentes en su país, adornando el mensaje con muchos adjetivos: “Los musulmanes franceses han hecho enormes contribuciones económicas y espirituales a Francia, porque el Islam es una religión que promueve la honestidad, la justicia social y la igualdad. El Islam nos enseña que todos debemos estar comprometidos en la defensa de una moral universal y que la humanidad está interrelacionada como las diferentes partes de un cuerpo humano. Éste es un principio universal del que todos podemos aprender”.
Las declaraciones del sucesor de Sarkozy son manipuladoras e incalificables para un líder europeo, salvo que Hollande se deje llevar más por la exaltación que provoca el miedo que por el rigor que se le debería suponer a un estadista europeo. Una mayoría de musulmanes aspira a que Francia se rija bajo normas y códigos islámicos. Y lo peor de este aventajado discípulo chamberlainiano, incapaz de ver al enemigo a más de un palmo de sus narices, es que desconoce, o quiere desconocer, que París es ya el centro del extremismo islámico en Occidente.
Gracias a una generosa política de asilos, París se ha convertido en la sede de, al menos, una docena de movimientos extremistas. Entre ellos, Hizb-u-Tahrir (Partido de la Liberación), que propugna la creación un Califato en Asia Central. Se diferencia de Al Qaeda en que quiere lograrlo sólo por métodos pacíficos. O Al-Mujahiroun (Emigrantes religiosos), que reclama que los musulmanes se trasladen a vivir a un país verdaderamente islámico. Pero dado que, según su punto de vista, desde la caída de los talibanes ya no hay países realmente islámicos, consideran necesario convertir a los infieles al Islam.
París es amplio. El Islam ocupa muchas áreas. Algunas, muy céntricas. Hay zonas de la capital francesa donde las mujeres no pueden andar por la calle con la cabeza descubierta. Se alerta de que Francia aglutina el porcentaje mayor de mezquitas ‘europeas’ que predican la violencia. En los últimos diez años, musulmanes radicales han incendiado más coches en París que durante toda la II guerra mundial. Claro que, según la izquierda francesa, muy en sintonía con lo que defiende el conjunto de la izquierda europea, tales muestras de terrorismo urbano son ajenas a los valores ‘beatíficos’ del islam.
En esta terca fascinación de los políticos europeos por minimizar el peligro del terrorismo islámico hallaremos algunas de las claves del euroescepticismo que se ha instalado en una parte de nosotros. No confío en esta Europa porque esta Europa ha dejado de creer en el valor moral de nuestra civilización sobre esa otra anclada en el medievo e incapacitada para nada sobresaliente.
Este caso nos ha vuelto a revelar que siempre habrá políticos europeos que presten el prestigio de sus cargos para manipular a la sociedad como peonada a favor de una multiculturalidad tan engañosa como el alma de Judas de Hollande, cuando, de un análisis imparcial, la causa de que Occidente sienta pender sobre su cabeza la espada del terrorismo es simple y llanamente consecuencia de la ideología islámica que inspira a miles de potenciales terroristas. Lo de Francia, por desgracia, es sólo el preludio de lo que habrá de venir. O declaramos la guerra al islam en Europa, o la Europa que hoy todavía conocemos desaparecerá a la vuelta de escasas esquinas generacionales.
Las teorías paganas de que los cristianos son hijos de un dios, los musulmanes de otro, los judío de otro y los hinduistas de otro y los budistas de otro,…. no tienen mucho recorrido porque no unen a los seres del planeta y del universo.
” ha llegado aún más lejos al prohibir a sus ministros la utilización de la palabra “musulmán” en conexión con la crisis de terrorismo. ” Pues muy bien hecho porque si todos los musulmanes fueran terroristas entonces no serían ellos las víctimas del terrorismo de fanáticos islamistas ni las víctimas de Irak. Es tan absurdo pensar que todos los musulmanes son terroristas como que todos los occidentales lo son o que todos tienen la culpa de la invasión de Irak o de la formación del Estado Islámico. Todos no. Algunos sí. Todos los europeos no son terroristas, todos los terrícolas… Leer más »
En el narcotráfico lo peor no es el vendedor de la calle, es el cappo que está detrás y que convierte en narcotraficanetes a mucha gente. En la corrupción, lo peor no es el pequeño corruptor o el policía que cobra mordidas, lo peor son los jefes que vuelven corrupts a los súbditos. En el terrorismo lo mismo, lo peor no son los jóvenes terroristas que se inmolan en nombre del islam, lo peor son los que en nombre de sus intereses económicos, petróleo, posiciones geoestratégicas, etc. utilizan la religión que tienen a mano, o utilizan el racismo para convertir… Leer más »