El rescate de Plus Ultra salpica a Zapatero y reabre el debate sobre los favores políticos (Video comentario de Joaquín Abad)
El caso Plus Ultra no es solo otro episodio turbio en la larga lista de decisiones cuestionables del poder político español; es, sobre todo, un retrato incómodo de cómo determinadas figuras del pasado siguen proyectando sombras densas sobre el presente. Entre ellas, José Luis Rodríguez Zapatero.
El rescate de la aerolínea Plus Ultra con 53 millones de euros de dinero público, pese a su tamaño irrelevante, su escasa actividad y su evidente inviabilidad económica, ya resultaba difícil de justificar por sí solo. Pero cuando empiezan a aparecer conexiones políticas, relaciones opacas y un patrón de afinidades internacionales más que conocidas, la indignación deja paso a la alarma democrática.
Zapatero ha cultivado durante años una relación privilegiada con el régimen venezolano, ejerciendo de mediador autoproclamado mientras blanqueaba internacionalmente a un sistema señalado por organismos internacionales por violaciones sistemáticas de derechos humanos. En ese contexto, que una compañía vinculada a intereses venezolanos reciba un trato excepcional por parte del Estado español no es una casualidad inocente: es una señal preocupante.
El problema no es solo lo que se hizo, sino quiénes estaban cerca y quiénes callan. Zapatero no ha dado explicaciones convincentes, ni ha considerado necesario despejar las dudas que sobrevuelan su entorno político y diplomático. Su silencio no es neutral: es una forma de desprecio hacia la opinión pública y hacia los ciudadanos que pagan impuestos.
Este episodio refuerza la sensación de que existe una élite política desconectada de la realidad, que opera en una lógica paralela donde las lealtades ideológicas y los contactos internacionales pesan más que la transparencia, la prudencia y el interés general. Mientras pequeñas empresas quebraban sin ayuda durante la pandemia, una aerolínea fantasma era rescatada con una generosidad obscena.
Zapatero, que gusta presentarse como referente moral del progresismo internacional, debería entender que la ética no se proclama en foros extranjeros: se demuestra dando explicaciones claras, asumiendo responsabilidades políticas y dejando de actuar como si estuviera por encima del escrutinio democrático.
El caso Plus Ultra no es solo un escándalo económico. Es un síntoma. Y Zapatero, le guste o no, forma parte del problema.











