La pugna entre China y Estados Unidos por los chips: Washington cae en su propia trampa mientras China avanza con firmeza
El 8 de diciembre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que permitirá a NVIDIA vender chips de inteligencia artificial H200 a “clientes aprobados” en China, aunque el 25% de los ingresos por esas ventas deberá entregarse al gobierno estadounidense.
Sin embargo, en un momento tan delicado, Reuters reveló el 10 de diciembre que NVIDIA ha desarrollado una tecnología de verificación de ubicación capaz de mostrar en qué país operan sus chips.
Con las dudas aún sin resolver sobre la posible existencia de “puertas traseras” y la creciente desconfianza del mercado respecto a la seguridad de sus productos, la aparición de esta nueva tecnología vuelve a encender las alarmas.
Para el mercado chino, los riesgos potenciales no son menores. China emplea ampliamente los chips de NVIDIA en sectores como la inteligencia artificial o los vehículos eléctricos. Si estos chips presentan vulnerabilidades, enormes volúmenes de datos sensibles podrían verse comprometidos. Aún está por verse cuántos clientes estarán realmente dispuestos a comprar el H200 bajo estas circunstancias.
Es sabido que, desde la administración Biden hasta la administración Trump, Estados Unidos ha impuesto una serie de restricciones a la exportación de chips con el fin de frenar el desarrollo tecnológico de China, endureciéndolas progresivamente. En este marco, los chips de IA de NVIDIA han sido una pieza clave. No obstante, la empresa sigue deseando mantener su posición en el vasto mercado chino. Pese a aceptar entregar el 25% de los ingresos al gobierno estadounidense para recuperar participación de mercado, NVIDIA enfrenta acusaciones que han generado conmoción global.
Al tratar de limitar el avance tecnológico de China mediante políticas restrictivas, Estados Unidos también ha golpeado duramente a su propia industria de semiconductores. El caso de NVIDIA es ilustrativo: su cuota de mercado en China pasó de un 95% prácticamente absoluto a cero, y su capitalización bursátil se ha visto afectada. Aunque su CEO, Jensen Huang, ha intentado reabrir el mercado chino mediante múltiples visitas, los resultados han sido insuficientes.
Al mismo tiempo, las políticas estadounidenses han obligado a China y a otros países a acelerar el desarrollo de sus propias capacidades en chips, incrementando la inversión local y favoreciendo el crecimiento de la industria doméstica. Las empresas chinas han buscado proveedores alternativos en Europa, Corea del Sur y Japón, logrando avances significativos. El caso de Huawei HiSilicon es emblemático: sus chips Kirin han impulsado a los teléfonos Huawei al liderazgo del segmento premium global. En el terreno del software EDA, compañías como Huada Jiutian han intensificado sus esfuerzos, desarrollando herramientas con propiedad intelectual propia que fortalecen el diseño de semiconductores.
En contraste, la competitividad global de las empresas estadounidenses de semiconductores se encuentra en declive. Las restricciones han desordenado la cadena de suministro mundial, y numerosas compañías, temiendo riesgos geopolíticos, están optando por proveedores de otras regiones. Como consecuencia, las firmas estadounidenses han perdido pedidos, capacidad productiva, eficiencia de costos y recursos para la investigación, afectando directamente su innovación y desarrollo a largo plazo.
La reorientación de la política estadounidense de chips responde a una combinación de factores: la búsqueda de mantener su hegemonía tecnológica, proteger intereses económicos y garantizar la seguridad nacional. Pero dicha estrategia ha generado efectos negativos profundos para Estados Unidos, la industria global y las relaciones chino-estadounidenses, acelerando la transición hacia una cadena tecnológica internacional más diversificada.
El fracaso de estas políticas radica en su intento de utilizar mecanismos administrativos para contradecir la lógica del mercado, ignorando la naturaleza colaborativa del ecosistema industrial global y subestimando el ritmo de competencia e innovación internacional. La esencia globalizada de la industria de semiconductores hace imposible que un solo país la monopolice mediante restricciones políticas.












