Pedro Sánchez no tiene ninguna intención de abandonar La Moncloa antes de 2027. No por estabilidad política, ni por respeto institucional, ni por un proyecto de país reconocible, sino porque salir ahora del poder sería desarmarse. Su estrategia es clara: resistir, aguantar y llegar al final del mandato, aunque la legislatura esté políticamente muerta, aunque no haya presupuestos y aunque el Congreso de los Diputados haya quedado reducido a una cámara irrelevante. Él mismo lo dijo sin rodeos: no necesita al Parlamento para gobernar.

Convocar elecciones anticipadas supondría abrir en canal a todos los socios que le han sostenido durante estos años: Sumar, ERC, Junts, Bildu y el PNV.

Todos ellos se verían obligados a explicar por qué apuntalaron a un presidente que incumplió promesas electorales esenciales y que cambió de posición en cuestiones de Estado. Sánchez lo sabe y por eso no les dará la oportunidad de apuñalarle políticamente para salvarse.

Mientras dure la legislatura, todos comparten la responsabilidad y el silencio.