Huérfanos de Lilibeth
Las memorias de Juan Carlos pueden resumirse así: “¡Reconciliación! Yo traje la libertad a los españoles, los hice europeos, los saqué de cuatro décadas de dictadura, de pobreza, aislamiento y desprecio internacional, traje la democracia… ¿No deben perdonárseme algunos deslices personales ante unos logros tan gigantescos?” Desgraciadamente queda esto: él trajo en primera fila el régimen del 78 (que no fue lo que él dice), y ese régimen ha terminado echándole de España a empujones. He aquí…
Juan Carlos ensalza hasta las nubes a su padre y a su esposa Sofía (“Sofi”). No sugiero que sea insincero al hablar así de ambos, pero vistas las cosas desde fuera no dejan de tener cierta gracia.
Aparte el aspecto sentimental, el político sobre su padre viene a ser una farsa que sería increíble si no estuviéramos acostumbrados a ellas desde la transición, cuando cientos de políticos, periodistas e intelectuales se aplicaron a falsear sus biografías con tan poco respeto a la historia como a sí mismos. Dice Juan Carlos que en 1977 Don Juan “decidió renunciar oficialmente a sus derechos dinásticos para que la Corona no fuera un legado de Franco, sino un legado de los Borbones de España”. Buen chiste: se resignó a aceptar la decisión de Franco sobre la monarquía para que la monarquía no viniera de Franco. Otros dicen que la monarquia no procede de Franco, sino de la Constitución, que no hizo sino refrendar la decisión de Franco. Fantásticos juegos malabares con las palabras para negar la evidencia histórica…
Un capítulo se titula: “Lilibeth nos deja a todos huérfanos”. Lilibeth era Isabel II de Inglaterra (y de Gibraltar, casualmente). Sus efusiones de huérfano hacia “Lilibeth” creo que no habrían gustado a Franco.
El fondo del problema con Don Juan había sido su pretensión, hacia el fin de la guerra mundial, de implantar en España una monarquía tutelada por Londres, para lo que llegó a maniobras de alta traición que Franco no llegó a conocer en detalle. Don Juan se había formado nada menos que en la armada inglesa, siempre amiga de España, por eso Franco insistió en que su hijo se educase en España. Al final no resultó: Juan Carlos prefirió seguir a su padre, no dinástica pero sí políticamente. Entre las dotes de Franco no estaba la profecía.











