España vive instalada en la Justicia, con un Gobierno, sustentado por un partido, que está bajo certezas abrumadoras de corrupción en gran escala. Desde el punto de vista, de la dignidad nacional no se puede estar así ni un minuto más. Hay ya un testigo, Pedro J Ramírez que asevera que Bárcenas ha confesado que las finanzas del Partido Popular son una combinación de dinero negro, de comisiones, y de concesiones administrativas, en una orgía de cohecho. Es la hora de la Justicia, pero… ¿Justicia en España?

Durante los últimos veinte años, ininterrumpidamente en las etapas de Aznar y de Rajoy, el PP ha vivido instalado en el delito, como una pura mafia. Desde Alerta Digital adelanté que no estábamos ante Gúrtel, ni ante Bárcenas, sino ante el caso PP. Pero la denuncia actual tiene también un fuerte componente de chantaje hacia la mafia que gobierna por parte de Bárcenas, pues o se le concede impunidad o tirará de la manta y presentará las pruebas. De manera harto expresa lo ha aseverado Pablo Crespo, el número dos de Gurtel. Ha amenazado con hablar en sede judicial.

¿Acaso pueden el Gobierno y el PP ofrecer esa impunidad o cuál es el estado de la Justicia en España? Es de todos sabido que en esta mierdocracia no hay división de poderes y que la Justicia está en primer tiempo de saludo ante la clase política corrupta que es la que decide que jueces ascienden y a que destino son enviados a través de los oficios del politizado y parlamentarizado Consejo General del Poder Judicial. También es relevante la sumisión jerárquica de la Fiscalía, que últimamente oficia de abogada defensora de los corruptos. La presión política es tan alta que sin esta corrupción moral de la judicatura nunca se hubieran alcanzado los niveles máximos de corrupción económica que se han generalizado en todas las administraciones, de forma que los honrados han sido depurados. En los últimos veinte años, el PP no ha hecho nada sin exigir comisión y no ha practicado ningún concurso sin cohecho y los instrumentos del Estado, Judicatura y Policía, han permanecido ciegos.

Ese control es tan brutal y oscuro que hemos visto como la Audiencia Provincial de Madrid ponía en la calle a Miguel Blesa. Ante una situación que debería llevar seguramente al banquillo a Aznar, a Rajoy y a los directivos del PP, no cuando Bárcenas cante porque ya ha cantado, es preciso indicar que en el momento actual la posible percepción de que la Justicia está funcionando es un espejismo. Vaya por delante, que la Justicia no funcionar en España sin una depuración masiva de la judicatura y la fiscalía, sin la expulsión de los politizados, de los beneficiados por los partidos.

Espejismo, porque sólo están funcionando en España realmente tres jueces y los tres son, a su manera, outsider o descolocados del sistema. José Castro es un juez de base que no ha participado en ninguna camarilla, que no ha sido objeto de ningún nombramiento político y que ha hecho de la administración de Justicia el sentido de su vida de ermitaño. Mercedes Alaya se mueve en parecidas pautas, sin declaraciones ni protagonismos fuera de su deber. Pablo Ruz es un juez sustituto que se le ha colado al sistema en la Audiencia Nacional. Y esa es una clave porque Ruz ha de abandonar el Juzgado y será sustituido por un juez que fue próximo al PSOE y ahora es próximo al PP, que es próximo al poder sea de quien sea, y que actualmente disfruta de canonjía en el Consejo General del Poder Judicial.

El Gobierno, no hay que dudarlo, tratará de jugar todo lo sucio que pueda pues le va la vida en ello. Cuando, de la manera más mafiosa, se amenaza para conseguir
impunidad se hace por la sencilla razón de que esa impunidad ha existido. Hay que recordar que el juez Antonio Pedreira dio carpetazo a Gurtel y dejó libre de sospecha a Bárcenas, de manera harto infundada como se ha visto. El maniobrero de este episodio nauseabundo fue Federico Trillo, de quien Yrene Calais está con brillantez revelando su doble vida.

La Justicia está más corrompida cuanto más elevado es el nivel, porque para ascender se ha necesitado el beneplácito de los políticos. Es decir, lo más corrompido, como degeneración del orden natural de las cosas, es el Tribunal Constitucional, luego el Supremo, luego los tribunales superiores y así sucesivamente. Cuando se recurre, es cuando la casta incrementa su impunidad. Es el caso citado de Miguel Blesa.

Si se quieren recuperar la decencia y la honradez, como normas indeclinables de la vida pública, si se quiere salir de la crisis, permitiendo la competencia y persiguiendo la mordida, si se quiere salir de la mierdocracia para ir a una democracia digna, no bastaríacon ir a la división de poderes, sacando las sucias manos de los políticos de la carrera judicial, sino que hay que ir a depuración sin paliativos, pues no puede haber una Justicia independiente con quienes hace tiempo que perdieron su independencia.