El cine español en 2025: subvencionado, irrelevante y orgulloso de serlo
El cine español no fracasó en 2025. Se suicidó lentamente y con dinero público, mientras aplaudía su propio entierro en festivales, coloquios y mesas redondas financiadas por el mismo sistema que lo ha vuelto irrelevante.
Nunca se rodaron tantas películas españolas que nadie quiso ver. Nunca hubo tanta autocomplacencia para justificar tan poco impacto. Y nunca fue tan evidente que una parte importante de la industria ha dejado de querer al público, tratándolo como un ente vulgar, sospechoso, casi molesto.
Películas que no existen porque nadie las vio
En 2025 se estrenaron películas españolas que, en términos prácticos, no existieron. Cintas con presupuestos respetables, equipos profesionales y campañas institucionales que no alcanzaron ni a los amigos del director.
No es una metáfora: hubo películas con menos espectadores que miembros del equipo técnico.
Y aun así, nadie dimitió. Nadie pidió perdón. Nadie cuestionó el modelo. Porque aquí el fracaso no penaliza: se premia con más ayudas, más presencia en festivales y más entrevistas donde se culpa al “contexto”, a “las plataformas” o al “público maleducado”.
La gran mentira: “el público no entiende nuestro cine”
La frase favorita del sector en 2025 fue esta: “el público no acompaña”.
Traducción real: “hacemos películas que no interesan y nos negamos a aceptarlo”.
El espectador español no es tonto. Consume cine constantemente: series, películas coreanas, francesas, argentinas, estadounidenses, incluso cine rumano si la historia merece la pena.
Lo que no consume es cine español con aspecto de castigo moral, diálogos acartonados, personajes que hablan como tesis doctorales y tramas diseñadas para gustar a jurados, no a personas.
El problema no es que el público no entienda el cine español. El problema es que el cine español no entiende al público… ni le importa hacerlo.
Subvenciones sin riesgo, cine sin alma
El sistema de ayudas ha creado una anomalía perversa: películas que no necesitan ser vistas para existir. No dependen de la taquilla, ni del boca a boca, ni del interés real. Dependen de comités, informes, cuotas, discursos y alineamientos ideológicos.
¿Resultado? Un cine sin tensión, sin riesgo narrativo, sin hambre. Un cine funcionarial, donde lo importante no es emocionar, sino cumplir requisitos. Donde el mayor miedo no es aburrir al espectador, sino quedarse fuera del circuito de ayudas.
En 2025 quedó claro que el cine español ha dejado de competir. Compite solo contra sí mismo… y aun así pierde.
Festivales llenos, salas vacías
El año fue un desfile de alfombras rojas, aplausos cerrados y titulares triunfalistas. Pero fuera del festival, en el mundo real, las salas estaban vacías.
Se celebró el aplauso de veinte críticos mientras se ignoraba el silencio de miles de butacas. Se confundió prestigio con impacto. Se habló de “cine necesario” para justificar cine que nadie necesitaba ver.
El cine español de 2025 no quiso ser popular porque ser popular parecía sospechoso. Y al renunciar al público, renunció a su razón de ser.
El verdadero escándalo no es el dinero, es la soberbia El problema no es solo cuánto dinero se pierde. El verdadero escándalo es la arrogancia con la que se desprecia cualquier crítica.
Si una película fracasa, la culpa es del espectador, de las plataformas, del capitalismo, de la falta de educación cultural.
Nunca del guion. Nunca del ritmo. Nunca del aburrimiento.
Nunca de haber hecho cine pensado para gustar a cinco personas en una mesa redonda.
Cine sin público, cultura sin país
En 2025, el cine español confirmó su desconexión total con la sociedad que lo financia.
No porque falte talento —lo hay—, sino porque el sistema premia la irrelevancia y castiga la conexión real.
Un cine que no quiere gustar, que no quiere entretener, que no quiere competir y que encima exige aplausos por existir, no es cine valiente. Es cine acomodado.
Y mientras no se asuma esta verdad incómoda, el cine español seguirá haciendo lo mismo: películas que nacen muertas, celebradas por los de siempre y olvidadas por todos los demás.












