Me informan que un programa de Telecinco, en horario de máxima audiencia, ha reproducido el trozo de la entrevista al Padre Calvo en ‘La Ratonera’ en la que el cura leonés habló de la Providencia Divina con relación a la enfermedad de Pedro Zerolo. El programa lleva por título “Hablé con ellas” y está conducido por cinco mujeres, que siguen a rajatabla todo el manual de dogmas que nos ha sido impuesto como la religión del nuevo siglo. Como podrán ustedes imaginar, las cinco imbéciles recauchutadas se cebaron con el Padre Calvo y conmigo con extremada virulencia. Me paso por el arco del triunfo lo que diga esa gentuza lacaya que, a cambio de dinero y una efímera fama, dicen lo que les conviene a los que controlan la agenda mundialista. Por de pronto, la 5, que va de progre, es propiedad de Silvio Beslusconi, el de las fiestas salvajes con prostitutas menores de edad. Hasta ese punto de cinismo y prostitución servil se ha llegado en el periodismo español.

Lo que trataré de explicarles es cómo el programa de marras puso de relieve que, en la nueva religión de nuestros tiempos, lo importante no es lo que se crea, sino que aquello en lo que se cree sea conforme a la agenda mundialista. Que un médico matarile defienda el principio de libertad de una madre que quiere abortar a su hijo entra dentro de la más estricta ética profesional. Que un activista gay o que una feminista silvestre se encadenen a un crucifijo en la catedral de la Almudena forma parte del conjunto de derechos individuales que ningún católico podrá cuestionar so riesgo de ser tachado de homófobo, retrógado y fascista. Que se haga burla, befa y mofa de la fe de millones de españoles en espacios públicos entra dentro de la categoría de lo políticamente correcto. Ahora bien, que un cura católico defienda el principio de la intercesión divina en los asuntos de los hombres (tan lógico como si un meteorólogo defiende la importancia de los satélites para la predicción del tiempo), se convierte en un delito de lesa humanidad.

Sin pretenderlo, las farsantes de “Hablé con ellas”, de tanto querer seguir al pie de la letra el guión al que están sujetas si quieren seguir luciendo cacha, pusieron de relieve lo que tantas veces hemos anunciado en este medio: el Catolicismo ha sido aceptado por los amos del momento a condición de que deje a Dios reducido al papel de florero y que su puesto sea ocupado por cualquier soplagaitas que defienda la trascendentalización de cualquier nimiedad al servicio de la cuenta de resultados de unos pocos hombres, entre ellos los dueños de Telecinco.

Jesús Calvo es uno de los pocos curas españoles que conozco, por no decir el único, que desarrolla su labor pastoral de acuerdo a la más pura tradición católica. La importancia que otorga al papel de Dios entre los hombres es inversamente proporcional a la que le dan esos curas imbéciles que, a base de querer conciliar el agua y el fuego sin la olla del Catolicismo, han dejado en pañales morales a un sector importante de la sociedad española.

Defiende el Padre Calvo que toda autoridad humana ha de reconocer principios que están por encima de su propia facultad legislativa y de su cargo directivo en función del bien común. También que esa autoridad ha de encarnar e imponer la serie de leyes naturales y ontológicas que conduzcan a sus súbditos al fin exigible al que tiende su naturaleza racional. Esas leyes, sin embargo, no pueden ser contrarias a los fines para los que el humano ha sido creado.

No puede haber, por tanto, dos códigos jurídicos opuestos y contradictorios. La verdad es una y todo confluye en un mismo fin natural. Por eso toda autoridad viene de Dios y por eso el Padre Calvo sostuvo que “la Divina Providencia intenta ejemplarizar contra los que se ríen de la virtud”, sin saltarse por ello una sóla coma del guión que cualquier católico está obligado a defender.

No hay pues una religión para servicio oculto y subjetivo de los individuos y otra para los políticos y los periodistas, como si hubiese dos dioses o dos reinos independientes. Sostiene el cura leonés que no cabe tampoco una doble moral ni un doble credo. O se está con los principios naturales que son el vivo reflejo de la Gracia Divina o se está contra ella. Lo que por desgracia han hecho muchos católicos ha sido aceptar que se aparque a Dios de los asuntos de los hombres, lo que ha dado pie al falso ecumenismo actual, que vende la libertad sin Dios, o lo que es lo mismo, la libertad como producto de consumo, como espectáculo de Telecinco, en vertiente permisivista, libertina y disolvente de todo valor divino y humano.

Frente a estos falsos ecumenistas, títeres de los que manejan en la sombra a nuestros políticos y nuestros periodistas, lo milagroso es que de una remota aldea leonesa brote la voz de un cura que, contra todo y contra todos, nos alerta cada semana de que el español está cada día más desprotegido, más condenado a su indefensión y reducido a una especie animal más, cuya falsedad solo se emplea para la racionalidad y el miedo, con todas las secuelas de miserias materiales y morales en la medida que más se le aleja del orden que el Creador ha creado para la plena realización temporal y eterna. Evidentemente, desde la perspectiva del liberalismo materialista, defender sin complejos lo que defiende el Padre Calvo no resulta un buen negocio. Tan mal negocio como echar margaritas a las presentadoras y a los propietarios de Telecinco.