Qué es la Navidad
Los medios han ido creando una visión de la Navidad que se ha convertido en omnipresente y casi única. Una visión teñida de un sentimentalismo un poco rosa. Abuelos llorosos que se reencuentran con sus nietos, viejas historias familiares que salen a la luz, el recuerdo de los ausentes, la comida familiar… Todo un poco triste, pero abierto a la esperanza. Es curioso que, en una cultura dominada por un hedonismo sin límites y por los valores woke, aquí se recurra a valores tradicionales: la familia, la tierra de la infancia, los amigos, el hogar; valores, si se me permite, inusualmente “conservadores“. Siempre presentados en un sentido laico, sin la más mínima alusión a la trascendencia, pero con una pátina de antigüedad que no es común en el wokismo hegemónico. Los mecanismos del mercado se preocupan de los fines, no de los medios.
Sin embargo, la Navidad (natividad, nacimiento) es la fiesta del Cristianismo en la que se recuerda y celebra el nacimiento de Jesucristo, Hijo eterno del Padre, segunda persona de la Santísima Trinidad. Es el acontecimiento central de la fe cristiana: Dios se abaja (la Teología usa el concepto de Kenosis) a asumir la condición humana y, por esto, a participar en la historia. Este encuentro descubre una relación del hombre con lo sobrenatural única en la historia de las religiones. El núcleo de la revelación no es un mensaje, ni un libro (Islam), ni una ley (Judaísmo), ni siquiera una forma de vida y una cosmovisión (Budismo). Es una persona: la divinidad encarnada humanamente; tan humanamente, que lo hace desde un vientre materno (María) y en una familia (José).
Este encuentro es la columna axial en la que se sostiene toda la cosmovisión cristiana. Dios se ha hecho hombre y el hombre y su historia (y el mundo) han quedado impregnados de divinidad. Lo natural y lo sobrenatural se encuentran, pero no se confunden (panteísmo). Sin separación ni confusión, Dios y el hombre, creador y criatura se relacionan de una forma distinta a la de cualquier otra religión.
Volvamos al principio. ¿Cómo esta idea sublime, este misterio de hondura inagotable desemboca en este sentimentalismo consumista? Una de mis frases favoritas es ésta de Charles Peguy: Todo comienza en mística y acaba en política. Diríamos, a modo de conclusión: Todo empieza en mística y acaba en mercado.











