El avispero se agita
Mayte Alcaraz.- No es que vaya a pasar nada de forma abrupta. Ya se sabe que los partidos políticos suelen ser organizaciones tan jerarquizadas que es imposible cambiar el poder de la noche a la mañana, sobre todo cuando quien lo ostenta tiene un perfil autoritario tan marcado como Pedro Sánchez y ha liquidado todos los contrapesos internos, presentes desde tiempos de Felipe González. Pero es cierto que «algo huele a podrido en Dinamarca», o algo se está moviendo en el avispero socialista. Algo que lleva a tirar del chascarrillo popular: si ves tu PSOE ardiendo, a tu mujer o hermano en capilla y en tu espalda un avispero, ¿dónde acudirás primero? Pedro en estado puro.
Han coincidido tres movimientos en el tiempo que parecen querer decir algo sobre la extremada preocupación que cunde en el partido, sobre todo tras el descalabro extremeño, a cargo de un procesado que ha unido su destino al hermano encausado del presidente, que puede tener sus réplicas inmediatas el 8 de febrero en Aragón, con la inefable Alegría; en marzo en Castilla y León, con un nuevo candidato, el alcalde de Soria, Carlos Martínez, y en junio en Andalucía, con otro aspirante títere y titiritera de Moncloa, María Jesús Montero. El primero fue el exjefe del Gobierno extremeño y responsable de las mayorías absolutísimas en esa tierra, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Pocas horas después del hundimiento de su partido en las regionales ha pedido que los socialistas se abstengan para que María Guardiola no tenga que depender de Vox para su investidura. Nada de eso va a pasar, porque el presidente de la Gestora que ha colocado Sánchez es, como parece obvio, de Sánchez, que jamás propiciaría un presidente popular. Él mismo fue defenestrado por el aparato de Ferraz por negarse a una abstención con sentido de Estado en la investidura de Mariano Rajoy.
El segundo de esos giros es el de Salvador Illa, una de las criaturas amamantadas a los pechos de Su Sanchidad, un filósofo metido a político que injustamente se ha ido de rositas tras su nefasta gestión de la pandemia y que, para más inri, ha terminado fundando una delegación separatista en Cataluña, esta vez tras las siglas del PSC. Illa se ha desmarcado de los enjuagues corruptos de su mentor y ha enfatizado que PSOE y PSC son partidos diferentes y que a él no le metan en los líos de Moncloa. Sutilmente, como suele hacer este personaje que no tiene una mala palabra, pero tampoco una buena acción, ha empezado a poner un cortafuegos con su amigo, aquel que le invita a pasar las vacaciones en La Mareta. Porque una cosa es prestarle para que siga gobernando a sus 48 diputados catalanes en el Congreso y otra que alguien confunda a los socialistas de aquella Comunidad con los «corruptos de Madrid». En la mejor tradición de los separatistas.
El tercero de los desistimientos lo encabeza Jordi Sevilla, exministro de Zapatero. Con el comienzo del año va a presentar un manifiesto, que firmarán personas muy relevantes del partido, para reivindicar el socialismo que Sánchez ha matado para alumbrar un partido a su imagen y semejanza, con tintes populistas, disruptivos y de extrema izquierda. Está por ver si hablamos del inicio de un nuevo ciclo que anticipe lo que tarde o temprano ocurrirá: Sánchez se irá y el PSOE tendrá que refundarse. Quizá estemos en los albores de esa catarsis.
Muchos dirigentes socialistas hablan de ello en privado. Pocos en público. Porque no son buenos tiempos, piensan, para hacerse el héroe. Nunca lo son y además afuera hace frío. Perdidas las esencias de las siglas, a muchos solo les ata a ellas una nómina pública o la expectativa de un destino. Y para tragarse todas las patrañas, la insolvencia y la corrupción de Sánchez han tenido que mandar su brújula moral al trastero. Por tanto, no es muy realista esperar nada de un partido que lleva derrochando mirada bovina hacia su líder desde 2018. Pero lo que está claro es que si en este año que está a punto de comenzar las cosas se le ponen a Sánchez todavía más de color hormiga, habrá ratas que tardarán en saltar, pero saltarán al fin. Es ley de vida. Y luego contarán que quisieron, pero no pudieron actuar porque sus modos autócratas no se lo permitieron.
Estén atentos porque todo esto comenzó mal y no parece que tenga un final mejor.












