Albert Castillón
Fraguas.- Hay pocas veces que el mundo te susurre verdades al oído; y cuando alguien espera un susurro y recibe un chisme, el cerebro manda corrientes contrarias que resultan astringentes a los nervios y éstos tiran tan fuerte de sus fibras que el escroto se contrae hasta límites de rictus que confunden la piel con el cartón.
Eran otros tiempos cuando esa sensación la sentía un español recurrente a la prensa. Eran otros tiempos cuando en papel se escribían verdades incómodas que retrataban al corrupto y al periodista.
Y es que hubo un tiempo en el que la prensa era casi libre (nunca lo fue); pero en esa pseudolibertad si un periodista se desmarcaba con el traje de la independencia adornado con integridad, afloraba el periodismo de investigación.
Así se hizo grande el periódico El Mundo y su director, hoy lamentablemente, no merece la pena ni nombrarlo. Es un nombre vacío, un recuerdo vago de un ser mitológico. Una transacción económica fallida y miserable y pequeñita, muy pequeñita.
Y uno pierde la esperanza…
Pero Dios tiene siempre planes sorprendentes, amado lector, y cuando menos te lo esperas, resurge algo que lejos de igualar, lo supera. Y aquellos años noventa son superados de manera magistral. Aún hay esperanza. Aún hay gente que mantiene el cartón de su escroto húmedo pa’ que no raje y se resuelve en periodista curtido, en la voz rebelde, en la ostia oculta en el éter de los políticos, de los políticos corruptos.
Hablo de Albert Castillón. Fue premio Ondas y no por casualidad. Firme en su profesión y en valores; si no, no se entiende.
Cambió resolución futura por presente sufrido. Y contra todo pronóstico (frase hecha, los grandes no necesitan pronóstico) se ha reinventado.
Albert Castillón ofrece todos los días un programa de radio en YouTube, Castillón Confidencial, que responde. Que es el único que responde al canon periodístico, a la esencia de la información.
Este artículo, amado lector, surge de la editorial del programa del viernes 12 de diciembre. Es casi una homilía. Es la voz de un sacerdote que no sé que lo empuja; pero cada frase es una daga contra el poder corrupto y una autopista de verdad al consumidor de noticias. Es veneno para el alma del español, pues te recuerda las miserias de este pesebre; pero ambrosía para los consumidores de las verdades que fueron dictaminadas por la los antiguos rotativos.
Se reinventó el Albert. Y se reinventó de cojones (por aquello del escroto)
No se lo pierda. Es la mejor vía de libertad para surcar el YouTube y el periodismo.
Ave María Purísima, amado Albert.











