Un solsticio para las Saturnalia
Laureano Benítez.- Que vivimos ―sobrevivimos, para ser más precisos― una era satánica es un hecho incuestionable, en la cual el humo de Satanás ha creado una atmósfera irrespirable, en la que el Señor de las Moscas y los tábanos preside hemiciclos, platós y espectáculos con sus «performances» bafométicas, en un akelarre de cuennos, ojos de Horus, pirámides, adrenocromos, tres seises, vakunas, chemtrails, 5G, avatares, metaversos y la madre que los parió.
Con esa parafernalia, mezclando todo en tétricas calaveras a modo de coctelera, el NOM tiene sus fiestas, por supuesto, porque, además de sus conventículos conspiradores del Foro de Davos, las reuniones de Bilderberg, las COPs, los aquelarres de Bohemian Grove, Skull&Bones y etc., desde hace tiempo está resucitando un conjunto de celebraciones que fueron tradicionales en sus emporios satánicos, convirtiéndolas en siniestras “performances” que desde su origen en Babilonia se han transportado por agujeros de gusano hasta los túneles de Nueva York.
El denominador común de estos festejos es mucho más que un simple paganismo, ya que sus espectáculos tienen una clara vena satánica, que asoma sus yugulares igual en unos Juegos Olímpicos, que en un Mundial de fútbol, o en la entrega de los premios Emmy.
Si es verdad que la Iglesia católica levantó templos sobre monumentos megalíticos; si es un hecho demostrado que hay festividades litúrgicas que se establecieron justo encima de fiestas paganas, para solaparlas y acabar con ellas, desde hace tiempo asistimos al fenómeno opuesto, pues la agenda satánica está empeñada en resucitar aquellas antiguas festividades, en un ataque más al cristianismo.
Una de estas celebraciones resucitadas desde el túnel del tiempo es el solsticio de invierno, festejo que es aprovechado por tontainas y cristianófobos para disfrazarse de druidas, soplar en cornamentas huecas, aporrear tambores, y ronronear palabrejas extrañas a la luz de lunas luneras, o mientras se observa en éxtasis cómo un rayo de sol ilumina mágicamente el corredor de un templo egipcio o las impresionantes piedras de un megalito como Stonehenge.
Este solsticio pagano está estrechamente hibridado con las «saturnalia» de la antigua Roma, una fiesta que duraba 7 días, principiando el 17 de diciembre ―día de la consagración del templo de Saturno en el Foro Romano―, y que se celebraba de forma muy parecida a la Navidad actual ―decorando las casas con plantas, intercambiando regalos, etc.― con sacrificios y banquete público festivo («lectisternium») y al grito multitudinario de «Io, Saturnalia», que los romanos se decían de la misma forma que hoy decimos “Feliz Navidad”.
Saturno es el planeta asociado a Satanás desde siempre, al Señor de las bakanales, de las orgías, de los aquelarres, que promueve y dirige desde su Monte Pelado espectáculos satánicos con cuennos, brujas despechugadas, ponno a espuertas, egrégores danzando en el escenario sus bailes macabros, calimocho al “cannabis”, y la repentinitis paseando su guadaña por palcos y bambalinas.
Es así como las catervas de izquierdosos tienen la pretensión de acabar con la Navidad, volviendo a las majaderías idolátricas que la celebración cristiana sepultó con pesebres y villancicos, con panderetas y misas nocturnas.
Mas el rey del solsticio no es un druida, ni un vikingo celebrando su fiesta de “Yul”, ni un romano encaramado a una columna del foro, sino un grotesco y cocacolero Papá Noel, vestido de rojo Rotschild, esperpéntica versión gramsciana del verdadero san Nicolás.
Pues desde estas líneas quiero desear una Feliz Saturnal a todos los entregados a Bafomet, a todos los cooptados por el Maligno, a todos los corruptos, los poseídos, los abducidos y estragados por demoníacas Circes, que han entregado vuestras almas a Mefistófeles, y que sacrifican la humanidad al Moloch de los infiernos en pútridas saturnales de miedo, muerte, opresión y miseria, sepultándola en mentiras y detritus. Y a los despiertos, a los hijos de Dios que ejercéis como tales, a los lobos esteparios, a las voces que claman en el desierto, a los pretorianos de la Verdad, a los espartanos de los desfiladeros, a los disidentes de las “Saturnalia”, héroes de este Fin de los Tiempos, a los mártires de la Luz… ¡Feliz Navidad!
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