La elección de Pedro Sánchez como “persona del año” por la revista italiana L’Espresso dice mucho más del medio que concede el reconocimiento que del político premiado. No es un gesto inocente ni aislado, ni responde únicamente a una valoración personal del presidente del Gobierno español.

Es, sobre todo, una decisión coherente con la tradición ideológica, editorial y empresarial de una cabecera que desde hace décadas se mueve cómodamente en el terreno del progresismo europeo, el europeísmo militante y la legitimación de las élites políticas que encajan en ese marco.

L’Espresso no es una revista cualquiera. Nació en la Italia de la posguerra como un semanario político y cultural con vocación de influencia, siempre alineado con posiciones de centroizquierda, y durante años ha actuado como correa de transmisión de una determinada visión del poder: la que entiende la política como un ejercicio tecnocrático, supranacional y moralmente superior, frente a cualquier planteamiento soberanista, conservador o incómodo para el consenso dominante en Bruselas.

Su pertenencia a un gran grupo editorial controlado por una de las familias industriales más poderosas de Europa no ha hecho sino reforzar ese papel de altavoz del establishment europeo, disfrazado de periodismo crítico.